domingo, 5 de mayo de 2013

LOS SIMBOLOS NO MUEREN


JAVIER VIVE

Javier Diez Canseco representó el coraje, la convicción y la fuerza de las ideas, la pugnacidad por encima de las limitaciones. A lo largo de su vida dio innumerables batallas y nunca lo vimos retroceder ni quejarse. Siempre en la vanguardia nunca buscó condecoraciones ni distinciones.

En estos días de tristeza por su enfermedad, sucesivos y multitudinarios homenajes, reunieron a la gente más disímil que reconocía en Javier altísimos valores de honestidad, coraje y consecuencia. Porque luchó con una militancia estoica y revolucionaria, con un genio recio más allá de sus limitaciones físicas, poniendo de manifiesto una energía extraordinaria y un gesto siempre rebelde y radical, dedicado a un pueblo que lo reconocía como uno de sus mejores hijos, con el que se identificó  en esfuerzos, sentimientos y pensamientos.

 
Javier estará siempre en la primera fila de reflexión y acción para la lucha política y social que él supo liderar como ninguno, sin temor a la confrontación, haciendo de la verdad bandera. Fue el paradigma del revolucionario que desea fervientemente cambiar el país y hasta el final su espíritu intacto lo impulsó a enviar mensajes de unidad y fuerza moral. Desde la tribuna periodística supo honrar compromisos y valores en las batallas en las que fue certero protagonista y líder indudable.

 
Fuimos testigos de su batalla contra la dictadura fujimorista. Tantas veces llegaba a las reuniones en silla de ruedas. Tuvo la idea original de la Marcha de los Cuatro Suyos que ayudó a organizar junto Alejandro Toledo en un comité que compartimos. Antes y durante casi una década estuvo en el Comité Cívico por la Democracia y en el Foro Democrático forjando una confluencia definitiva que se concretó en el Acuerdo de Gobernabilidad, impulsado por Gustavo Mohme Llona en Noviembre de 1999. 
 
Javier tenía mucho para dar a nuestra sociedad tan necesitada de valores morales, humanos, sociales y políticos. Bregó por el rescate de la política y su indispensable conexión con la ética. Javier no deja el campo de batalla, nunca será historia, su palabra y su imagen no se borrarán de la retina de sus compañeros de acciones, en las calles, en la tribuna congresal, en las asambleas donde conmovía e impresionaba su cultura y versación junto a su idealismo juvenil y su pensamiento sensibilizado por las carencias políticas y sociales. Nunca podrá ser pasado, será siempre la figura de hoy, con su energía y su proclama.
 
Gran abrazo de condolencias para su compañera Liliana, para sus hijos y familia y en especial para todos los peruanos que lloramos su partida. Llegado el momento de los reconocimientos y de la expresión del cariño y la admiración que supo ganarse entre quienes lo conocimos, su imagen nunca abandonará a los desheredados y a los débiles por los que entregó vida, voluntad y energía. Javier vive.
 
 
 

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