MONTESINISMO, HUMALISMO,
NADINISMO
El 28 tendremos un nuevo mensaje presidencial a la nación pero a nadie le preocupa. Todos hablan del poder de Nadine Heredia como gobernante de hecho, un poder que en estos días se ha visto reforzado y concentrado ante la permisividad de su cónyuge ciego a las sucesivas crisis políticas que ya han le costado varios cambios ministeriales. El Perú es el quinto país más informal del mundo y esa informalidad se está trasladando a la política.
Dios ciega a los que quieren perder. El círculo del poder
fáctico de Nadine Heredia se ha consolidado. No solo controla al
Presidente, al partido de gobierno, al Consejo de Ministros, al Congreso, al
Ministerio Público a través de su primo, al Poder Judicial al decir de Javier
Villa Stein, sino también a muchas otras instancias que no se ven pero se
presumen obedientes con funcionarios que solo defienden su puesto. El
equilibrio y la división de poderes se pierden.
Don Isaac Humala se ha referido al Club de las amiguitas para aludir a ella
y a sus escuderas colocadas en puestos clave: Ana
Jara como premier y Ana Solórzano como titular del Congreso.
De que valen tantos controles internos cuando un poder
fáctico de ese calibre se enseñorea con la anuencia del mandatario que lo
permite furtivamente abusando de la confianza de sus electores. De qué sirve
preocuparnos por consensos o por políticas públicas si la estructura del Estado
no sirve para gobernar y lo hace un pequeño conciliábulo que hasta ahora no ha
logrado solucionar los problemas más acuciantes de la gente como son la
inseguridad y el desempleo. Ellas, Nadine y sus amigas,
decidirán bajo consigna el futuro cercano del país.
De la implosión de la bancada oficialista surgió un nuevo
grupo de sugerente nombre: Dignidad y Democracia. Aún sin conocer el resultado
de las elecciones congresales para las cuales se han agotado promesas y
componendas, la fisura de Gana Perú lesiona la gobernabilidad que se escapa de
las manos por rechazo a la consigna desconsiderada y arbitraria.
Y es que Gana Perú ya no significa que el Perú gane. Las
promesas políticas incumplidas han desgastado la unidad y la poca credibilidad
de la primera minoría parlamentaria. La inseguridad del mandatario para gobernar
y la ilegal delegación de poder en su esposa ha acelerado el desencanto y la
pérdida de espacios. La vacilación contagió a sucesivos equipos ministeriales
que van dejando primeros ministros en el camino. La administración de Humala no
les ha dado confianza e importancia suficientes, parecen siempre mirar los
toros desde la barrera, sin protagonismo ni compromiso, porque todo se decide y
se hace en Palacio en el pequeño Club.
El gobierno de Ollanta Humala va entrando en el periodo
del “pato cojo”, con poca autoridad y muchas falencias, a lo que se agrega la concentración
ilegal del poder que puede paralizar las administraciones por rebeldía. Más aún
cuando en los momentos críticos el gobernante tiende ser débil con los fuertes
y fuerte con los débiles. No por gusto la bancada disidente ha criticado la
práctica arbitraria, vertical y de consigna como lindante con el montesinismo. Acusación
gravísima. Ya tuvimos bastante de eso y de la corrupción, la oscuridad, la
prepotencia y las amenazas que proliferaron. Locumba quiso ser un símbolo de
lucha por mayor democracia contra los poderes fácticos pero hoy esa supuesta
gesta ha derivado perversamente en otro poder similar.
¿Sera Solórzano la predestinada para brindar a la presidenta
de su partido las facilidades para llegar a la presidencia de la República el
2016? Nada parece imposible a estar por la audacia, el exceso de
figuración y los alardes de poderío de la primera dama y su club.
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