QUE LO VIVIDO NO SEA EN VANO
Keiko Fujimori llegó arañando la segunda vuelta pero llegó. Y con ello hizo realidad la pesadilla de muchos y el sueño de los pocos que aguardan ansiosamente retornar. De los que esperan salir de las cárceles con una amnistía que los conducirá directamente al entorno privilegiado de las decisiones de Palacio. La entrega de Juan Carlos Hurtado Miller es una señal. El regreso triunfal se va configurando con apoyo de la derecha tradicional y temerosa. Si hasta difunden presuntas prácticas satánicas de Ollanta Humala. ¡Welcome a la edad media!!.
Estos temores ridículamente primarios con los que están acosando a los sectores A y B constituyen una vergonzosa apuesta para lograr su favor. Lejanos están los tiempos en que una irresponsable izquierda aupó al desconocido Alberto Fujimori a la presidencia de la República para impedir la llegada de Mario Vargas Llosa. Hoy el centro y la izquierda le deben al país una cruzada patriótica para evitar el retorno de Fujimori con nuevo rostro, no por simpático y juvenil menos tóxico y representante de masacres, malos manejos y mafias.
Fujimori fue reelecto en 1995 por haber vencido a la subversión y puesto fin al caos económico y a la hiperinflación. Pero eso es historia pasada, ahora los peruanos estamos felizmente lejos de esas preocupaciones y también lejos de presuntas hipotecas emocionales y absurdos agradecimientos.
Los peruanos queremos consolidar la democracia, no lo haremos votando por la hija de quien la atropelló ostensible y largamente. Deseamos luchar contra la pobreza pero como bien ha dicho PPK el oncenio fujimorista fue el periodo donde más se profundizó la pobreza extrema. Buscamos erradicar la corrupción como flagelo estructural y no lo lograremos votando por quienes se llevaron el país en peso depredando y haciendo desaparecer alegremente los recursos de la privatización. Pretendemos que el crecimiento económico sea menos desigual, algo que Fujimori no logró al optar por la repartija y el clientelismo. Necesitamos el respeto inquebrantable de los derechos humanos y no habría peor señal al mundo que la continuidad gubernamental del violador actualmente en la cárcel esperando ser liberado. Debemos luchar contra el narcotráfico que avanza y que peor que aprobar el retorno de quienes fueron socios mayores de esa lacra a través de Vladimiro Montesinos. Finalmente nos toca defender la libertad de prensa y de información de quienes dominaron los medios mediante la oprobiosa adquisición de las conciencias de dueños y líneas editoriales.
Lo que el fujimorismo hizo mal lo hará peor. La hija del dictador reivindica orgullosamente al padre y lo considera el mejor gobernante que hemos tenido. ¿Dónde quedan las distancias que tomará? El cuadro se agrava cuando vemos el retorno de los depredadores defendiendo en los medios de comunicación su opción como si nada hubiera pasado en los diez años transcurridos.
Estas elecciones han demostrado que en el Perú no tenemos partidos políticos ni líderes con capacidad de renuncia o de endose, son clubes electorales buscando el poder en beneficio propio, individual o de grupos. Sin embargo la ciudadanía puede darles el beneficio de la duda. Es el momento de que prueben su opción por la democracia y no por el autoritarismo que los arrinconó durante una década.
En el 2006 García le cortó el paso a Humala implantando el temor al cambio radical. Contaba con el principal partido del país de raigambre socialdemócrata. El país votó entonces por el cambio con dos opciones que lo ofrecían desde la izquierda, centroizquierda y centro derecha. Hoy queremos cambio aunque las ideologías se hayan ido difuminando.
Fujimori apela al populismo-clientelismo de su padre y a sus obras en los rincones más pobres de Lima y del país. Su principal arma es el terrorismo blanco, azuzar los temores ante un supuesto Velasco o un Chávez por venir. Pero el Perú no está en la edad media, los recuerdos del dictador están todavía vivos y da más miedo Vladimiro Montesinos que Hugo Chavez o Juan Velasco. Los anticuerpos del fujimorismo están ligados al presidente extraditado, juzgado y encarcelado, por un juicio justo reconocido en el mundo y a los desmanes que decidió y protagonizó con su asesor. Sin embargo nada parece haber sido asimilado, ningún espíritu de enmienda se percibe cuando anuncia su pronta liberación y entiende que ese 23% que votó por su hija lo está liberando de culpas. Entonces de nuevo y a acomodarse.
Humala nunca ha estado en el poder y en el 2006 ganó en todo el país fuera del departamento capitalino. Hoy Lima es uno de sus bastiones y sus líneas de acción están vinculadas al sentir ciudadano más que a las ideologías: anticorrupción y redistribución dentro del respeto a las reglas democráticas y a la disciplina fiscal son ejes que muchos compartimos.
Humala está obligado a representar una coherente centro izquierda que atienda lo socialmente urgente dentro de los márgenes del modelo liberal. Esto es lo que impone la inserción en la globalización. Por ello parecería atinada la participación de destacados liberales sociales al igual que los convocaron los líderes izquierdistas latinoamericanos que triunfaron, Ricardo Lagos, Michelle Bachellet, Inacio Lula, Tabaré Vásquez. Ello ha hecho que el modelo social demócrata no sea temido sino más bien respetado y seguido en el continente. Y es que va quedando demostrado que más que hacia la izquierda, América Latina va girando hacia la centro izquierda a partir del equilibrio que emerge de la participación social y los consensos.
Humala ha expresado su acercamiento al modelo Lula más que al de Chávez que solo se sostiene por el petróleo. El Perú basa su desarrollo en materias primas. Es cierto que no nos vendría mal un petróleo más barato aunque sin influencias ni dependencias suicidas.
Le toca a Humala ocupar la centro izquierda a partir de su apertura a la concertación. Estamos en el tiempo del diálogo para impedir el retorno del fujimorismo. Si no lo logra la historia no lo absolverá. Deberá demostrar ahora su capacidad de estadista convocando a los mejores y a los más honestos. Felizmente tiene muy buen entorno y una bandera insoslayable: la revolución ética posible.
Que lo vivido no sea en vano. Repitiendo a Steven Levitsky, “Se puede tener dudas de Humala, pero de Fujimori tenemos pruebas”.