SUSANA
DE LOS INFIERNOS
Llegado a
Palacio Fujimori adoptó el Plan de su oponente, el escritor Mario Vargas Llosa,
elaborado durante dos años por un ilustrado equipo profesional liberal. La base
era el ajuste económico que produjo justificado temor en las mayorías lo que
favoreció a Fujimori con el voto anti shock. El temido ajuste llegaría dos meses después. El primer Ministro Juan Carlos
Hurtado Miller concluyó el mensaje televisivo en que lo anunció con un
significativo “Dios nos ayude”
Mientras su
marido acumulaba poder su inicial entusiasta perfil fue disminuyendo. Luego
vendría la denuncia de los manejos familiares con las donaciones de ropa usada
con consecuencias políticas impensables. Sus expresiones fueron el preludio
del golpe del 5 de abril de 1992. Fujimori señaló que la idea de
la ruptura constitucional no era nueva, venía asaltando sus insomnios y
estimulando sus afanes de ese poder que por propia confesión lo tenía seducido.
La denuncia de
Susana hubiera podido ser políticamente un cataclismo para su marido, como
sucedió con la del hermano de Collor de Mello en Brasil, pero pasó a segundo
plano. Después del 5 de abril la defensa de la democracia envolvió a los
políticos, el hilo de la madeja se perdió en un panorama en el que actuaban una
Fiscalía obsecuente, un Poder Judicial en reorganización oficial, un Parlamento
disuelto y los medios de comunicación bajo presión.
Después del 5 de
abril se le vio muy poco a la primera dama. Sus presentaciones fueron esporádicas, formales y a
disgusto. No desapareció, tampoco padecía una
mortal enfermedad como aseveraba el rumor público ante su ausencia. Ella
declararía que en el mundo de Palacio de Gobierno -pleno de actividad y de
proyectos- encontraba gratos momentos de ocio productivo.
Su marginalidad
dejó sin libreto a la posible candidata al municipio limeño y a la esposa
pugnaz. En nuestra Lima, fiel al comentario de café y de peluquería, el
divorcio de la pareja y la separación de bienes dieron pie a especulaciones en
páginas completas sobre la política de alcoba.
Los logros del
gobierno, la disminución de la inflación y la posterior captura de Abimael Guzmán
no impidieron que dirigiera críticas a su marido por la falta de programa
social y el irrespeto a los derechos humanos. "La falta de trabajo es inadmisible. No se puede repartir
limosnas, eso humilla y denigra al hombre" afirmó Susana en una de sus
presentaciones televisivas.
Susana cuestionó
directa y francamente la moral del gobierno y aludió a ministros y magistrados.
Fujimori en su mensaje ante el CCD se había referido despectivamente a la
coima, días más tarde su esposa aplicó el concepto a los colaboradores de su
marido y mencionó un soborno de cien mil dolares. Su frase fue
lapidaria."La coima no da recibos". En cuanto a la judicatura fue
igualmente severa "Cada día la veo más corrupta, las quejas aumentan. Yo
le advertí a mi esposo que era un error nombrar jueces provisionales que fueran
sus partidarios".
El discurso de
Susana era de oposición pero amigable. Reconocía logros y avanzaba críticas al
autoritarismo y al apego al poder.[1]” El poder obnubila y no hay que caer en
excesos” advertía Susana.
Ella se sentía mortificada
por la escasa sensibilidad social del gobierno. Que no descuidara -le sugirió-
a los millones de peruanos en situación de miseria absoluta. "El ve el Perú de las inauguraciones y
el de las cosas bonitas, yo veo el de las necesidades, de las miserias. Se debe
tratar de equilibrar el contraste tan marcado que existe en el país".
Higuchi diferenciaba el espacio del oropel y el de la realidad, el de las luces
y el de las miserias. Tomar partido por el segundo enajenaría su tranquilidad y
destruiría su matrimonio.
Su crítica al
autoritarismo y su defensa de los derechos humanos la acercaba al adversario,
Javier Pérez de Cuellar. Susana no estaría detrás de Fujimori ni a su lado,
lejos estaba de imaginar que sería brutalmente separada del mundo que tanto
contribuyó a instalar.
El Presidente se
prodigó sin recato en los ataques. Mandó al infierno a quienes dudaban de la
moralidad de sus colaboradores. Incluso le aplicó el epíteto de candidata
tradicional. Susana estaba ya en el campo enemigo.
El 23 de agosto de 1994 Fujimori
anunció su separación de la función de primera dama. Minimizó su denuncia sobre
corrupción en su gobierno."El Perú
necesita gente que trabaje y no que se dedique a chismes, pues de esto ya
estamos hartos. Si hubo actos de corrupción, se tiene que denunciar de
inmediato y en forma concreta y si no hay pruebas, por lo menos decir cómo han
ocurrido los hechos, por ejemplo quien es la persona que trajo los 100 mil
dólares".
La acusó de ocultamiento malicioso de
información por conveniencia personal y afirmó que estaba siendo utilizada por
personajes inescrupulosos que hábilmente habían alimentado su ambición
política.
"He hecho en el pasado múltiples concesiones a mi
esposa comprendiendo su carácter inestable e influenciable. Pero hoy ya no
puedo ceder ante lo que puede ser para muchos un drama familiar. Tengo la
suficiente entereza, y responsabilidad ante el país, para salirle al paso a
estas desagradables circunstancias. No se puede ceder al chantaje ni a la
intimidación, vengan de donde vengan. He decidido por ello separar a mi esposa
de la función de Primera Dama, que, por otra parte ella ha rechazado,
públicamente, en repetidas oportunidades. A partir de ahora la señora Susana
Higuchi podrá realizar sus actividades políticas de abierta oposición al
gobierno cuando y donde mejor le parezca, como cualquier ciudadana, mas no como
Primera Dama. Lamento que la intimidad de mi familia se convierta en titulares
de los periódicos".[2]
Susana Higuchi, respondió.
¿Es chantaje recibir las denuncias de muchos dirigentes
de pueblos jóvenes y asentamientos humanos que me escriben sobre la corrupción
de las instituciones? ¿Es chantaje esclarecer la venta de la ropa donada, que
en su debida oportunidad puse en conocimiento del presidente? ¿Es chantaje
solicitar que se investigue los indicios que conozco de muchos personajes que
han servido y que sirven a este gobierno? Me pregunto: ¿Puedo intimidar al
señor presidente de la República que es la persona con más poder en el país?"
Susana aislada y acosada fue impedida
de ver a sus hijos. En Palacio no tenía contacto directo con el exterior, salvo
por el teléfono. La puerta lateral por la que recibía amigos y simpatizantes fue
cerrada con soldadura autógena. Tres camiones voluminosos apostados frente al
lugar intentaron ocultar a la prensa tan censurable acto.
El candidato que
llegó a Palacio de Gobierno con las banderas de la concertación perdió los
papeles y destituyó a su esposa de un cargo inexistente, cuyo ejercicio depende
del mantenimiento del vínculo conyugal. Susana Higuchi de Fujimori dejó de ser
Primera Dama antes de su divorcio. Su hija Keiko Fujimori la reemplazaría. Era
el castigo público que merecía su disidencia o su honestidad.
El gesto lo
pintó de cuerpo entero. La inconstitucional Ley Susana -que la mayoría aprobó
para evitar su postulación presidencial- le hizo ver la peor parte del poder de
su marido. Sola y desprotegida, separada de sus hijos, no se veía a sí misma con
fuerza para enfrentar al hombre más poderoso del país. Tuvimos esa misma
percepción cuando la visitamos en una clínica local donde su fragilidad se
acentuaba entre cables y sueros. Era una paciente importante pero solitaria, ni
sus hijos habían ido a verla.
¿Por qué
Fujimori entró al escándalo público dando inhumana respuesta a los reclamos y
denuncias de su esposa? ¿Qué ganaba con separarla? Problemas de fondo concurrían
en la escena: corrupción, espionaje telefónico, manejos familiares nada
trasparentes.
Nuevos capítulos
de esta guerra político conyugal asombraron a propios y extraños. Susana
anunció la formación de su movimiento político denominado Armonía Siglo XXI.
Lucharía contra la corrupción y el abuso de poder al precio de enfrentar a una
poderosa cúpula.
Pocos creían en
su candidatura las exigencias legales eran excesivas y el tiempo escaso para
conseguir más de cien mil firmas antes del 9 de octubre de 1994. Era probable
que el Jurado Nacional de Elecciones aplicaría la Ley Susana que le impedía
participar. Una etapa más en la guerra de los Fujimori Higuchi se iniciaba.
Susana habló del
asesor presidencial Vladimiro Montesinos, dio datos sobre su ejercicio como
abogado defensor de narcotraficantes, mencionó con documentos en mano sus antecedentes
"gravísimos". Aludió al expediente robado del narcotraficante
colombiano Evaristo Porras Ardila vinculado al Cartel de Medellin y al
asesinato de Rodrigo Lara Bonilla.
"En julio de 1978 Porras
Ardila logró escapar de una prisión de Lima. El expediente con las pruebas y
declaraciones y la firma de su abogado defensor Vladimiro Montesinos Torres,
fue robado del 15 Juzgado Penal al momento que fuera requerido del secretario
so pretexto de una consulta. Nadie ha podido probar que fue su abogado, el
narco está prófugo y su expediente ya no existe".
Mencionó a Carmen
Teresa Valdez Fonseca "vinculada al caso de los "colochos"
narcos colombianos que corrompieron a la Policía Peruana para escapar" y
al ciudadano de la misma nacionalidad Jaime Tamayo Tamayo. "Se le encontraron a Tamayo dos kilos y medio de cocaína pero el
abogado que lo avaló despacha en el Servicio de Inteligencia Nacional"
aseveró. Sabía demasiado.
Su cónyuge
continuaba con sus inauguraciones, su esposa compartía con la prensa nacional y
extranjera sus afanes."Le dará otra pataleta" respondió ante una
pregunta puntual.
"La honradez debe ser absoluta, sin sombra de duda…¿Soy
desleal cuando pretendo que no haya corrupción?... Mi marido sabe que soy
intransigente, que no me dejo vencer por nada".
En la Academia Wisconsin, de su propiedad, ella había iniciado el movimiento
Cambio 90 que llevó a Fujimori a Palacio de Gobierno, en ese mismo lugar, lejos
del poder, presentó ante la prensa su demanda por crueldad mental contra su
marido.
El partido de
fondo se jugaría entre Javier Pérez de Cuéllar y Alberto Fujimori. Higuchi
lamentaba la debilidad del Poder Judicial y de la Fiscalía de la Nación para
atender las amenazas contra sus seguidores. Disputando el tercer lugar en las
encuestas para la Presidencia, Susana Higuchi quedó fuera de carrera. Una
Resolución del Jurado Nacional de Elecciones decretó la improcedencia de su
candidatura por no alcanzar las firmas para su inscripción.
Nadie se
sorprendió. Susana Higuchi acusó a su esposo "Me teme y quiere hacerme la
vida imposible". De las 147,840 firmas que presentó le fueron anuladas
133,277 quedaba un mínimo que Higuchi no podría remontar.
Era el inicio del
fraude. La depuración de firmas se había realizado con ligereza, sus denuncias de corrupción la habían
colocado en el centro de las maniobras oficiales para impedir su participación
"Por ello recurrí a la OEA, para prevenir lo que está sucediendo"
argumentó.
Pérez de Cuéllar
tuvo lo suyo, 140,000 firmas inválidas. El Movimiento 13 de noviembre del
general Jaime Salinas Sedó, líder de los militares constitucionalistas y a
quien el gobierno inhabilitó, también fue eliminado mientras el militar
continuaba preso en el Real Felipe acompañado de ocho de los insurgentes que
protagonizaron el contragolpe.
"En nombre de las agrupaciones
vejadas invito a todos los ciudadanos a salvaguardar con valentía y coraje la
verdadera democracia. No dejare que se concrete mi aislamiento de la contienda
electoral y por ello lucharé hasta quemar el último cartucho" dijo
Susana.
Alberto Fujimori
continuaba en su frenética campaña electoral. Viajaba diariamente a distintos
lugares del país y en especial a los pueblos jóvenes que le significaban un
tercio del electorado nacional.
La compañera de
Fujimori, la de las fotos en familia con los cuatro hijos, dejó espacio a la
candidata de Armonía Siglo XXI, la que atacaba a su marido y señalaba que el
lema Honradez, Tecnología y Trabajo había sido traicionado durante los cinco
años de gobierno.
La Ley Susana impedía al cónyuge y a
los parientes del mandatario en ejercicio postular a la presidencia o
vicepresidencias de la República y al Congreso. La candidata frustrada afirmaba
que la Constitución vigente no le prohibía la participación política y
reclamaría su derecho hasta el final. El Jurado Nacional de Elecciones no había
intervenido en el proyecto de Ley Susana. Su presidente, Ricardo Nugent, señaló
que la disposición fue introducida por el Congreso.
La Fiscal de la Nación, Blanca Nélida
Colán, declaró improcedente el pedido de inconstitucionalidad contra la Ley
Electoral, de Susana Higuchi con el argumento de que no estaba instalado el
Tribunal Constitucional.
El Congreso Constituyente aceptó como constitucional
la Ley Susana. La Comisión de
Fiscalización disolvió el grupo de investigación de las donaciones. La fiscal
ad hoc Julia Eguía Dávalos archivó las denuncias de corrupción de Higuchi
"al no encontrar indicios ni pruebas" de los supuestos delitos. Todo
estaba consumado.
Como en una película de suma crueldad,
el 28 de agosto de 1994, soldados del Ejército retiraron las barras de hierro
colocadas en, Palacio de Gobierno que impedían el acceso y la salida del
despacho de Susana Higuchi. Ella demandó a Fujimori, por "violencia
síquica y moral", amparada por la ley contra la violencia familiar. El 2
de septiembre, abogadas feministas interpusieron la demanda ante el 18 Juzgado
Civil de Lima.
La Fiscal archivó el caso. Susana
respondió “Es prácticamente imposible
encontrar evidencia con el método absurdamente formal que sigue la fiscal.
Seguimos con fiscales y jueces con reverencial temor ante el poder".
A dos días de
culminar el plazo para las inscripciones Alberto Fujimori anunció su voluntad
de reelección. Inscrita la plancha presidencial sus desplazamientos diarios al
interior y las numerosas inauguraciones de escuelas que le garantizarían el
triunfo se incrementaron. Con el respaldo de la cúpula castrense encabezada por
Nicolas Hermoza Ríos, y el aparato logístico del Estado. Casi nada.
Javier Pérez de
Cuellar representó la esperanza, el Ilustre peruano, diplomático de carrera, fue elegido
Secretario General de la Organización de las Naciones Unidas en 1981 con el
voto unánime de los miembros del Consejo de Seguridad. En 1991 culminó
exitosamente su segundo periodo como el funcionario más importante del planeta.
De gran sensibilidad y profundas convicciones, demostró talento y capacidad
frente a los múltiples y peligrosos retos mundiales.
Hacia 1995
Fujimori parecía seguro de su victoria en primera vuelta. Javier Pérez de
Cuellar arriesgó su participación. Conocía las circunstancias difíciles en que asumía el
desafío. La maquinaria se había echado a andar con antelación, el camino
oficialista estaba trazado y solamente una gran conciencia nacional democrática
hubiera podido hacerle frente y devolver a los peruanos la decisión sobre su
destino
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