¿ADONDE
VA OLLANTA HUMALA?
Publicado en Correo el 31 de enero del 2015
La
pregunta tiene que ver con el destino del régimen y con el de la democracia. El
gobierno está casi contra las cuerdas y lo peor es que parecen no darse cuenta.
Creen que están en el mejor de los mundos apostando al estilo castrense de no
dialogar e imponer verticalmente mandatos, designios u órdenes a ser acatados
sin dudas ni murmuraciones. Ollanta Humala se equivoca, no está en un cuartel,
sus huestes no son soldados. Se dirige a ciudadanos que lo eligieron con
esperanzas de cambio y hoy lo confrontan con desconcierto o indignación. Acaba
de sufrir una derrota política de proporciones ante jóvenes que por miles en
las calles han hecho retroceder una Ley que personalmente se empeñó en
defender.
La
crisis encuentra a un Presidente en acelerada deslegitimación y a una Primera
Ministra que logró la investidura raspando, con el voto dirimente de la
Presidenta del Congreso, sin haber mostrado autoridad con ministros como
Urresti, Figallo, Cateriano, Omonte y Mayorga, que debieron irse hace tiempo y
no lo han hecho. Es decir Ana Jara, escudera máxima de Ollanta y de Nadine, preside
un gabinete desgastado de un gobierno aún más desgastado. Por eso no funcionan
los respaldos presidenciales cuando el barco hace agua. Y en esta tesitura cómo
entender la convocatoria de Jara al diálogo con fuerzas políticas que son una y
otra vez blancos de ataques de su Ministro del Interior o de las pullas del
Presidente de la República. ¿Así asumen la necesidad de charla o de acuerdo? Por
ningún lado se ve vocación ni actitud ni voluntad de consensos. Nunca es tarde
pero tal como están las cosas todo está servido para el rechazo que
efectivamente se está dando.
Si
el diálogo aparece inviable o imposible es porque alguien lo quiere así. ¿Porqué
forzar la situación? ¿A quién o quiénes favorecen los extremos que se están
alcanzando? Toca al mismo Presidente tomar el teléfono -con urgencia y buenas
maneras- para llamar al dialogo y ofrecer un gabinete de ancha base. Las premisas
son: un interlocutor unitario sin facciones ni divisiones internas y una
autoridad única para nada bifronte. Y del otro lado una oposición que olvide
que ha sido sistemáticamente atacada y vigilada, que pensando en el país acepte
participar en torno a un programa mínimo para superar la crisis de
gobernabilidad que va hacia más. Si el gobierno persiste en su terquedad y
soberbia suicidas, en el Ejecutivo se exacerbarán los temores y las facciones y
en el Legislativo se advertirá a quienes quieren abandonar el barco que es el
momento de ubicar otro partidor. Mientras ello sucede la democracia se estaría
yendo por el despeñadero.