sábado, 15 de abril de 2017







LIDERAZGOS 
DESLEGITIMADOS

En Político. pe el 14 04 17

Un gobernador regional más en prisión, Félix Moreno, el de la Provincia Constitucional del Callao. Y con él ya hay trece de los cuales nueve sentenciados. Cada uno con su corte de ejecutores y seguidores que miraban a otro lado cuando las corruptelas se hacían evidentes pero seguían con sus negociados y latrocinios.

Otro presidente de la República más, Ollanta Humala, podría ir a la cárcel y detrás de él su propia corte de beneficiarios y colaboradores de ese poder mal habido y mal llevado a comenzar por su cónyuge Nadine Heredia. Se suma al ex gobernante en prisión, Alberto Fujimori, y al que ya debería estarlo, Alejandro Toledo, con orden de captura.

Estamos ante un ejército de altos políticos, empresarios y funcionarios cuestionados, en visible decadencia moral. Y la dinámica malsana no se detiene, se incrementa sin que sepamos en que momento la pesadilla habrá terminado para dar paso a la esperanza de liderazgos decentes, nobles, éticos y honestos.

Un drama social no desligado de otros males como la incapacidad y la ineficiencia para asegurarnos la salud, la economía y sobre todo la seguridad ciudadana pues la criminalidad se impone sin eficacia en contrario. Lo peor es que los altos líderes políticos siguen adelante sin conciencia de la sanción colectiva de desconfianza generalizada. Sin propósito de enmienda ante la pérdida de credibilidad, sin mirar hacia atrás, sin dar seguridades de reconstrucción moral.


Si queremos defender la democracia como se ha dicho tanto al cumplirse 25 años del 5 de abril, necesitamos confianza y legitimidad que no se pregona, se gana. El país necesita de políticos, funcionarios, empresarios honestos en que creer. Estar convencido de que podrá emerger un Perú diferente con transparencia, una nueva República sin la corrupción sistémica que sin credos ni ideologías viene liquidando a nuestra élite dirigente. 

RECONSTRUCCION 
MORAL


En Correo publicado el 14 04 17


No será solo reconstruir habrá que construir sin repetir los errores. Ni la ocupación territorial indebida. Ni la prevención ignorada por las sucesivas administraciones. Construir infraestructura vial y edificaciones seguras, casas, carreteras y caminos con planificación y asesoría, sin pobreza ni exclusión.

Una tarea que se dice rápido pero es inmensa. El Niño ha demostrado los efectos de la incapacidad y la irresponsabilidad de autoridades, personas, empresas e instituciones y lo ha hecho al altísimo costo de ciudades enteras destruidas y miles de familias refugiadas en su propio país, sin vivienda, alimentos, salud, agua, electricidad y otros servicios básicos.

Las torrenciales lluvias han motivado el desborde de los ríos que han arrasado las viviendas instaladas en zonas de riesgo ocupadas por los pobres que han unido la precariedad a la marginación, la extrema pobreza a la desocupación. Les han permitido hacerlo y eso es un gran monumento a la desidia y la inmoralidad en la función.

Vemos poblaciones sumergidas en el lodo que lo han perdido todo y ahora están expuestas al hambre y a las enfermedades. No ha habido previsiones elementales ni sentido del servicio público en las autoridades que en su totalidad están cuestionadas. Terminará la emergencia y comenzará la reconstrucción pero las nuevas ciudades que surgirán deberán responder al interés social para no volver a lamentarnos de la corrupción de autoridades y funcionarios que también deberían ser reconstruidos.

Nada fácil. Thorne ha dicho que lo primero será la transparencia, pues “no podemos caer en casos de corrupción como en el pasado”. Lo segundo la focalización, “el dinero que entreguemos debe llegar directamente a la gente que lo necesita”. Y lo tercero es la rapidez, pues “tenemos que ejecutar los proyectos de reconstrucción en plazo relativamente corto”.

Necesitamos algo como una reconstrucción moral de la cual todavía nadie habla porque estamos viendo el huayco físico pero todavía no sabemos o no apreciamos la dimensión del Huayco moral llamado Odebrecht con un daño que no termina, que sigue sin anunciar a cuántos políticos, empresarios y funcionarios dejará fuera de juego. El drama puede ser mayor al que tememos o esperamos. Porque una sociedad sin élites dirigentes es una sociedad descabezada.