sábado, 3 de septiembre de 2011

PARA NATALIA LÈVANO


LA DULZURA, LA ALTIVEZ, LA DIVINA FINEZA
Nos conmueve la desaparición de Natalia de Lévano, la compañera amable y amorosa de César Lévano, el hombre de la pluma y la consecuencia en ristre. Nos conmueve porque con su partida se va la mitad de esa pareja ejemplar a la que veíamos con su invariable sonrisa de complicidad y  amor. Algo que los años no habían permitido cambiar, algo que proyectaban sin saberlo.
Para César, como lo ha escrito en su columna más sentida, fue la esposa de toda la vida, la delicada y hermosa flor que supo acompañarlo y ayudarlo siempre. Cuánto nos enseña ese bello epitafio desde el corazón.

Porque bien dice César, Natalia era “el retrato vivo de la mujer fuerte y dulce de nuestro pueblo”, que nunca perdió esa sensibilidad y esa presencia al lado de su pareja enamorada, con el hálito del sufrimiento y la melancolía de los días tan duros que vivieron de a dos y también en familia.

Se ganaron el respeto y la admiración de sus amigos. Los recuerdos vienen de la política y la firmeza, de la valentía y de la entrega, de la convicción y de la fuerza, en tiempos difíciles cuando las ideas comunistas de don César lo llevaron a la cárcel defendiendo lo que pensaba era lo mejor para su país y su gente. Los recuerdo en pareja con una juventud siempre rescatada que no se ha ido con los años y que tampoco se irá ahora que Natalia ha partido porque está ligada a los sueños sociales y a la protesta, aquellos que germinan en los corazones en los años aurorales y continúan en los siguientes sólo en las almas predestinadas a albergarlos como vitrina para que el mundo vea que no han perdido valor.

Natalia y César son un símbolo que no se desvanece. La foto de sus años juveniles es la imagen de tiempos convulsos llevados con audacia y valentía. El poema de César en su columna de homenaje a Natalia lo muestra como es: el vate combatiente del amor y de la política, el guerrero de los sueños sociales.

Gracias a ambos por estar juntos y presentes, por dar sentido a la rebeldía vivida con alegría a pesar de la melancolía y de las ilusiones sociales todavía no cumplidas. Y nuestras condolencias a los hijos, a la familia y a los amigos que como Manuel Acosta y Carlos Hayre, sentirán esta partida como un gran vacío de “la dulzura, la altivez, la divina fineza” de Natalia.