TALA ILEGAL, MUERTE
Y DESTRUCCION
Publicado en Diario 1 el 20 de septiembre 2014
Todos
escuchamos hablar del cambio climático pero a nadie parece interesarle. No es
con nosotros, creemos que vendrá en un futuro en el que ya no estaremos. No
imaginamos vivirlo o sufrirlo y da la impresión de que las amenazas son
discurso puro. Pero hay quienes son capaces de dar su vida por defender sus
comunidades, sus tierras, por evitar sus terribles consecuencias. Luchan como
héroes solitarios contra un calentamiento global que ya está aquí con todos sus
peligros.
Entre estos luchadores estaban los dirigentes
ashaninkas Edwin Chota Valera, Leoncio Quincima Meléndez, Jorge Ríos Pérez y
Francisco Pinedo, de la Comunidad Nativa de Alto Tamaya Saweto. Defendían sus
tierras, su gente y su comunidad acusando públicamente, desde hace varios años,
la ausencia del Estado en la zona, temiendo por su vulnerabilidad, por las reiteradas
amenazas de la gente dedicada a la tala ilegal dentro de sus territorios, con graves
impactos en nuestros ecosistemas y en la propia vida de los pueblos indígenas.
Pero
daba la impresión de que estos dirigentes gritaban en el desierto. Llegados a
Lima se reunieron con altas autoridades pero nada de lo prometido pudo evitar su muerte que ocurrió cuando se
encontraron con un grupo de madereros mientras se dirigían a una reunión de
líderes de esa etnia de Perú y Brasil para reconsiderar su
estrategia de revisión de fronteras para hacer frente a la deforestación de sus
territorios.
¿Qué
hay detrás del asesinato de estos héroes populares que se atrevieron a evidenciar
el millonario e impune tráfico de madera, que está acabando con nuestra
Amazonía? Estas muertes han puesto los reflectores –momentáneamente- sobre
las peligrosas mafias de tala ilegal que operan desde hace mucho en las
zonas más alejadas y desprotegidas de nuestra selva. Es cierto que ha habido conmoción
en los principales medios de información del mundo y por supuesto en la selva
pero no tanto en nuestros medios copados por la campaña electoral municipal y
regional.
El cambio climático es la peor espada
de Damocles que enfrenta la humanidad y todos deberíamos estar unidos antes de
que sea demasiado tarde. No nos sensibilizan ni las catástrofes que estamos
viendo ni la acidificación de los océanos ni las inundaciones masivas ni las
destrucciones de los ecosistemas.
Cercanos
a la próxima cumbre climática mundial -que se celebrará en Lima del 1 al 12 de
diciembre- ojalá el holocausto de estos líderes indígenas sirva para reconocer
el valor de nuestros recursos y que no sean declaraciones de un día o solo las
investigaciones para poner tras las rejas a los responsables de estos asesinatos.
Se requiere más, que el gobierno sea interlocutor permanente de organizaciones
como la Central
Asháninka del Río Ene que representa a 17 comunidades e intenta atender las
demandas y aspiraciones de los pobladores asháninkas del Ene, resguardando
y potenciando sus derechos. Más aún cuando los mismos TLCs se refieren, entre
sus cláusulas ecológicas, a la tala ilegal de maderas
amenazadas con la desaparición.
No se trata de un caso aislado ni solo de un tema criminal policial. No podemos estar tan lejanos
y tan indiferentes a la vida de peruanos que habitan otros espacios tan
nacionales como Lima y más aún a sus clamores contra ese calentamiento global
que nos afectará a todos. La ONU sabe que esta es una de las tremendas amenazas
climáticas que nos acechan, por eso ha decidido reunir a los líderes mundiales
en Nueva York en una cumbre que trate esta emergencia global. Que el gobierno
haga llegar el mensaje de los ashaninkas inmolados, que repercuta en las
conciencias de esos líderes, es una deuda a su martirio.