¿MORDAZA
A LA FICCION?
En Político.pe el 20 de octubre del 2017
Hace muchos años que leemos a la China Tudela, el
personaje creado por Rafo León para la revista Caretas. Una mujer adinerada,
elegante, que solo se reune con gente como ella. Racista, indecorosamente
discriminatoria y elemental en sus odios y pasiones políticas como sucede con
muchas mujeres que podrían identificarse con estos rasgos negativos. La China
Tudela ejerce con suficiente desenfado su total libertad de decir lo que se le
antoja. En mucho de lo que dice representa lo que muchas mujeres no deben ser, muchas
de sus opiniones no las asumiríamos ni en esta vida ni en otra. Algunas de sus
críticas están llenas de supina ignorancia, de autocomplacencia y de un supuesto
refinamiento que nos hace ver las taras de la gente que tiene demasiado dinero,
que es halagada por ello y se siente pagada de su suerte. La China Tudela puede
hacernos reir por la habilidad de su creador que es el primero que acepta que su
personaje puede no ser positivo.
Pero siendo su progenitor no piensa como ella ni es la
misma persona así como el avaroTío Rico, el ocioso Pato Donald o el habilidoso Ratón
Mickey no son Walt Disney.
Su personaje es una cubierta para la sátira política
que puede ser ofensiva o no, dependiendo de quien se sienta tocado por ella y
de si tiene el suficiente equilibrio mental y emocional para distinguir un
personaje de ficción de la realidad.
Pero no es ficción ni irrealidad el desmesurado ataque
que el Presidente del Congreso, Luis Galarreta, ha propinado al humorista y a
la revista Caretas que lo acoge. Haciendo coincidir el mundo del absurdo con la realidad concreta -sin reparar
en la pequeña diferencia de pelear con un dibujo parlante que ha cobrado vida
al convertirse en la carátula de respuesta de la revista- ha deslizado hasta un
llamado a la agresión personal contra el autor de la parodia.
Defender a la mujer es una cosa y pelearse con un
personaje de ficción trasladado irracionalmente a la realidad es otra. Rafo
León pone censurable racismo en las líneas de la China Tudela, odio
incivilizado y primario por ciertas personas con las que disiente, en este caso
del fujimorismo. Pero no es su pensamiento como periodista, no se trata de un
ensayo o de una columna que lleve su firma con lo que cree y sostiene. Es una sátira
con rasgos humorísticos que pueden gustar a unos y disgustar a otros.
Caer en excesos en el humor político no es
recomendable y aquí cabe la autoregulación. Pero es una tendencia que se ve en
todo el mundo. Que no siempre es bien recibida como sucedió con el terrorismo islámico
que no perdonó al parisino semanario Charlie Hebdo la burla del profeta Mahoma
con el luctuoso resultado de la muerte de su director y de varios de sus
periodistas en un atentado que movió la solidaridad del mundo entero.
Aquí nadie matará a
nadie pero la violenta campaña contra Rafo León linda con el boicot, desde el poderoso
fujimorismo,
contra la revista Caretas. Y contra el mismo
periodista a quien quisieran dejar sin trabajo y sin auspicios. El acoso a las
empresas que respaldan su programa de turismo, que nada tiene que ver con la
China Tudela, es inaceptable. Y lamentablemente no es fantasía, es presión
concreta.
Todos los excesos son malignos y deben evitarse. Los que pueden
afectar sensibilidades y los que quisieran limitar la absoluta
libertad para la crítica que -como ha dicho Mario Vargas Llosa- durante muchos
años el personaje de marras ha dirigido a la izquierda, a la derecha y al
centro. A tenerlo en cuenta y pasar la página.