EL MUNDO AL
REVÉS
Publicado en Politico.pe el sábado 11 de febrero 2017
Érase una vez un príncipe pobre, una
bruja hermosa y un pirata honrado. Así cantaba el gran Paco Ibáñez en los
setenta. Todas esas cosas había una vez
cuando yo vivía un mundo al revés. Aplicable al Perú donde hoy vemos a los
fujimoristas predicando moral y anticorrupción y a Alejandro Toledo, que lideró
la lucha contra la corrupción fujimontesinista, con orden de captura para
ingresar a la cárcel en cuanto sea habido. Y leemos tuits de gente sospechosa,
de santos y santones de todas las tiendas, incluida la izquierda, que con
actitud farisea, gritan al ladrón cuando saben que tienen lo robado en el
bolsillo.
Justicia divina dicen algunos pero
lo que tenemos es vergüenza ajena e inmensa pena por la élite dirigente. Cuatro
gobiernos seguidos, dos presidentes en cárcel, otros que podrían estar a la
puerta, es el saldo de la última década del siglo pasado y tres lustros del
presente siglo. Sin contar funcionarios medianos y menores que consideraban la
coima como una forma aceptada de hacer negocios.
Aceptar o hacerse pagar sobornos es
robar al país. Es traicionar al pueblo que confió en los gobernantes elegidos
para personificar a la nación. El mayor orgullo posible es representar a gente sacrificada,
trabajadora, imaginativa, que lucha día a día para ganar el sustento. Que no
merecen la gran estafa moral de preferir el delito rentable a la historia.
Nadie parece salvarse pero el pueblo
sí se salva. La buena fe no se penaliza. A pesar de que han menudeado golpes de
Estado a nombre del saneamiento moral para darnos gobiernos también salpicados
por la corrupción y otros latrocinios. La actual debacle encuentra un pueblo
lacerado pero no impotente. Nos duele la corrupción de la gente en que
confiamos pero a contracorriente hay dignidad y esperanza de que al haber
tocado fondo la moral pública pueda resurgir saneada como el ave fénix. No se
vislumbra todavía dónde está o estará la reserva moral que renovará la ilusión,
la que no traicionará.
Por eso toca tener cuidado para no
generalizar, para no tirar al bebe con el agua sucia, para no incriminar a todo
lo que se mueve. Por eso el clamor es que las investigaciones del Ministerio
Público se basen en pruebas, que las decisiones y sentencias del Poder Judicial
se fundamenten, contra lo que su imagen sugiere, en la honestidad y no en las
presiones políticas y económicas.
Sobre todo porque cuando se echa
barro indiscriminadamente puede resultar manchada gente honorable como la
impecable primera ministra Beatriz Merino con quien trabajé o Henry Pease o Luis Solari o los funcionarios
y asesores con quienes fundamos el Foro Democrático como Fernando de la Flor,
César Rodríguez Rabanal, Alberto Borea, Angel Delgado o Juan de la Puente. O el
ahora apesadumbrado ex directivo de Perú Posible Luis Thais. Condolencias
compartidas.
Que la congresista fujimorista
Úrsula Letona pida que todos los ministros del gobierno de Toledo sean
investigados y den un paso al costado en la actual gestión de gobierno, es un
exceso y un abuso. La presunción de inocencia es garantía universal de
justicia. A la que se une cada trayectoria personal como indicador de solvencia
ética.
No podemos dejar de reiterar que el
saneamiento de la moral pública requiere un cambio radical en la manera de
hacer política, a comenzar por las formas de llegar al poder. Nadie logra la Presidencia
de la República o la representación en el Congreso sin gastar grandes
cantidades de dinero que irrigan candidaturas obligadas a conseguir
financiamiento hipotecando conciencias y futuras gestiones.
Esto
habría sucedido con la campaña de Ollanta Humala financiada desde el exterior,
con dineros brasileños y venezolanos. O con el presidente Santos laureado con
un Nobel de la Paz hoy sospechoso de la contribución para nada inocente de
Odebrecht. O con el presidente panameño que pide distinguir entre soborno y
contribución electoral en una línea para nada sutil que encierra una estrategia
para ocultar el escándalo. Y mucho más.