sábado, 20 de diciembre de 2014

EL DESENCANTO DE LOS JÓVENES
 
Publicado en Correo el 20-12-14
 
La protesta de los jóvenes contra la abusiva ley del trabajo que los afecta es un indicador de su protagonismo que pocos advierten pero es una realidad. Solo el gobierno y los partidos -que se han atrevido a votar una ley que los desafía- no quieren darse cuenta de su despropósito que toca a más del 50% del electorado de un país joven desilusionado de la política y tal vez de la eficacia de la democracia. 

Discurso y demagogia están emparentados con la política que deja la ética en el desván, contra la doble moral y el gobierno de las apariencias. Los jóvenes quieren creer pero no los dejan mostrando una y otra vez que los políticos predican una cosa y hacen otra. Los jóvenes quieren participar en los partidos pero no les permiten. Los sexagenarios no sueltan los liderazgos y no abren espacios de actividad orgánica, tampoco los convocan con actividades atractivas para la renovación necesaria. Los jóvenes quieren ingresar a los medios para hacer algo en este innegable escenario de la política pero los cupos para ellos parecen en exceso limitados. 

Esa es la realidad de nuestros jóvenes que bien podrían irrigar con sangre nueva nuestra política cotidiana, excluyente, avejentada cuando no vulnerable a la corrupción. Como docentes los vemos en las universidades, entusiastas, muy responsables  cuando reciben una tarea importante que cumplen a cabalidad. Que necesitan debatir para asimilar y defender los valores de la democracia, escuderos de lo que tanto nos costó recuperar el año 2000 después de la década nefasta del fujimontesinismo.  

Cuidado. En su gran mayoría esos jóvenes ciudadanos ni siquiera habían nacido el 5 de abril, no saben de las tropelías, inmoralidades, crímenes y aberraciones que vivimos y lo difícil que fue rescatar el país de quienes lo habían tomado como botín. La desmemoria permite a las “estrellas” del fujimorismo de ayer, reescribir hoy la historia a su favor, para convertirse en predicadores de la moral que no tuvieron en esos tiempos. Estos jóvenes están justamente irritados por una ley que los coloca como ciudadanos de segunda. Y lo hace un gobierno que logró votos mayoritarios ofreciendo progresismo y honestidad y ahora no les da ni lo uno ni lo otro.


“LA PAREJA PRESIDENCIAL” Y LOS JOVENES
 
Publicado en Diario UNO el 20 de diciembre del 2014
 
El poder es lo más importante en la sociedad, determina su vida y su destino. Escuchar a Ollanta Humala referirse a la “pareja presidencial” es un extremo de la permisividad y la inconsistencia. La “pareja presidencial” no existe ni legal ni constitucionalmente. Existe el presidente elegido que personifica a la nación. Que ejerce el poder como primer mandatario con atribuciones personalísimas que no comparte con nadie. Su responsabilidad es con sus electores, su representatividad es la más amplia posible al recibir la soberanía del pueblo. Su estado civil es irrelevante para el cumplimiento de sus altas funciones. Si está casado no forma con su cónyuge una pareja presidencial, es su pareja para los efectos sociales y familiares pero no para las funciones para las que fue elegido.  

Ollanta Humala preside el país y su esposa Nadine Heredia preside el partido de gobierno, cada uno cumple sus funciones en espacios separados no intercambiables. Ni Humala puede ser vocero del Partido Nacionalista porque se debe a todos los peruanos y no solo a un partido, ni su mujer puede ser la presidenta del país porque nadie la ha elegido como tal.

Así que dejemos de hablar de “pareja presidencial”. Si alguien ejerce poder sin título propio, vale decir sin elección, tarde o temprano afrontará la acusación de usurpación como delito. Porque la democracia representativa se basa en el rendimiento de cuentas. Nadie ejerce poder sin responsabilidad. Los poderes fácticos no son legales y menos constitucionales. Si los voceros del gobierno y los defensores oficiosos de Nadine Heredia creen que la ayudan derivando su influencia y poder de integrar la llamada pareja presidencial le están haciendo un flaco favor, alentando una fantasía peligrosa. Y lo mismo vale para su marido, el presidente que incurre en exceso punible al permitirle inmensa injerencia sobre las decisiones de su gobierno. Al punto que cuando se ausenta no llaman a la vicepresidenta, Marisol Espinoza o al presidente del Congreso, llaman a Nadine Heredia que por unos días se convierte en gobernante de facto por ser la persona de plena confianza del presidente. Estos aspectos parecen anecdóticos pero pesarán en la evaluación política y legal del régimen y mucho más si la cadena de la corrupción llegara hasta Palacio. Ojalá no fuera así.

¿Y qué les da Ollanta Humala a los jóvenes? Un regalo envenado que penaliza su juventud, que propicia que se les pague menos y se les quite derechos. Con el pretexto de combatir la informalidad y el desempleo se ha evidenciado la complicidad con empresas- que no son pequeñas ni medianas- para lograr mano de obra barata y sin derechos laborales que deberían ser para todos, de acuerdo a la igualdad que figura en la Constitución.

Que a nadie extrañe que las protestas en las calles que se iniciaron este jueves pasado, escalen en dimensión. Y que se reproduzcan no solo en la capital, también en el interior. Los jóvenes están justamente irritados por la injusticia que los margina, que los coloca como ciudadanos de segunda. Y lo hace un gobierno que logró votos mayoritarios ofreciendo progresismo y honestidad y ahora no les da ni lo uno ni lo otro. Un régimen que ante justificadas protestas les ofrece marginación y cachiporras. Que pretende acallarlos a sabiendas que no lo logrará. Cuidado que no está el horno para bollos.