martes, 18 de junio de 2019


EL MODELO DE ESTADO


En diario Exitosa el domingo 16 de junio 2019

Estamos en pleno proceso de reforma política con un debate hasta ahora consensuado pero existe incertidumbre sobre sus resultados desde que el Ejecutivo espera que sus proyectos de ley no sean “desnaturalizados”, vale decir apartados de las esencias descritas por el Primer Ministro ante el Congreso. Falta conciencia de que equilibrio de poderes implica que ningún poder puede decirle o exigirle a otro lo que tiene que hacer. NI plazos ni condiciones de un poder a otro entran en el esquema de nuestra Constitución.

La reforma en proceso no significa ningún cambio radical de la ley de leyes que sostiene un Estado democrático y social de Derecho a pesar de lo cual la izquierda levanta la bandera del cambio de constitución como si con ello pudiéramos dar solución a tantos problemas estructurales que nos afligen.

En la presentación del reciente libro del doctor Walter Robles Rosales con el título Reflexiones Y Propuestas Constitucionales comentamos la idea de estudiar el modelo de Estado que tenemos en nuestra región, asunto de gran interés para países que siempre están al límite de la inestabilidad política y jurídica, que como el nuestro deben enfrentar momentos críticos al borde de la ruptura constitucional.

Los diferentes modelos en el continente son de inspiración europea o norteamericana y tienden a defender libertades y derechos humanos en sus Constituciones pero como dice Robles Rosales asistimos a una permanente tensión entre la teoría constitucional y la práctica política la cual obliga a los expertos a revisar la Teoría del Estado y la filosofía jurídico-política pues las Constituciones confrontan realidades demasiado complejas. Y hablamos de Estado de Derecho y de democracia pero podemos ser demasiado permisivos con las violaciones de sus principios como la separación y equilibrio de poderes al auspiciar la concentración del poder. O aceptar que el principio de presunción de inocencia claramente definido como inviolable lo es sistemáticamente a través de abusivas prisiones preventivas y aún más se le pretende regular cuando su contundencia no admite interpretaciones.

Como señala Walter Robles los especialistas han realizado significativos y heroicos sacrificios por encontrar un Estado modélico que pudiera ser expresión del modo de vida, trabajo, producción, tradiciones, costumbres de nuestros pueblos. Pero en América Latina la realidad distorsiona el contrato social precisado en la Constitución por lo cual se genera inestabilidad o simplemente ausencia de un modelo consensuado que pueda hacer realidad libertades y derechos fundamentales.

Estamos entonces ante la necesidad de crear o imaginar un nuevo tipo de Estado, no solo copiar y aplicar modelos ajenos. Un enorme desafío al que Walter Robles responde con su propuesta de Estado Democrático de los Derechos Fundamentales. Su punto de partida es el estudio y análisis de los derechos humanos, lo más avanzado de la humanidad y no por gusto la ideología del siglo XXI que tiene como eje la defensa del derecho a la vida y la dignidad del ser humano.  

Así la dignidad se convierte en un valor absoluto, en la fuente ética de todos los derechos humanos, aquella que figura en todas las constituciones políticas de América Latina y en especial en la Constitución peruana de 1979 que la vigente repite.

Robles logra plantear el tema central de cómo crear el Estado que más se acerque a la sociedad ideal. Preocupa a todos contar con un tipo de Estado respetado, legitimado, eficiente y representativo, que sea la institución de las instituciones, la más poderosa. No una entidad oligárquica y menos aún una tomada como botín por la corrupción nacional e internacional como ha sucedido. Que no se ponga al servicio de unos pocos y pueda ayudar a resolver los problemas estructurales de educación, salud, servicios básicos, vivienda, extrema pobreza, aquel cuyos altos funcionarios no puedan incurrir en ese vedado mecanismo de las puertas giratorias para pasar a defender intereses privados o simplemente en lavado de activos. 

Un ideal en el que deberíamos pensar como nación.

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