lunes, 12 de enero de 2015

AVANCE DEL LIBRO EL EMPERADOR DE LAS SOMBRAS


 
SUSANA
DE LOS INFIERNOS


El siguiente texto es un avance de mi libro EL EMPERADOR DE LAS SOMBRAS, sobre la década del fujimorato.
 
Dos esposos frente a frente, no en el cuadro domestico de las cuatro paredes del hogar, sino en el escenario político. Fujimori que de desconocido profesor universitario pasó a la primera magistratura de la nación con el apoyo de su esposa, la ingeniera Susana Higuchi, había cambiado mucho desde que la envió a dar la cara ante la prensa nacional e internacional para disculpar su improvisación ante el electorado que le exigía un inexistente Plan de Gobierno.

Llegado a Palacio Fujimori adoptó el Plan de su oponente, el escritor Mario Vargas Llosa, elaborado durante dos años por un ilustrado equipo profesional liberal. La base era el ajuste económico que produjo justificado temor en las mayorías lo que favoreció a Fujimori con el voto anti shock. El temido ajuste llegaría  dos meses después. El primer Ministro Juan Carlos Hurtado Miller concluyó el mensaje televisivo en que lo anunció con un significativo “Dios nos ayude”

Mientras su marido acumulaba poder su inicial entusiasta perfil fue disminuyendo. Luego vendría la denuncia de los manejos familiares con las donaciones de ropa usada con consecuencias políticas impensables. Sus expresiones fueron el preludio del  golpe del 5 de  abril de 1992. Fujimori señaló que la idea de la ruptura constitucional no era nueva, venía asaltando sus insomnios y estimulando sus afanes de ese poder que por propia confesión lo tenía seducido.

La denuncia de Susana hubiera podido ser políticamente un cataclismo para su marido, como sucedió con la del hermano de Collor de Mello en Brasil, pero pasó a segundo plano. Después del 5 de abril la defensa de la democracia envolvió a los políticos, el hilo de la madeja se perdió en un panorama en el que actuaban una Fiscalía obsecuente, un Poder Judicial en reorganización oficial, un Parlamento disuelto y los medios de comunicación bajo presión.

Después del 5 de abril se le vio muy poco a la primera dama. Sus  presentaciones fueron esporádicas, formales y a disgusto. No desapareció, tampoco padecía una  mortal enfermedad como aseveraba el rumor público ante su ausencia. Ella declararía que en el mundo de Palacio de Gobierno -pleno de actividad y de proyectos- encontraba gratos momentos de ocio productivo.

Su marginalidad dejó sin libreto a la posible candidata al municipio limeño y a la esposa pugnaz. En nuestra Lima, fiel al comentario de café y de peluquería, el divorcio de la pareja y la separación de bienes dieron pie a especulaciones en páginas completas sobre la política de alcoba.

Los logros del gobierno, la disminución de la inflación y la posterior captura de Abimael Guzmán no impidieron que dirigiera críticas a su marido por la falta de programa social y el irrespeto a los derechos humanos. "La falta de trabajo es inadmisible. No se puede repartir limosnas, eso humilla y denigra al hombre" afirmó Susana en una de sus presentaciones televisivas.

Susana cuestionó directa y francamente la moral del gobierno y aludió a ministros y magistrados. Fujimori en su mensaje ante el CCD se había referido despectivamente a la coima, días más tarde su esposa aplicó el concepto a los colaboradores de su marido y mencionó un soborno de cien mil dolares. Su frase fue lapidaria."La coima no da recibos". En cuanto a la judicatura fue igualmente severa "Cada día la veo más corrupta, las quejas aumentan. Yo le advertí a mi esposo que era un error nombrar jueces provisionales que fueran sus partidarios".

El discurso de Susana era de oposición pero amigable. Reconocía logros y avanzaba críticas al autoritarismo y al  apego al poder.[1] El poder obnubila y no hay que caer en excesos” advertía Susana.

Ella se sentía mortificada por la escasa sensibilidad social del gobierno. Que no descuidara -le sugirió- a los millones de peruanos en situación de miseria absoluta. "El ve el Perú de las inauguraciones y el de las cosas bonitas, yo veo el de las necesidades, de las miserias. Se debe tratar de equilibrar el contraste tan marcado que existe en el país". Higuchi diferenciaba el espacio del oropel y el de la realidad, el de las luces y el de las miserias. Tomar partido por el segundo enajenaría su tranquilidad y destruiría su matrimonio.

Su crítica al autoritarismo y su defensa de los derechos humanos la acercaba al adversario, Javier Pérez de Cuellar. Susana no estaría detrás de Fujimori ni a su lado, lejos estaba de imaginar que sería brutalmente separada del mundo que tanto contribuyó a instalar.

El Presidente se prodigó sin recato en los ataques. Mandó al infierno a quienes dudaban de la moralidad de sus colaboradores. Incluso le aplicó el epíteto de candidata tradicional. Susana estaba ya en el campo enemigo.

El 23 de agosto de 1994 Fujimori anunció su separación de la función de primera dama. Minimizó su denuncia sobre corrupción en su gobierno."El Perú necesita gente que trabaje y no que se dedique a chismes, pues de esto ya estamos hartos. Si hubo actos de corrupción, se tiene que denunciar de inmediato y en forma concreta y si no hay pruebas, por lo menos decir cómo han ocurrido los hechos, por ejemplo quien es la persona que trajo los 100 mil dólares".

La acusó de ocultamiento malicioso de información por conveniencia personal y afirmó que estaba siendo utilizada por personajes inescrupulosos que hábilmente habían alimentado su ambición política.

"He hecho en el pasado múltiples concesiones a mi esposa comprendiendo su carácter inestable e influenciable. Pero hoy ya no puedo ceder ante lo que puede ser para muchos un drama familiar. Tengo la suficiente entereza, y responsabilidad ante el país, para salirle al paso a estas desagradables circunstancias. No se puede ceder al chantaje ni a la intimidación, vengan de donde vengan. He decidido por ello separar a mi esposa de la función de Primera Dama, que, por otra parte ella ha rechazado, públicamente, en repetidas oportunidades. A partir de ahora la señora Susana Higuchi podrá realizar sus actividades políticas de abierta oposición al gobierno cuando y donde mejor le parezca, como cualquier ciudadana, mas no como Primera Dama. Lamento que la intimidad de mi familia se convierta en titulares de los periódicos".[2]

Susana Higuchi, respondió.

¿Es chantaje recibir las denuncias de muchos dirigentes de pueblos jóvenes y asentamientos humanos que me escriben sobre la corrupción de las instituciones? ¿Es chantaje esclarecer la venta de la ropa donada, que en su debida oportunidad puse en conocimiento del presidente? ¿Es chantaje solicitar que se investigue los indicios que conozco de muchos personajes que han servido y que sirven a este gobierno? Me pregunto: ¿Puedo intimidar al señor presidente de la República que es la persona con más poder en el país?"

Susana aislada y acosada fue impedida de ver a sus hijos. En Palacio no tenía contacto directo con el exterior, salvo por el teléfono. La puerta lateral por la que recibía amigos y simpatizantes fue cerrada con soldadura autógena. Tres camiones voluminosos apostados frente al lugar intentaron ocultar a la prensa tan censurable acto.

El candidato que llegó a Palacio de Gobierno con las banderas de la concertación perdió los papeles y destituyó a su esposa de un cargo inexistente, cuyo ejercicio depende del mantenimiento del vínculo conyugal. Susana Higuchi de Fujimori dejó de ser Primera Dama antes de su divorcio. Su hija Keiko Fujimori la reemplazaría. Era el castigo público que merecía su disidencia o su honestidad.

El gesto lo pintó de cuerpo entero. La inconstitucional Ley Susana -que la mayoría aprobó para evitar su postulación presidencial- le hizo ver la peor parte del poder de su marido. Sola y desprotegida, separada de sus hijos, no se veía a sí misma con fuerza para enfrentar al hombre más poderoso del país. Tuvimos esa misma percepción cuando la visitamos en una clínica local donde su fragilidad se acentuaba entre cables y sueros. Era una paciente importante pero solitaria, ni sus hijos habían ido a verla.

¿Por qué Fujimori entró al escándalo público dando inhumana respuesta a los reclamos y denuncias de su esposa? ¿Qué ganaba con separarla? Problemas de fondo concurrían en la escena: corrupción, espionaje telefónico, manejos familiares nada trasparentes.

Nuevos capítulos de esta guerra político conyugal asombraron a propios y extraños. Susana anunció la formación de su movimiento político denominado Armonía Siglo XXI. Lucharía contra la corrupción y el abuso de poder al precio de enfrentar a una poderosa cúpula.

Pocos creían en su candidatura las exigencias legales eran excesivas y el tiempo escaso para conseguir más de cien mil firmas antes del 9 de octubre de 1994. Era probable que el Jurado Nacional de Elecciones aplicaría la Ley Susana que le impedía participar. Una etapa más en la guerra de los Fujimori Higuchi se iniciaba.

Susana habló del asesor presidencial Vladimiro Montesinos, dio datos sobre su ejercicio como abogado defensor de narcotraficantes, mencionó con documentos en mano sus antecedentes "gravísimos". Aludió al expediente robado del narcotraficante colombiano Evaristo Porras Ardila vinculado al Cartel de Medellin y al asesinato de Rodrigo Lara Bonilla.

"En julio de 1978 Porras Ardila logró escapar de una prisión de Lima. El expediente con las pruebas y declaraciones y la firma de su abogado defensor Vladimiro Montesinos Torres, fue robado del 15 Juzgado Penal al momento que fuera requerido del secretario so pretexto de una consulta. Nadie ha podido probar que fue su abogado, el narco está prófugo y su expediente ya no existe".

Mencionó a Carmen Teresa Valdez Fonseca "vinculada al caso de los "colochos" narcos colombianos que corrompieron a la Policía Peruana para escapar" y al ciudadano de la misma nacionalidad Jaime Tamayo Tamayo. "Se le encontraron a Tamayo dos kilos y medio de cocaína pero el abogado que lo avaló despacha en el Servicio de Inteligencia Nacional" aseveró. Sabía demasiado.

Su cónyuge continuaba con sus inauguraciones, su esposa compartía con la prensa nacional y extranjera sus afanes."Le dará otra pataleta" respondió ante una pregunta puntual.

"La honradez debe ser absoluta, sin sombra de duda…¿Soy desleal cuando pretendo que no haya corrupción?... Mi marido sabe que soy intransigente, que no me dejo vencer por nada". En la Academia Wisconsin, de su propiedad, ella había iniciado el movimiento Cambio 90 que llevó a Fujimori a Palacio de Gobierno, en ese mismo lugar, lejos del poder, presentó ante la prensa su demanda por crueldad mental contra su marido.

El partido de fondo se jugaría entre Javier Pérez de Cuéllar y Alberto Fujimori. Higuchi lamentaba la debilidad del Poder Judicial y de la Fiscalía de la Nación para atender las amenazas contra sus seguidores. Disputando el tercer lugar en las encuestas para la Presidencia, Susana Higuchi quedó fuera de carrera. Una Resolución del Jurado Nacional de Elecciones decretó la improcedencia de su candidatura por no alcanzar las firmas para su inscripción.

Nadie se sorprendió. Susana Higuchi acusó a su esposo "Me teme y quiere hacerme la vida imposible". De las 147,840 firmas que presentó le fueron anuladas 133,277 quedaba un mínimo que Higuchi no podría remontar.

Era el inicio del fraude. La depuración de firmas se había realizado con ligereza,  sus denuncias de corrupción la habían colocado en el centro de las maniobras oficiales para impedir su participación "Por ello recurrí a la OEA, para prevenir lo que está sucediendo" argumentó.

Pérez de Cuéllar tuvo lo suyo, 140,000 firmas inválidas. El Movimiento 13 de noviembre del general Jaime Salinas Sedó, líder de los militares constitucionalistas y a quien el gobierno inhabilitó, también fue eliminado mientras el militar continuaba preso en el Real Felipe acompañado de ocho de los insurgentes que protagonizaron el contragolpe.

"En nombre de las agrupaciones vejadas invito a todos los ciudadanos a salvaguardar con valentía y coraje la verdadera democracia. No dejare que se concrete mi aislamiento de la contienda electoral y por ello lucharé hasta quemar el último cartucho" dijo Susana.

Alberto Fujimori continuaba en su frenética campaña electoral. Viajaba diariamente a distintos lugares del país y en especial a los pueblos jóvenes que le significaban un tercio del electorado nacional.

La compañera de Fujimori, la de las fotos en familia con los cuatro hijos, dejó espacio a la candidata de Armonía Siglo XXI, la que atacaba a su marido y señalaba que el lema Honradez, Tecnología y Trabajo había sido traicionado durante los cinco años de gobierno.

La Ley Susana impedía al cónyuge y a los parientes del mandatario en ejercicio postular a la presidencia o vicepresidencias de la República y al Congreso. La candidata frustrada afirmaba que la Constitución vigente no le prohibía la participación política y reclamaría su derecho hasta el final. El Jurado Nacional de Elecciones no había intervenido en el proyecto de Ley Susana. Su presidente, Ricardo Nugent, señaló que la disposición fue introducida por el Congreso.

La Fiscal de la Nación, Blanca Nélida Colán, declaró improcedente el pedido de inconstitucionalidad contra la Ley Electoral, de Susana Higuchi con el argumento de que no estaba instalado el Tribunal Constitucional.

El Congreso Constituyente aceptó como constitucional la Ley  Susana. La Comisión de Fiscalización disolvió el grupo de investigación de las donaciones. La fiscal ad hoc Julia Eguía Dávalos archivó las denuncias de corrupción de Higuchi "al no encontrar indicios ni pruebas" de los supuestos delitos. Todo estaba consumado.

Como en una película de suma crueldad, el 28 de agosto de 1994, soldados del Ejército retiraron las barras de hierro colocadas en, Palacio de Gobierno que impedían el acceso y la salida del despacho de Susana Higuchi. Ella demandó a Fujimori, por "violencia síquica y moral", amparada por la ley contra la violencia familiar. El 2 de septiembre, abogadas feministas interpusieron la demanda ante el 18 Juzgado Civil de Lima.

La Fiscal archivó el caso. Susana respondió “Es prácticamente imposible encontrar evidencia con el método absurdamente formal que sigue la fiscal. Seguimos con fiscales y jueces con reverencial temor ante el poder".

A dos días de culminar el plazo para las inscripciones Alberto Fujimori anunció su voluntad de reelección. Inscrita la plancha presidencial sus desplazamientos diarios al interior y las numerosas inauguraciones de escuelas que le garantizarían el triunfo se incrementaron. Con el respaldo de la cúpula castrense encabezada por Nicolas Hermoza Ríos, y el aparato logístico del Estado. Casi nada.

Javier Pérez de Cuellar representó la esperanza, el Ilustre peruano, diplomático de carrera, fue elegido Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas en 1981 con el voto unánime de los miembros del Consejo de Seguridad. En 1991 culminó exitosamente su segundo periodo como el funcionario más importante del planeta. De gran sensibilidad y profundas convicciones, demostró talento y capacidad frente a los múltiples y peligrosos retos mundiales.

Hacia 1995 Fujimori parecía seguro de su victoria en primera vuelta. Javier Pérez de Cuellar arriesgó su participación. Conocía  las circunstancias difíciles en que asumía el desafío. La maquinaria se había echado a andar con antelación, el camino oficialista estaba trazado y solamente una gran conciencia nacional democrática hubiera podido hacerle frente y devolver a los peruanos la decisión sobre su destino

 
 

 



[1]  Como lo hizo en la Cumbre de Cartagena en 1994
[2] Diarios del 24 de octubre de 1994