sábado, 15 de diciembre de 2012

LA LEGITIMACION DE LA CORRUPCIÓN


LAS LEALTADES CON LA CORRUPCION

La corrupción pública fue rechazada en una gran marcha esta semana. Bien, porque nos faltan mecanismos para sancionarla social y penalmente desde que es entendida como legítima la ventaja de la función pública. Todos roban y son mejores los que roban pero dejan obra.

Juegan en esta idea la impunidad y los modelos de éxito por encima de los límites morales, el poder discrecional del funcionario, la concentración de facultades que deja espacio al soborno, las conexiones y el control económico o legal sobre algunos medios de comunicación que ocultan o impiden se expongan a la luz pública determinados casos de corrupción.

La corrupción afecta el desarrollo, socava la democracia y el buen gobierno, supone el desacato y hasta el menosprecio a los procesos formales, deslegitima la representatividad de los políticos, pone en duda el estado de derecho. Erosiona la capacidad del gobierno y la confianza en las instituciones, desvía los recursos, vende y compra puestos y cargos públicos. Infla costos, distorsiona las reglas de juego limpio, hace prevalecer las conexiones, la vara, los enchufes, frente a las competidoras ineficientes pero influyentes.

Poco se habla de la persecución a los luchadores contra la corrupción, contra esos personajes decentes, no negociables, desadaptados, conflictivos, no funcionales, no confiables, los que dicen no y rechazan mirar para otro lado, más aún denuncian haciendo escándalo “por gusto”. Aquellos que se exponen y reciben las represalias a comenzar por perder el trabajo y ser blanco de persecuciones mafiosas que encuentran eco en la Fiscalía o en el Poder Judicial e incluso en los medios de comunicación. Qué mejor forma de afianzar la corrupción que dar ejemplos vivos de lo inconveniente que es denunciar o meterse con poderosos bien conectados que forman cadenas de corrupción frente a las cuales el honesto que denuncia es el mal elemento, el disociador sonso que no deja robar.

Se pide a los empleados o funcionarios que denuncien los actos de corrupción con pruebas pero cuando lo hacen se convierten en el eslabón más frágil de la cadena, sin garantías para su honestidad, pierden el trabajo y el corrupto que sigue en el poder los perseguirá hasta destruirlo por su atrevimiento. La corrupción tiene muchas conexiones que la hacen imbatible, incluso en los medios que se prestan al linchamiento ideológico o político sin mayores pruebas para el chisme que circula o se inventa. Todo vale para dejar fuera de juego al cholo atrevido o al blanquito idiota que no sabe con quién se ha metido.

Ahí no funcionan las marchas, los discursos, los llamados, la ética y los valores. Ahí trabajan esas lealtades oscuras mucho mejor que las conseguidas por las conductas  correctas. La corrupción busca dejar fuera a sus enemigos y lo consigue descalificándolos, quitándole presencia moral, convirtiéndolos en un corrupto más. Lo hemos vivido y sabemos del filo y la influencia de la corrupción que consigue eco en los medios que hacen cera y pabilo de la presunción de inocencia alentando el escándalo y el chisme para liquidar al incómodo, alzado y levantisco denunciante. El caso de antología es el de Javier Diez Canseco convertido, por obra y gracia de algunos medios, en corrupto sancionado cuando toda su vida ha sido un flagelo para los corruptos. Los que se unieron para destruirlo no se molestaron en investigar ni contrastar, el linchamiento fácil junto a una insólita alianza política facilitó la venganza, se dieron el gusto de desprestigiarlo, callarlo y sacarlo del Parlamento durante algún tiempo. Es esta la eficiencia, las conexiones de la corrupción. Están en todos lados, saben y pueden mucho, trabajan redes para aniquilar la decencia que los molesta.

Sugerencias: Tribunales de Honor que garanticen y protejan al denunciante que esgrime pruebas, una Contraloría que no espere un año para procesar las quejas, mayores controles sociales para los controladores y moralizadores. Todo esto y más para demostrar una verdadera voluntad anticorrupción, para que la honestidad haga la diferencia.

domingo, 2 de diciembre de 2012

CONTRA LA CORRUPCION



 
EL JUICIO DEL SIGLO EN BRASIL

La Corte Suprema de Brasil concluyó el llamado el Juicio del Siglo contra 25 dirigentes del Partido de los Trabajadores y ex funcionarios de Lula da Silva. Las sentencias sumadas llegan a 250 años y afectan personajes que van desde el ex presidente de la Cámara Baja hasta líderes del PT que han recibido sanciones  que suman 10 millones de dólares y penas de más de 40 años de cárcel. La más sonada la sentencia al ex jefe de Gabinete de Lula da Silva, José Dirceu, a diez años de cárcel. El PT niega los sobornos a diputados, pero la Corte estableció que dirigentes de cuatro partidos recibieron dinero por apoyar al Gobierno. Dilma Roussef, sucesora y amiga de Lula, lo ha superado en popularidad y aceptación electoral por su decisión y ninguna interferencia en la lucha contra la corrupción.

El modélico caso brasileño parece difícil de replicar en otros países de la región, incluido el Perú, desde que la corrupción está ligada al caudillismo, a jefes y cúpulas militares, empresariales, mediáticas, religiosas y políticas. Juega en contra el que no todos nos sentimos sujetos de derechos, obligados a actuar, exigir y cumplir la Ley. Actuamos con indiferencia o con temor ante el autoritarismo y ante quienes tienen al Estado como fuente de riqueza personal o de grupo, como botín.

Sabemos bien que quienes están en el poder tratarán de mantenerse o de volver. Sin renovación de dirigentes o líderes poco cambiará. La participación masiva e indignada es excepcional. Pocas epopeyas se han dado como la Marcha de los 4 Suyos, en cuya organización honrosamente participamos, en la que estuvieron unidos por una fuerte convicción sindicatos, empresarios, líderes sociales y políticos.

Corromper es dañar, alterar, echar a perder, viciar, pervertir, usar posición y poder para fines ilegítimos, inmorales, ilegales sin diferenciar lo público de lo privado. La corrupción invade el Estado y lo hace perverso, manejado por una clase política también perversa cuyo objetivo es llenarse los bolsillos y estafar a la sociedad. Se dice que los culpables somos todos por permitirlo. Si somos todos ninguno lo es. Así se favorece la indiferencia o la permisividad de una sociedad, ingenua o pasiva, condenada al mal manejo. Así la sociedad se victimiza y transfiere culpas sin enfrentar el problema. Nos refugiamos en la cómoda y calmada resignación.

Pero el Estado es un componente del sistema social y la sociedad debe darle forma y vida. El costo de la corrupción lo pagamos todos pero más las mayorías, los más pobres y olvidados porque no hay recursos para mejorar sus niveles de vida. Perniciosa y desintegradora la corrupción pone en peligro la seguridad y la salud de la nación.

La corrupción o el enriquecimiento ilícito tienen siempre detrás intereses políticos y económicos empeñados en destruir a los pocos elementos que no les son funcionales, negociables o que no “colaboran”. Si no te roban a ti mira para otro lado y deja robar ya que siempre sucede, la depredación del erario público y la impunidad es característica que no cambiará porque te conviertas en un heraldo aislado e ineficaz. Solo estarás en el punto de mira de una eventual vendetta o venganza política como vergonzosamente acaba de suceder con el congresista Javier Diez Canseco, honesto luchador desde siempre contra la corrupción.

Muchos funcionarios ejercen un cargo público y cuando lo dejan ya son millonarios. Los jóvenes lo ven normal porque el discurso  anticorrupción pocas veces se concreta. La denuncia de los corruptos es limitada porque el denunciante siempre sale mal, pierde el empleo y es perseguido por el corrupto que mantiene el poder. No hay protección para el denunciante ni eficiencia en los controles que son parte del problema. Lo sabemos y lo hemos vivido. El desafío sigue en la cancha del Presidente Humala que prometió que la honestidad haría la diferencia.

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