EL MODELO DE ESTADO
En diario Exitosa el domingo 16 de junio 2019
Estamos en pleno proceso de reforma política con un
debate hasta ahora consensuado pero existe incertidumbre sobre sus resultados
desde que el Ejecutivo espera que sus proyectos de ley no sean “desnaturalizados”,
vale decir apartados de las esencias descritas por el Primer Ministro ante el
Congreso. Falta conciencia de que equilibrio de poderes implica que ningún poder
puede decirle o exigirle a otro lo que tiene que hacer. NI plazos ni
condiciones de un poder a otro entran en el esquema de nuestra Constitución.
La reforma en proceso no significa ningún cambio radical
de la ley de leyes que sostiene un Estado democrático y social de Derecho a
pesar de lo cual la izquierda levanta la bandera del cambio de constitución
como si con ello pudiéramos dar solución a tantos problemas estructurales que
nos afligen.
En la presentación del reciente libro del doctor Walter
Robles Rosales con el título Reflexiones
Y Propuestas Constitucionales comentamos la idea de estudiar el modelo de
Estado que tenemos en nuestra región, asunto de gran interés para países que siempre
están al límite de la inestabilidad política y jurídica, que como el nuestro deben
enfrentar momentos críticos al borde de la ruptura constitucional.
Los diferentes modelos en el continente son de
inspiración europea o norteamericana y tienden a defender libertades y derechos
humanos en sus Constituciones pero como dice Robles Rosales asistimos a una
permanente tensión entre la teoría constitucional y la práctica política la
cual obliga a los expertos a revisar la Teoría del Estado y la filosofía
jurídico-política pues las Constituciones confrontan realidades demasiado
complejas. Y hablamos de Estado de Derecho y de
democracia pero podemos ser demasiado permisivos con las violaciones de sus
principios como la separación y equilibrio de poderes al auspiciar la
concentración del poder. O aceptar que el principio de presunción de inocencia claramente
definido como inviolable lo es sistemáticamente a través de abusivas prisiones
preventivas y aún más se le pretende regular cuando su contundencia no admite interpretaciones.
Como señala Walter Robles los especialistas han realizado
significativos y heroicos sacrificios por encontrar un Estado modélico que pudiera
ser expresión del modo de vida, trabajo, producción, tradiciones, costumbres de
nuestros pueblos. Pero en América Latina la realidad distorsiona el contrato
social precisado en la Constitución por lo cual se genera inestabilidad o
simplemente ausencia de un modelo consensuado que pueda hacer realidad
libertades y derechos fundamentales.
Estamos entonces ante la
necesidad de crear o imaginar un nuevo tipo de Estado, no solo copiar y aplicar
modelos ajenos. Un enorme desafío al que Walter Robles responde con su
propuesta de Estado Democrático de los
Derechos Fundamentales. Su
punto de partida es el estudio y análisis de los derechos humanos, lo más avanzado
de la humanidad y no por gusto la ideología del siglo XXI que tiene como eje la
defensa del derecho a la vida y la dignidad del ser humano.
Así la dignidad se convierte en un valor absoluto, en la
fuente ética de todos los derechos humanos, aquella que figura en todas las constituciones
políticas de América Latina y en especial en la Constitución peruana de 1979
que la vigente repite.
Robles logra plantear el tema central de cómo crear el
Estado que más se acerque a la sociedad ideal. Preocupa a todos contar con un
tipo de Estado respetado, legitimado, eficiente y representativo, que sea la institución
de las instituciones, la más poderosa. No una entidad oligárquica y menos aún una
tomada como botín por la corrupción nacional e internacional como ha sucedido.
Que no se ponga al servicio de unos pocos y pueda ayudar a resolver los
problemas estructurales de educación, salud, servicios básicos, vivienda,
extrema pobreza, aquel cuyos altos funcionarios no puedan incurrir en ese
vedado mecanismo de las puertas giratorias para pasar a defender intereses
privados o simplemente en lavado de activos.
Un ideal en el que deberíamos pensar
como nación.