LA ESENCIAL AUTONOMÍA
DE PODERES
Publicado en el diario Exitosa el 20 de enero 2019
La indignación contra la corrupción se agrava con la negligencia o la
ineficiencia de Odebrecht que a la megacorrupción ha agregado el repulsivo
desastre no natural que afecta a cientos de familias en San Juan de Lurigancho.
Los malos olores y la fortísima contaminación que ponen en peligro la salud y
la vida son una significativa metáfora de la inoculación antiética que nos
invadió con base en la presunción de un Estado frágil y de una clase política
proclive a la corrupción sin principios ni valores morales. Nada más insultante
que esto.
Y en momentos de clímax por las revelaciones que surgirán del encuentro en
Brasil, la justicia anticorrupción genera una espiral de miedo a la exposición a
la vindicta pública en este caso la televisiva como parte de un coro bien
afinado en favor del Ejecutivo. En esta espiral se mantuvo atrapado Pedro
Gonzalo Chávarry, el renunciante Fiscal de la Nación. Entre quienes lo creían
de su lado y quienes le temían. Fue el eje de un inédito linchamiento mediático
que comenzó con la impugnación de una mentira y se prolongó con ataques y
culpas que lo convirtieron en enemigo público, más peligroso que cualquier
avezado criminal. La historia abordará este episodio como un fenómeno que se
entiende más como persecución o defensa por consignas corporativas que por crímenes
o virtudes individuales.
Chávarry renunció al comienzo del año por no haber renovado su encargo a
los fiscales Rafael Vela y Domingo Pérez. A ello se agregó el deslacrado de
oficinas pertenecientes a su despacho que el juez no había ordenado lacrar.
Pero la suerte parece estar echada dado el poco o ningún espacio para la
disidencia en la interpretación jurídica o política.
Lo que tenemos es una sacralización del poder punitivo con fiscales y
jueces convertidos en héroes por multitudes que pretenden definir la política
judicial y penal. En esa línea se
cuestiona la decisión de la Corte Superior a través de la Sala de Apelaciones
que preside el Juez Salhuanay que aprobó la recusación al juez Richard
Concepción Carhuancho por parcialidad presentada por Jaime Yoshiyama. A pesar
de la grita callejera y mediática la gran mayoría de abogados y expertos lo
consideran un fallo lamentable pero justo.
Y es que la imparcialidad de la justicia no depende tanto de las individualidades,
que no pueden dejar de ser subjetivas, como de la defensa y del respeto a garantías
como la presunción de inocencia y el equilibrio de poderes. Nada más peligroso para
la concentración del poder que la intervención del Ejecutivo en la Fiscalía,
entidad encargada de todas las investigaciones. Por eso es saludable el archivamiento
por el Congreso del proyecto de Martín Vizcarra que eliminaba la Junta de
Fiscales Supremos. Tan saludable como la activación de los mecanismos internos
del Ministerio Público en protección de su autonomía constitucional esencial para
el Estado de Derecho.