miércoles, 22 de febrero de 2017


LA GUERRA DE TRUMP
CONTRA LA PRENSA

Publicado en la revista Vela Verde del 20 02 17

Donald Trump tiene una relación difícil con los medios. Los critica un día sí y otro también. El líder máximo del país del liberalismo no está para nada feliz con la libertad de prensa. No le gusta que no repitan su verdad, no quiere críticas ni versiones alternativas. Es exigente con su propio dogma, el del triunfo completo con base en el dinero que le ha permitido hacer el camino a la casa blanca como quien escala una cumbre. Que alguien no lo reconozca lo pone mal. Y por ello considera a los medios tergiversadores o deshonestos. Pero se cuida de proporcionarles noticias y debates bien aderezados de sensacionalismo.

Los medios de comunicación están descolocados, obligados a preguntarse si ayudaron con su crítica y su responsabilidad a victimizar a Trump para que se convirtiera en ganador. ¿Cuántas horas de televisión gratuita le concedieron en el afán que el elector viera el peligro que representaba, banalizando sus propuestas o levantando sus aspectos de personaje más  pintoresco que positivo. Lo beneficiaron con el escándalo permanente. La prensa pudo pecar de excesiva o de cándida pero siempre confió en su poder para exponer razones y orientar al ciudadano denunciando el peligro de un presidente grosero, nacionalista y xenófobo. Finalmente resultó un juego perverso en el que el elector votó por reacción a las razones, más conectado con las emociones primarias que le inspiraba el candidato permanentemente atacado.

PUGNA PERVERSA

Así sostuvo su campaña y así comenzó su mandato enfrentado al llamado cuarto poder, muchas veces el primero, acostumbrado incluso a dominar gobiernos. El poder político hoy se juega en el terreno de la información por eso hay políticos que hacen prensa y periodistas que hacen política. La comunicación da poder y distribuye poder.


Pero con Trump esta pugna tiene aristas perversas, estamos ante un gobernante con claros antecedentes de intolerancia, antes de ser presidente ya había amenazado a varios medios con demandas por difamación. Por eso el Comité para la Protección de los Periodistas considera que su gobierno encarna un peligro “sin precedentes” para la libertad de prensa por su “traición a los valores de la libertad de expresión”.

Ya en su primera comparecencia pública como presidente de Estados Unidos, en la sede de la CIA, otro símbolo de poder, acusó a los medios de haber mentido sobre la asistencia a la jornada inaugural. "Estoy con vosotros en un 1.000%. El motivo por el que sois mi primera visita es que estoy embarcado en una guerra con los medios. Están entre los seres humanos más deshonestos de la tierra".

En esta misma línea de confrontación el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, advirtió que los periodistas "rendirán cuentas" por la manipulación intencionada de la cifra de asistentes a la investidura presidencial. La actitud oficial es de exigir explicaciones a los periodistas y no darlas. Y sucedió en la misma sala de prensa en la que Barack Obama se despidió con una defensa encendida de la libertad de prensa y del derecho de los periodistas a pedir cuentas al poder.

Donald Trump trae un estilo grosero para mentir y avasallar al discrepante. Quiere imponerse por el miedo e incitar a la autocensura para que no lo critiquen.

Están en problemas la libertad de prensa y el derecho a la información. Por tanto no incumbe solo a los periodistas, son los ciudadanos los afectados. Tanto el periodista como el político son mediadores que junto al ciudadano deben defender sus derechos y ejercer la resistencia civil. 

Pero Trump se ríe de estos asertos porque pretende defender al ciudadano al estar contra los medios, una treta efectiva que se basa en el rechazo que puede sentir el ciudadano por los excesos de la prensa, aprovecha del descrédito agravado en estos años de crisis.

HEGEMONIA E IMPUNIDAD

En realidad lo que quiere y está logrando es imponerse sobre los medios para buscar la hegemonía y la impunidad, protegiéndose de informaciones peligrosas. El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación quiere profundizar en los negocios de Trump, con un escrutinio similar al de los 'papeles de Panamá'. Avizoran que ahí podría estar su talón de Aquiles.

Los principales editores de 'The New Yorker', 'Slate', 'The Huffington Post' y la cadena Univisión debatieron en Nueva York, moderados por Brian Stelter de la CNN, sobre este desafío. Que la CNN se haya convertido en enemigo de la Casa Blanca es una ironía. Pero el público que votó a Trump  no lee los medios serios que considera liberales y elitistas. Son más tributarios de Fox News y de las publicaciones amarillentas de Rupert Murdoch el magnate mediático que sustentó al Tea Party, la facción republicana ultraconservadora que agita el odio como una mercancía informativa. La batalla se dará en las cadenas de clásicas, ABC, CBS y NBC, y en sus filiales locales para llegar al gran público con la información y la opinión.

Para Trump los medios son la oposición política. Les aplica la demagogia, el nacionalismo, los ataques exacerbados y el odio que tienen éxito en distintas partes del mundo donde la democracia liberal está puesta a prueba frente al extremismo populista que, de derecha o de izquierda, se caracteriza por amenazar la libertad de expresión y la libertad de prensa. Sus ataques buscan destruir la credibilidad para dejar espacio a los medios que pueda controlar y que lo apoyan sin exigencias.

El director de The Washington Post, Martin Baron, detalló los improperios que Trump les había dirigido sistemáticamente: “Asquerosos”, “escoria”, “la forma más baja de vida”, “enemigos”, “basura”. A El País lo llamó “Máquina de Fango”. Trump sobrevivió así al escándalo de sus agresiones sexuales a las mujeres y ha evitado presentar la declaración de impuestos que la prensa reclama. Denuestos especialmente útiles para eludir la explicación de sus fuentes de financiación.

Trump juega al desprestigio de la prensa sabiendo que hay un rechazo de base que se ha ganado por su cercanía al poder, su parcialidad, su manipulación y arrogancia, su rechazo a una regulación básica que permita un ejercicio equilibrado del poder mediático. Algo evidente en plena avalancha digital que trae nuevos medios y nuevos receptores con posibilidad de crear y responder contenidos propios.

El desafío digital puede fortalecer la prensa tradicional o debilitarla según la opción de los propietarios de los medios. Se hacen más frágiles si deciden continuar subordinados al poder político o económico cuando lo que se requiere es una prensa independiente y fuerte que gane nuevamente la confianza de los usuarios.

Antonio Caño, director de El País, es fuertemente autocrítico sobre los errores de los periódicos. “Exageraciones, inexactitudes, frivolidades, omisiones, descuidos… están a la orden del día en una profesión que, además, ahora se ve obligada a trabajar en peores condiciones laborales. Pero todos los defectos imaginables no son suficientes para olvidar la decisiva función de vigilancia que los periódicos cumplen en una sociedad democrática. Sin ellos, simplemente estaríamos a merced de los embusteros y los manipuladores”.

PRESERVAR LA DEMOCRACIA

En esta guerra se trata de preservar los valores democráticos más allá de la orientación ideológica, de los intereses o del modelo económico que ciertamente defienden los medios. Hablamos de pluralidad pero también de transparencia. Si los medios quieren afianzar su credibilidad deben respetar el derecho a la información y los códigos éticos que asuman.

Mucho cuidado con Donald Trump, no es una golondrina de verano. Tendrá imitadores en todos los países como signo de una época en la que los populismos y ultranacionalismos son una respuesta a la globalización que deja muchos perdedores que exigen respuestas diferentes. Ya se anuncian problemas en las elecciones presidenciales en Austria y Francia.

Y es que los candidatos antisistema en Europa y EE UU avanzan sobre el fracaso de las promesas de seguridad y prosperidad así como de la incapacidad de contener la corrupción. Lo sabemos bien en el Perú donde el rechazo a las élites y al sistema prospera rápidamente sin importar que sea el mayor factor de desarrollo del populismo.  La gente reprocha a las élites de estar al servicio de sí mismas, y no del pueblo. Crítica esencial cuando las personas elegidas democráticamente  defienden sus bolsillos y no el interés general.


Mientras tanto proliferan los comentarios procaces, la adoración del dinero y el desprecio a los que no lo tienen. La prensa no puede dejar de repercutirlos. Es una trampa que el francés Bernard-Henri Lévy grafica brillantemente “Los insultos en boca de este multimillonario artista de la estafa, con varias quiebras en su haber y posibles vínculos con la mafia, se han vuelto la síntesis del Credo Americano; comida basura para la mente, llena de ideas grasosas que tapan los sabores cosmopolitas, más sutiles, de la infinidad de tradiciones que compusieron el gran idilio estadounidense”. No hay más.