CONVULSIONES
Y TEMBLORES
Mientras
Ollanta Humala explica tranquilamente desde Pisco, como si recién empezara su gobierno, su pedido de facultades para
legislar en materia económica, administrativa y financiera afirmando que
busca darle impulso a la economía nacional este año y los siguientes, el
terreno se le mueve como en un sismo.
Porque la caída libre de su popularidad inquieta
a todos a sabiendas que el límite podría ser alcanzado muy pronto. Y hay un debate
político -para nada soterrado y más bien abierto- sobre el destino de su régimen.
No es noticia que Humala ostenta muy poca legitimidad, mínima aceptación y
escasa fuerza social para gobernar pero él finge un mundo propio en el que todo
está bien con sus programas sociales, sus viajes y visitas aderezado con ponchos
nativos.
El escenario democrático se desequilibra, la incertidumbre y la calma
chicha continúan, prospera el desorden, convulsiona la conflictividad social pero el gobernante
aparenta impasibilidad. Se habla del llamado dilema indeseable: de un lado, la
vacancia presidencial y, de otro, el “Ollantazo”, es decir, la “interrupción
institucional” -por acoso político y mediático de la oposición- pero él se indigna
por la “persecución política” a su mujer y descarta esclarecer y alentar investigaciones.
La captura de Martín
Belaunde Lossio introduce dramáticas profecías desestabilizadoras pero el
mandatario elige victimizarse por el
cargamontón malero de la oposición política y mediática.
Nadie duda que Ollanta
y Nadine están en su peor momento aunque se desconoce de cuántos metros podría ser
la ola que deberán enfrentar. A ello se agregan extraños conciliábulos y
almuerzos de jefes y generales militares de todo el país en un escenario para
nada positivo. El nacionalismo vive en la falta de transparencia y en la inconsciencia
de la realidad, no quieren aceptar su deslegitimación creciente alimentada por
la ceguera, la opacidad y la torpeza política de sus líderes.
Pero en el
escenario hay también una oposición responsable obligada a ser más ponderada
que nunca, a rechazar toda predicción rupturista y apostar más bien por una
institucionalidad eficaz que investigue, aclare y sancione pero que también
preserve, defienda y construya. No deseamos otra vez un escenario convulso y
violento con consecuencias que pagaríamos todos con graves retrocesos. Si hay
cónclaves militares -que no son deliberantes- que los haya también de la
oposición racional para analizar los riesgos, asumirlos y enfrentarlos democráticamente
que para eso está. OK?