JAVIER VIVE
Javier
Diez Canseco representó el coraje, la convicción y la fuerza de las ideas, la
pugnacidad por encima de las limitaciones. A lo largo de su vida dio
innumerables batallas y nunca lo vimos retroceder ni quejarse. Siempre en la
vanguardia nunca buscó condecoraciones ni distinciones.
En estos
días de tristeza por su enfermedad, sucesivos y multitudinarios homenajes, reunieron
a la gente más disímil que reconocía en Javier altísimos valores de honestidad,
coraje y consecuencia. Porque luchó con una militancia estoica y revolucionaria,
con un genio recio más allá de sus limitaciones físicas, poniendo de manifiesto
una energía extraordinaria y un gesto siempre rebelde y radical, dedicado a un
pueblo que lo reconocía como uno de sus mejores hijos, con el que se identificó
en esfuerzos, sentimientos y
pensamientos.
Javier estará
siempre en la primera fila de reflexión y acción para la lucha política y
social que él supo liderar como ninguno, sin temor a la confrontación, haciendo
de la verdad bandera. Fue el paradigma del revolucionario que desea
fervientemente cambiar el país y hasta el final su espíritu intacto lo impulsó
a enviar mensajes de unidad y fuerza moral. Desde la tribuna periodística supo honrar
compromisos y valores en las batallas en las que fue certero protagonista y
líder indudable.
Fuimos
testigos de su batalla contra la dictadura fujimorista. Tantas
veces llegaba a las reuniones en silla de ruedas. Tuvo la idea original de la
Marcha de los Cuatro Suyos que ayudó a organizar junto Alejandro Toledo en un
comité que compartimos. Antes y durante casi una década estuvo en el Comité
Cívico por la Democracia y en el Foro Democrático forjando una confluencia definitiva
que se concretó en el Acuerdo de Gobernabilidad, impulsado por Gustavo Mohme
Llona en Noviembre de 1999.
Javier tenía mucho para dar a nuestra sociedad
tan necesitada de valores morales, humanos, sociales y políticos. Bregó por el
rescate de la política y su indispensable conexión con la ética. Javier no deja
el campo de batalla, nunca será historia, su palabra y su imagen no se borrarán
de la retina de sus compañeros de acciones, en las calles, en la tribuna
congresal, en las asambleas donde conmovía e impresionaba su cultura y
versación junto a su idealismo juvenil y su pensamiento sensibilizado por las carencias
políticas y sociales. Nunca podrá ser pasado, será siempre la figura de hoy, con
su energía y su proclama.
Gran abrazo de condolencias para su compañera Liliana, para sus hijos y familia
y en especial para todos los peruanos que lloramos su partida. Llegado el momento de los reconocimientos y
de la expresión del cariño y la admiración que supo ganarse entre quienes lo
conocimos, su imagen nunca abandonará a los desheredados y a los débiles por
los que entregó vida, voluntad y energía. Javier vive.