¿SÓLO NOS QUEDA URRESTI?
Publicado en Correo el 6 de diciembre del 2014
Ingresamos al fin del 2014 y dentro de poco claramente al
2015 preelectoral. Aunque pareciera que los tiempos se acortan y el país se
está cansando prematuramente del gobierno. Pero no solo del régimen, cada vez
más dudas arrastran a la democracia con voces destacadas declarando que no ha
ayudado a desterrar la corrupción que tanto denostamos en el fujimorato. Cuando
pedíamos a gritos su retorno como la panacea que cambiaría nuestro país de
permisivo, autoritario y corrupto a ético, honesto e igualitario.
No sucedió. Pasaron catorce años del estrepitoso derrumbe
del fujimontesinismo, con la fuga del dictador y su asesor, con la sensación de
repulsa por los vladivideos y los millones amasados en un cogobierno que nos
colmó la paciencia moral. Pero los gobiernos que siguieron al denostado –salvo el
transicional de Valentín Paniagua- no cambiaron el escenario de las
corruptelas, tampoco proyectaron la energía que merece la lucha contra la
corrupción. No dieron seguridad ni confianza de que el país no seguiría siendo
un botín. Incluso el joven comandante Ollanta Humala que se levantó en Locumba
con un puñado de oficiales puros e idealista -como desde la presidencia los
califica- aparecen descoloridos y sin brillo, sin capacidad de ofrecer un
rostro distinto. En el extremo hasta se les vincula a una farsesca opereta
montesinista.
¿Dónde está la credibilidad y dónde los valores morales
de la democracia recuperada? La telaraña de las corruptelas que pasan de
menores a mayores se está llevando la estabilidad y la confianza. La incapacidad
de sancionar a los corruptos, de darnos seguridad ante la creciente crisis delincuencial
y económica, los discursos demagógicos, realmente la afectan.
La inversión del orden moral y legal y el mal uso abierto
del poder conspiran contra toda estabilidad especialmente aquella que la
inversión necesita para sobrevivir y reproducirse. Lo estamos viendo en México
otrora atractivo de capitales hoy asolado por la corrupción, la violencia y los
temores. Es un espejo en el que nadie quiere verse. Cuando ya que no queden
mecanismos institucionales para detener la inseguridad que enseñoreada se lleva
los derechos y libertades fundamentales sólo nos quedará el general Daniel Urresti
para calmarnos con maniobras epidérmicas y distractivas. Algo va mal y podría
ir peor.