lunes, 4 de marzo de 2019


¿DÓNDE ESTÁ 
LA BRÚJULA?

En diario Exitosa el 03 de Marzo 2019
Martin Vizcarra parece perder la brújula en un momento en que los huaicos físicos y políticos arrecian. Vizcarra escucha a quienes quiere escuchar pero no a las calles que lo encumbraron y hasta ahora han sido su única base de poder. La insuficiente reconstrucción del norte, el avance de la inseguridad ciudadana, la economía estancada con bajo crecimiento, la salud con la gravedad de la anemia que crece, son problemas que claman acciones concretas. El país puede sentirse desprotegido con un gobierno débil o peor aún ineficiente.
 
La judicialización de la política avanza aunque de alguna manera afectado por el liderazgo ético anticorrupción personificado en un Martín Vizcarra que pierde puntos por denuncias, desconfianza u omisiones. Con una contraparte mediática que convierte la información en espectáculo y minimiza, dramatiza o banaliza noticias con titulares a veces engañosos. Vivimos tiempos de posverdad en el que necesitamos mucha verdad para entender el país actual y lo que puede venir.
Podemos traer al análisis el concepto que la politóloga española Eliane Brum ha llamado “autoverdad”, entendida como la valorización de una verdad por ser personal y autoproclamada, una verdad del individuo, divulgada y extendida por la facilidad que da la internet para “decirlo todo”.

El valor de esta verdad está en quien lo dice no en su vínculación con la realidad. Lo que digo vale porque lo digo yo,  no porque necesariamente sea verdad. Un concepto que se aplica como anillo al dedo a los discursos de Martín Vizcarra próximo a cumplir su primer año de gobierno.

Martin Vizcarra ha navegado aguas políticas, en principio difíciles, convenciendo con sus discursos y sus buenas frases aunque éstas no siempre se relacionan con la realidad. Se autoproclamó líder anticorrupción pero los cuestionamientos que lo afectan han generado dudas y desconfianza expresadas en los puntos que va perdiendo en las encuestas y en las calles. Y esta baja es ya peligrosa tendencia cuando la corrupción no solo no ha desaparecido, es un problema fundamental en el Perú. Y cuando el desembalse de confesiones desde Brasil afecta a lo más importante de la clase política. Se le cuestiona por sus vínculos con el club de la construcción, en especial con Odebrecht y por incumplimientos u omisiones de gobierno.

Vizcarra está en un terreno movedizo aunque a tiempo de revertir la tendencia que refleja un estado de ánimo de cuestionamiento. Se le exigen respuestas que devuelvan la confianza popular y social y acciones gubernamentales eficaces. A lo que se agrega la autoverdad a la que ya no podrá recurrir si su figura se desvaloriza. Quienes le atribuían sinceridad y honestidad provincianas dudan. Y su viaje a España y Portugal en plena emergencia nacional anota falta de sensibilidad ante el drama social que lo ha obligado a retornar antes de lo previsto.

Está en cuestión su liderazgo político ligado a la ética. A lo que se agrega la indefinición de prioridades. No basta con su influencia personal y su repercusión mediática. Necesitamos señales para dar confianza lo cual pasa por convocar a gente que conoce de crisis. Seguiremos.

Unas líneas para expresar profundas condolencias para el país, la familia y los amigos de ese gran señor del derecho y de la decencia que fue don Carlos Vela Martillo. Su partida deja un gran vacío mucho más sentido en este tiempo de lamentable crisis de valores. El Perú requiere más peruanos de su calidad. Honor al honor.



EL DESCONCIERTO 
DE VIZCARRA

En Correo el 02 de Marzo 2019

La corrupción está en su momento más crítico, la población la considera el problema nacional más grave y el desembalse de revelaciones desde Brasil amenaza lo más importante de la clase política. Lo contradictorio es que Martín Vizcarra -auto designado líder anticorrupción- afronta una tendencia a la baja en las encuestas y en las calles que responde a un estado de ánimo de desconfianza y de indignación ante cierta parálisis gubernamental que el presidente debería poder revertir.

Martín Vizcarra logró avasallar al Legislativo y al fujimorismo, impuso un referéndum que ganó y eliminó la tradicional reelección parlamentaria. Pronto cumplirá su primer año de gobierno bastante lejos de la luna de miel pero también debería estarlo de los discursos casi monotemáticos con los que quiere convencer que la corrupción lo quiere sacar de la presidencia.

Pero el tema no va por ahí. Dados los cuestionamientos que lo complican se le exigen respuestas políticas racionales pero su reacción ha sido un viaje protocolar a Europa en un momento muy complicado por la emergencia con una comitiva poco relevante, sin tender puentes con el Legislativo cuando más los necesita.

En el tiempo de los huaicos políticos -vinculados a los físicos- destaca la inacción en la reconstrucción del norte a lo que se agrega urgencias como la salud pública con la gravedad de la anemia, la inseguridad ciudadana, la violencia contra la mujer y sobre todo el estancamiento de la economía con un bajo crecimiento. Vizcarra escucha a quienes quiere escuchar pero no a las calles que lo encumbraron y han sido su único puntal. Y ahora exigen acciones concretas que no llegan. El resultado es la sensación de desprotección y de gobierno débil o peor aún ineficiente o poco ético. Tiempo de replantear estrategias y de gobernar con una agenda precisa. Y de convocar a quiénes saben qué hacer en momentos críticos.