ALAN GARCÍA,
EL INTELECTUAL Y EL POLITICO
Publicado en el Portal Punto de Encuentro el 10 04 2015
Se ha dicho que la política no es una actividad propia de
los intelectuales sino de los hombres y mujeres de acción. Nada más equivocado.
Que puede ser mejor que una acción inspirada en una profunda reflexión, bien meditada
antes de ser emprendida. El hombre o la mujer
de ciencia o de letras, pueden en algún momento de su vida decidirse por la
política para aportar a su sociedad, para canalizar su saber en beneficio de un
buen gobierno. Porque la política debe nutrirse de ideas e ideales y cuando hay
voluntad de participar hay que dar el paso. Lo saben bien los jóvenes
estudiantes que se movilizan por causas comunes. Y lo hacen con la seguridad de
que su preparación redundará en la eficacia de la acción política que pudieran
emprender.
Alan García
Pérez no es un político tradicional, es un intelectual que hace política o un
político que estudia, escribe y reflexiona. Una rara avis en nuestro medio en
donde muchos entienden que cualquiera con recursos económicos puede ser
político y ejercer la delicada tarea de gobernar sin mayor preparación. Con el
título de Obras, lo dicho y lo escrito,
el líder aprista nos entrega nueve tomos en busca de armonizar lo vivido y lo
propuesto. Los ha presentado con gran suceso en el Teatro Nacional ante lo más
graneado del ambiente político y académico. Porque García ha logrado en su
devenir vital unir estos dos mundos que nunca deberían estar desencontrados. No
por gusto dirige el primer instituto de gobierno creado en el Perú. Y aunque
todavía está en plena actividad se arriesga a adelantar memorias y confesiones
personales recopilando obras, discursos, entrevistas y artículos entre 1979 y 2014.
Material
no le falta y no puede extrañar a quien lo conoce su calidad prolífica desde
que es un conversador inmejorable y motivador, excelente narrador de anécdotas,
reflexivo e inspirado crítico, a quien no falta nunca la mezcla del humor con
la erudición. Político de raza, con una juventud comprometida precozmente con
un partido y una causa, quien ha sido presidente en dos oportunidades -y podría
llegar a un tercer mandato- reúne como pocos improntas contradictorias en lo
social y en lo personal. No renuncia a exhibir su propia evolución reflejada en
una larga y enriquecida vida de protagonismo político con ideologías disímiles
que trata de conciliar desde su propia convicción.
Obviamente
cada uno de sus libros recoge la época y la situación vivida, son lecciones que
sistematizan experiencias para el estudiante y el novato en política. Por eso
sus libros son apreciados en las escuelas de Ciencia Política en la medida que
consigue transmitir sus emociones y sus penas así como sus alegrías y lealtades.
En la suma de su compromiso expone sus diferentes posiciones sobre economía y
Estado, acumulación y distribución, tecnología y política. No podemos menos que
saludar este afán. Sería magnífico que su ejemplo prosperara en el Perú y en el
continente donde necesitamos más líderes que sepan escribir y meditar para
aportar con solvencia y consistencia. Que puedan dejar para la posteridad su testimonio
de sueños y realizaciones.
No
importa que sus enemigos lo consideren exhibicionista, sabe que con esta obra
compilada contribuye a la historia política de su país. Valioso gesto cuando el
dinero parece ser el mayor elector y los grandes debates están ausentes. Lo
menos que podemos pedir es políticos con capacidad y conocimiento. Para que la
política no se devalúe y la desconfianza deje de ser la norma como está sucediendo
en un país confundido cuando no desmoralizado.
Si se trata de buscar la colaboración franca de la inteligencia
con el poder en sintonía con los intereses de la población el intelectual no
debería ser ajeno a la acción ni el político al conocimiento. Menos aún aceptar
esa dinámica tan negativa que desprecia la política como actividad siendo que
la necesitamos más que nunca inspirada en valores y creatividad. Desde
Platón encontramos la propuesta de formar un gobierno en manos de filósofos. La
obra de Alan García se coloca en esa senda con una inserción que no consiste sólo
en criticar contenidos ideológicos sino en buscar que todos los componentes de
la vida pública contribuyan al bienestar, la prosperidad y el crecimiento como
lo predica Foucault.
García Perez representa ese nuevo
tipo de intelectual dirigente que
nada tiene que ver con el autoritarismo de los caudillos del siglo pasado. Con un compromiso actualizado acepta la responsabilidad común al intelectual
y al político que es pedagógica con la población en la tarea de recrear la
sociedad. Su obra es un mensaje para
los jóvenes que quieren participar en política y para los políticos que
pretenden dirigir el país. En ese orden. Felicitaciones.