ARMANDO VILLANUEVA,
EN
EL NOMBRE DEL PADRE
Se ha ido Armando Villanueva del Campo dejando un
inmenso vacío. A lo largo de su vida recibió muchas condecoraciones,
distinciones y reconocimientos, pero ninguna tiene la dimensión del cariño y
respeto que se ganó en la sociedad peruana, evidenciado en estos días de
tristeza. Más allá de su ideología aprista y de su militancia estoica y
consecuente, su genio recio y revolucionario lo convirtieron en el gran
patriarca de la política peruana. Armando llevó sobre sus hombros casi un siglo
de historia, rebeldía y voluntad de cambios radicales para el país que lo vio
nacer y para el pueblo al que dedicó todos sus esfuerzos, sentimientos y
pensamientos.
Y en estos últimos años Armando tuvo un retiro activo
cultivando reflexión y acción sin dejar de aportar al conocimiento y precisión
de la historia y de la lucha política y social que le tocó vivir. Permaneció como el revolucionario del espíritu
intacto y la pluma en ristre. Periodista de profesión honró como nadie su compromiso
de dejarnos su irremplazable testimonio de gran parte de la historia política
del siglo, de la cual fue certero protagonista.
Armando Villanueva del Campo no fue sólo historia y
trayectoria, conmovía e impresionaba en él su juventud siempre presente, su lucha
cotidiana e incesante, su pensamiento volcado a las soluciones políticas y
sociales. Nunca fue pasado, fue siempre compromiso de hoy, pleno de energía
para emprender los cambios, charlando incesantemente con tantos jóvenes que lo
visitaban para sorprenderse con su lucidez y
radicalidad.
Fuimos privilegiados testigos de su batalla contra la
dictadura fujimorista. Junto a Gustavo Mohme Llona y a Alfonso Barrantes Lingán,
organizó después del cinco de abril de 1992, lo que fue la verdadera
resistencia democrática que durante largos años gestó esa confluencia. Antes de
la Mesa de la OEA y por supuesto de la Marcha de los Cuatro Suyos,
cuya idea original correspondió a Javier Diez Canseco, estuvo Armando
Villanueva tras la gesta del Frente de Partidos Democráticos que suscribió el
Acuerdo de Gobernabilidad, impulsado por Mohme Llona en Noviembre de 1999.
Nuestra sociedad tan necesitada de valores morales,
humanos, sociales y políticos, le debe a Armando Villanueva, por encima de las
banderías, el reconocimiento a su entrega vital excepcional. El rescate de la
política y su indispensable conexión con la ética y la utopía sólo se logrará por
el aporte y la existencia de figuras señeras como las de este gran patricio.
Acompañado de Lucía, esa gran dama de la generosidad y el corazón abierto,
Armando recoge en su partida el afecto de sus amigos junto al de millones de
peruanos que lo reconocen como símbolo de lucha por la democracia y la justicia
social.
Armando Villanueva ha partido a los 97 años, dejando
el inmenso vacío de un líder de lucidez e inteligencia inalterables, de
juventud espiritual exhibida siempre en la energía del gesto, del puño y la
propuesta. Su trayectoria habla por él, seguirá siendo impactante su verbo y su
mística partidaria, su fuerza sabia de patriarca experimentado que hablaba en
el nombre del padre y fundador al que conoció cercanamente con quien compartió
ideales y bajo cuya dirección sufrió cárcel y destierro.
Los partidos -y el Apra no es la excepción- deben actualizar ideario y organización
sin abjurar de las ideas que les prestan identidad. La exclusión es un fantasma
a enfrentar con imaginación, ilusión y eficacia, a partir de una realidad
cambiante y escurridiza tanto o más que los molinos de viento del legendario
don Quijote. Y algo del hidalgo manchego tenía don Armando cuando esgrimía su
discurso político pleno de empaque ético, nobiliario y familiar. A los hijos en
el nombre del padre, que siempre hay tiempo para rectificar el camino y
emprenderlo mejor.