viernes, 10 de abril de 2015


 
ALAN GARCÍA,
EL INTELECTUAL Y EL POLITICO


Publicado en el Portal Punto de Encuentro el 10 04 2015
 
Se ha dicho que la política no es una actividad propia de los intelectuales sino de los hombres y mujeres de acción. Nada más equivocado. Que puede ser mejor que una acción inspirada en una profunda reflexión, bien meditada antes de ser emprendida.  El hombre o la mujer de ciencia o de letras, pueden en algún momento de su vida decidirse por la política para aportar a su sociedad, para canalizar su saber en beneficio de un buen gobierno. Porque la política debe nutrirse de ideas e ideales y cuando hay voluntad de participar hay que dar el paso. Lo saben bien los jóvenes estudiantes que se movilizan por causas comunes. Y lo hacen con la seguridad de que su preparación redundará en la eficacia de la acción política que pudieran emprender.  

Alan García Pérez no es un político tradicional, es un intelectual que hace política o un político que estudia, escribe y reflexiona. Una rara avis en nuestro medio en donde muchos entienden que cualquiera con recursos económicos puede ser político y ejercer la delicada tarea de gobernar sin mayor preparación. Con el título de Obras, lo dicho y lo escrito, el líder aprista nos entrega nueve tomos en busca de armonizar lo vivido y lo propuesto. Los ha presentado con gran suceso en el Teatro Nacional ante lo más graneado del ambiente político y académico. Porque García ha logrado en su devenir vital unir estos dos mundos que nunca deberían estar desencontrados. No por gusto dirige el primer instituto de gobierno creado en el Perú. Y aunque todavía está en plena actividad se arriesga a adelantar memorias y confesiones personales recopilando obras, discursos, entrevistas y artículos entre 1979 y 2014.

Material no le falta y no puede extrañar a quien lo conoce su calidad prolífica desde que es un conversador inmejorable y motivador, excelente narrador de anécdotas, reflexivo e inspirado crítico, a quien no falta nunca la mezcla del humor con la erudición. Político de raza, con una juventud comprometida precozmente con un partido y una causa, quien ha sido presidente en dos oportunidades -y podría llegar a un tercer mandato- reúne como pocos improntas contradictorias en lo social y en lo personal. No renuncia a exhibir su propia evolución reflejada en una larga y enriquecida vida de protagonismo político con ideologías disímiles que trata de conciliar desde su propia convicción.

Obviamente cada uno de sus libros recoge la época y la situación vivida, son lecciones que sistematizan experiencias para el estudiante y el novato en política. Por eso sus libros son apreciados en las escuelas de Ciencia Política en la medida que consigue transmitir sus emociones y sus penas así como sus alegrías y lealtades. En la suma de su compromiso expone sus diferentes posiciones sobre economía y Estado, acumulación y distribución, tecnología y política. No podemos menos que saludar este afán. Sería magnífico que su ejemplo prosperara en el Perú y en el continente donde necesitamos más líderes que sepan escribir y meditar para aportar con solvencia y consistencia. Que puedan dejar para la posteridad su testimonio de sueños y realizaciones.

No importa que sus enemigos lo consideren exhibicionista, sabe que con esta obra compilada contribuye a la historia política de su país. Valioso gesto cuando el dinero parece ser el mayor elector y los grandes debates están ausentes. Lo menos que podemos pedir es políticos con capacidad y conocimiento. Para que la política no se devalúe y la desconfianza deje de ser la norma como está sucediendo en un país confundido cuando no desmoralizado.

Si se trata de buscar la colaboración franca de la inteligencia con el poder en sintonía con los intereses de la población el intelectual no debería ser ajeno a la acción ni el político al conocimiento. Menos aún aceptar esa dinámica tan negativa que desprecia la política como actividad siendo que la necesitamos más que nunca inspirada en valores y creatividad. Desde Platón encontramos la propuesta de formar un gobierno en manos de filósofos. La obra de Alan García se coloca en esa senda con una inserción que no consiste sólo en criticar contenidos ideológicos sino en buscar que todos los componentes de la vida pública contribuyan al bienestar, la prosperidad y el crecimiento como lo predica Foucault.

García Perez representa ese nuevo tipo de intelectual dirigente que nada tiene que ver con el autoritarismo de los caudillos del siglo pasado. Con un compromiso actualizado acepta la responsabilidad común al intelectual y al político que es pedagógica con la población en la tarea de recrear la sociedad. Su obra es un mensaje para los jóvenes que quieren participar en política y para los políticos que pretenden dirigir el país. En ese orden. Felicitaciones.