¿CONCERTACIÓN
Y AGENDA ÚNICA?
Es difícil
aunque no imposible. El nuevo Congreso está lejos de ser la perfecta
representación democrática o el anuncio de eficiencia concertada. Hasta donde
vemos nada asegura que será mejor que el malamente cerrado, la improvisación determinó altísimo ausentismo y marcado desinterés
ciudadano. El resultado no ha traído mayorías, lo que tenemos es un
archipiélago de minorías que ha dejado atrás antiguas fuerzas que no superaron
la valla. Están presentes desde radicales dogmáticos y teocráticos como la UPP
de Antauro Humala y los fratricidas del FREPAP hasta centristas con relativa
ventaja como Acción Popular. No hay liderazgos claros. No lo tienen la izquierda
ni los morados vizcarristas.
En suma una pesadilla para la posible agenda única
que aborde las urgencias: la inseguridad, el desempleo, la salud más la
reconstrucción del norte que es una oda a la insensibilidad e incapacidad
gubernamental. Los que no aparecieron en las encuestas pretenden el control. Los
pesimistas ven una fragmentación suicida y sorda, una Torre de Babel dentro de
la cual ni escucharán ni se dejarán escuchar.
La convivencia política parece casi
imposible con idiomas distintos en los que no figuran la tolerancia o la
negociación en pos de intereses superiores. Los optimistas son muy pocos. Nunca
más claro lo de ir por lana y salir trasquilado. Vizcarra apostó al todo o nada
y puede tener lo segundo pues el apoyo que podría lograr de este multiforme
Legislativo se diluye. Nunca más compleja nuestra diversidad reflejada en un
conjunto de congresistas que podría ser incontrolable e ingobernable.
Todas las
sangres pueden ser pero no se avizoran alianzas dominantes ni consensos pro
gobernabilidad menos aún acuerdos valiosos. Lo que surge tras bambalinas es un
posible momento constitucional impulsado por los radicalismos que esperan milagros.
La Constitución puede ser cambiada pero por si sola no transforma a la sociedad
ni a sus gobernantes. Esperamos equivocarnos.