¡NO TE METAS
CON LOS MEDIOS!
En Político.pe el 17 de septiembre del 2016
Mercedes
Aráoz movió el tema de la necesidad de
productos de calidad en la televisión e inmediatamente surgió la defensa de la
libertad de prensa y de la libertad de expresión. Otro episodio de sobrerreacción
defensiva mediática que soslaya el verdadero problema de una sociedad que se va
saturando de contenidos que no ayudan a su progreso y que la mayoría considera
televisión chatarra o basura. Si ese concepto ya está en la mente de la gente es
porque existe insatisfacción con cierta programación emitida en la televisión
abierta y por lo tanto el asunto debe ser materia de debate y de mejores
propuestas.
No es que no se trate de control de contenidos, es justamente ese el tema. Y
no hablamos del control que pueda venir de autoridades gubernamentales o de entidades
sociales sino del control que los mismos empresarios de medios deben asumir
para supervisar el producto que emiten. Entre el rating y la necesidad de calidad
hay un falso dilema, la rentabilidad no puede suponer la difusión de aquello
que algunos creen gusta a la gente, dando por hecho que es lo vulgar y lo
sexista, indiscriminado y sin criterios éticos y sociales. Para los que piensan
que lo ético es aburrido hay que recordarles que libertad no quiere decir dejar
de cumplir con el servicio público de entregar el mejor entretenimiento y la
mejor información.
La televisión abierta es demasiado importante para que la sociedad a través
de sus líderes no recuerde a sus responsables que su compromiso social
empresarial tiene que ver con la autorregulación y con el autocontrol.
No se puede silenciar la necesidad o el malestar, soslayar el debate o el
cuestionamiento, afirmar simplemente que el público tiene la capacidad de
seleccionar el canal y el medio. Si bien tenemos el control remoto elegimos solo
entre lo que se nos ofrece. Y es justamente la oferta la que debe ser cuidadosa
y selectiva.
Viene a
cuento el derecho a la información La “libertad de expresión” está englobada en “el derecho a informar
y a recibir información”, garantizado constitucionalmente. Algo que nos compete
a todos pues la suma de contenidos
organizados y difundidos influye en la forma en que concebimos y tratamos la realidad.
Por eso exigir los mejores contenidos en forma y fondo es importante
y más aún saber que no se darán si no se pone en su selección el cuidado
indispensable.
Si queremos
respeto para la dignidad de la persona humana, de la intimidad, del pudor, difundir
valores sociales indispensables, no debemos dudar en exigir contenidos que construyan
una mejor sociedad. No lo conseguiremos si cada vez que movemos el punto de los
estándares de calidad la respuesta equivocada es el miedo a la censura o a la
autocensura, de la cual, en este caso, nadie ha hablado.
Araoz agregó
el tema de la publicidad estatal que “debería
estar relacionada no solo al rating sino también a los buenos contenidos”. Bien
que lo diga tan alta autoridad del gobierno. Esta es una esencial asignatura
pendiente en todos los países del continente. Y nadie ignora que su asignación puede
servir para influencias gubernamentales perniciosas. Esta visión de alerta no
debería caer en el vacío si recordamos nuestra historia reciente plagada de
prácticas nada santas.
Muy saludable sería conocer datos sobre la
publicidad oficial, actuales e históricos recientes, para establecer criterios
para su distribución. No hay normativa que la regule y queda en manos de cada gobierno asignarla,
algo que se ha hecho bajo la forma de premios y castigos sin transparencia y según
los problemas gubernamentales son tratados informativamente. Beneficios
directos para medios afines y complacientes, sin relación con sus niveles de
audiencia u otros criterios objetivos.
Que Mercedes Araoz haya puesto el tema en debate es
saludable y positivo. Estamos ante una voluntad preventiva que debemos atender.
La asignación de la publicidad oficial es una cuestión
significativa para la libertad de expresión y puede ser una herramienta eficaz para incidir en el funcionamiento del sistema
de medios y en el tratamiento de la información. Tanto o más importante
que los mejores contenidos de entretenimiento. Bien por ello.