EL JUICIO DEL SIGLO EN BRASIL
La Corte Suprema de Brasil concluyó el llamado el
Juicio del Siglo contra 25 dirigentes del Partido de los Trabajadores y ex
funcionarios de Lula da Silva. Las sentencias sumadas llegan a 250 años y afectan
personajes que van desde el ex presidente de la Cámara Baja hasta
líderes del PT que han recibido sanciones
que suman 10 millones de dólares
y penas de más de 40 años de cárcel. La más sonada la sentencia al ex
jefe de Gabinete de Lula da Silva,
José Dirceu, a
diez años de cárcel. El PT niega
los sobornos a diputados, pero la Corte estableció que dirigentes de cuatro
partidos recibieron dinero por apoyar al Gobierno. Dilma Roussef, sucesora y
amiga de Lula, lo ha superado en popularidad y aceptación electoral por su
decisión y ninguna interferencia en la lucha contra la corrupción.
El modélico
caso brasileño parece difícil de replicar en otros países de la región, incluido
el Perú, desde que la corrupción está ligada al caudillismo, a jefes y cúpulas
militares, empresariales, mediáticas, religiosas y políticas. Juega en contra el
que no todos nos sentimos sujetos de derechos,
obligados a actuar, exigir y cumplir la Ley. Actuamos con indiferencia o con
temor ante el autoritarismo y ante quienes tienen al Estado como fuente de
riqueza personal o de grupo, como botín.
Sabemos
bien que quienes están en el poder tratarán de mantenerse o de volver. Sin renovación
de dirigentes o líderes poco cambiará. La participación masiva e indignada es
excepcional. Pocas epopeyas se han dado como la Marcha de los 4 Suyos, en cuya
organización honrosamente participamos, en la que estuvieron unidos por una
fuerte convicción sindicatos, empresarios, líderes sociales y políticos.
Corromper es dañar, alterar, echar a perder, viciar,
pervertir, usar posición y poder para fines ilegítimos, inmorales, ilegales sin
diferenciar lo público de lo privado. La corrupción invade el Estado y lo hace
perverso, manejado por una clase política también perversa cuyo objetivo es llenarse los bolsillos y
estafar a la sociedad. Se dice que los culpables somos todos por permitirlo. Si
somos todos ninguno lo es. Así se favorece la indiferencia o la permisividad de
una sociedad, ingenua o pasiva, condenada al mal manejo. Así la sociedad se
victimiza y transfiere culpas sin enfrentar el problema. Nos refugiamos en la
cómoda y calmada resignación.
Pero el
Estado es un componente del sistema social y la sociedad debe darle forma y
vida. El costo de la corrupción lo pagamos todos pero más las mayorías, los más
pobres y olvidados porque no hay recursos para mejorar sus niveles de vida. Perniciosa
y desintegradora la corrupción pone en peligro la seguridad y la salud
de la nación.
La
corrupción o el enriquecimiento ilícito tienen siempre detrás intereses
políticos y económicos empeñados en destruir a los pocos elementos que no les
son funcionales, negociables o que no “colaboran”. Si no te roban a ti mira
para otro lado y deja robar ya que siempre sucede, la depredación del erario
público y la impunidad es característica que no cambiará porque te conviertas
en un heraldo aislado e ineficaz. Solo estarás en el punto de mira de una
eventual vendetta o venganza política como vergonzosamente acaba de suceder con
el congresista Javier Diez Canseco, honesto luchador desde siempre contra la
corrupción.
Muchos funcionarios
ejercen un cargo público y cuando lo dejan ya son millonarios. Los jóvenes lo
ven normal porque el discurso
anticorrupción pocas veces se concreta. La denuncia de los corruptos es
limitada porque el denunciante siempre sale mal, pierde el empleo y es
perseguido por el corrupto que mantiene el poder. No hay
protección para el denunciante ni eficiencia en los controles que son parte del
problema. Lo sabemos y lo hemos vivido. El desafío sigue en la cancha del
Presidente Humala que prometió que la honestidad haría la diferencia.
PUBLICADO EN:
http://www.diariolaprimeraperu.com/online/columnistas-y-colaboradores/contra-la-corrupcion-el-juicio-del-siglo-en-brasil_125862.html
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