miércoles, 30 de abril de 2014

INDEFENSION E INDIGNACION


 LA INSEGURIDAD VA GANANDO ESPACIOS

Publicado en el diario Correo. 29.04.14 
 

El espacio público se va perdiendo por la inseguridad y la violencia, un espacio que es de todos y ya casi no lo tenemos, se va tornando ajeno y peligroso. Nos quedamos en las casas, no salimos por temor. Nuestras ciudades están ocupadas por la delincuencia organizada. Sólo podemos sentirnos relativamente, más o menos, seguros en los espacios privados con seguridad privada. Ante esto la indignación colectiva va creciendo. Sin autoridad efectiva cualquier chispa enciende la indignación de la sociedad afectada, abrumada. Estamos juntos en la exigencia de que los responsables se pongan inmediatamente a la acción. Que no se den el lujo de no preocuparse, de no tener voluntad política para comenzar, digo bien, a solucionar esa gran inseguridad que deja un sentimiento de vacío de autoridad, de indefensión frente a delincuentes que parecen más eficientes en lograr sus objetivos que el Estado en proteger a los ciudadanos. No es un reclamo de buena voluntad, es un derecho y una exigencia. Es tiempo de movimientos sociales mundiales y defensivos. Sabemos que nuestra vida y la de la gente que queremos podría estar pendiendo de un hilo. Temor tan impresionante como la capacidad de la delincuencia para transgredir nuestros derechos y garantías. Tenemos ese descontento, ese cuestionamiento que va hacia la deslegitimación. Que el gobierno y los políticos lo entiendan y se pongan de acuerdo. El desafío es enorme, alto a los asaltos, al sicariato, a los cupos, a los robos grandes y pequeños. Alto a la inseguridad vial, a los accidentes, a la sangre que se derrama en las carreteras. Estamos perdiendo más gente que en una guerra y lo peor perdemos el espacio público nuestro por derecho. El Estado y los gobiernos solo se justifican si protegen, si no lo hacen las sociedades no tienen por qué sostenerlos. Que lo recuerden.

GUSTAVO MOHME LLONA


POR UNA IZQUIERDA MODERNA
Hace catorce años partió Gustavo Mohme Llona, congresista y director del diario La República. Un líder de izquierda que dio larga batalla contra la dictadura fujimorista, formó el Comité Cívico por la Democracia y dejó lecciones de concertación en el Acuerdo de Gobernabilidad para que los sectores democráticos tuvieran un camino después de recuperar la democracia. Mohme Llona hizo más que eso, dejó el ejemplo del político que plantea problemas de fondo y piensa en el largo plazo. Algo perdido en la política local, ganada por la coyuntura y  el espectáculo.

Cuántos personajes como él necesitamos para construir esa izquierda moderna que contribuya al desarrollo y el bienestar para todos, más allá del crecimiento y de las buenas cifras económicas que ocultan grandes bolsones sociales a los que no llegan los beneficios del sistema. No existe un compromiso ciudadano mayoritario y bien orientado con este objetivo. Nos es indispensable una teoría del desarrollo que reemplace las utopías latinoamericanas que no funcionaron en el pasado. Y la clave sigue siendo convencer y movilizar un nuevo consenso político y social, como lo intentó Gustavo Mohme Llona, para consolidar la democracia y el estado de derecho.

El Perú necesita reformas políticas y sociales que no se queden en economías de mercado abiertas y competitivas.  Necesita líderes en la izquierda y en la derecha, modernos y sensibles ante la desigualdad y la exclusión. No se trata solo de importar corrientes renovadoras que tuvieron éxito en países desarrollados sino de asumir que cada país debe estudiar sus realidades y diferencias para que las reformas,  contrariamente a lo que viene sucediendo en el gobierno de Ollanta Humala, cuenten con participación, aprobación, legitimidad y credibilidad social.

En plena sociedad de la información los ciudadanos vigilan y cuestionan a políticos e instituciones. Y al Estado ineficiente y demasiado lento para las expectativas mayoritarias. El descontento deslegitima las políticas del gobierno y al propio sistema político con bajísima aprobación para los poderes constitucionales como el Ejecutivo, el Congreso y el Poder Judicial.

Y sin embargo carecemos de espacios para el debate político más allá de lo académico. Las campañas electorales son ganadas por el marketing más que por la racionalidad y la propuesta. Tampoco los medios de comunicación –privados o gubernamentales- propician el diálogo sobre el interés general. Muchas universidades aparecen capturadas por la visión mercantilista y privatista. Valores como la igualdad, la equidad, la solidaridad van perdiendo la batalla frente a  conceptos considerados más modernos como el de un mercado supuestamente eficiente y equitativo asignador de los recursos.

Las ideologías se desdibujan, reemplazadas por los intereses de grupo, políticos y económicos. Los jóvenes no participan en los partidos ni tienen presencia en los medios. No creen ni practican la política, esa actividad que Mohme Llona impulsó en todos los espacios, igualitaria, para todos, convencido de que la primera bandera es ética y social y es la lucha por la inclusión en el camino al desarrollo.

 

VOZ A LAS INSTITUCIONES Y A LOS PUEBLOS


AUDIENCIAS EN TODO EL PAÍS

La audiencia de Ancash ha dejado muchas enseñanzas. Los silencios obligados por miedo o por dinero pueden proliferar cuando el poder concentrado se enseñorea. Homicidios por sicariato, agresiones, extorsiones y amenazas de muerte llevaron a que la Comisión de Fiscalización del Congreso organizara una audiencia pública en Chimbote con la presencia de congresistas y autoridades como el Fiscal de la Nación y el Contralor. Estuvo también la amenazada presidenta de la Junta de Fiscales del Santa, lo que motivó que cientos de personas llegaran al auditorio de la Universidad Los Ángeles.

Importante dar voz a la población junto a las autoridades centrales. Hace diez años Hugo Sivina, como Presidente de la Corte Suprema, organizó audiencias para concretar el Acuerdo Nacional por la Justicia. Conformó un Comité Organizador en el que participamos junto con Diego García Sayán, Raúl Ferrero y Marcial Rubio. Viajamos por todo el país organizando audiencias con la hoy congresista Rosa Mavila y el ex premier Juan Jiménez Mayor. La experiencia fue rica y aleccionadora. La gente habla, se envalentona y revela verdades cuando se siente convocada y apoyada. Así se produce el reencuentro de la sociedad con el Estado, hoy terriblemente arrinconado en el camino de la deslegitimación. En esas citas nos enteramos que en todo el país la desconfianza por la justicia hace crisis a menos que un acercamiento necesario exhiba voluntad de cambio.

Si deseamos autoridad y verdad para combatir la corrupción y los abusos del poder regional o local necesitamos instituciones fuertes en alerta para detectar y denunciar a los responsables. Los ancashinos han denunciado la ‘justicia comprada’ mientras las autoridades y los representantes políticos y sociales eran enfrentados con la verdad. La más destacada participante fue Fiorella Nolasco, hija del ex consejero regional Ezequiel Nolasco, quien valientemente expresó su indignación por el asesinato de su padre y de su hermano y su desencanto por la dominación ilegal del poder regional encarnado en César Alvarez ante la desidia, la ceguera o la complicidad de las autoridades. La gente la respaldó masivamente mientras sucesivos testimonios graficaron la dura realidad por la cual varios líderes políticos ya han perdido la vida.

Que las audiencias se multipliquen, que el Congreso prosiga con esta iniciativa por todo el país y que se ponga las pilas para eliminar la reelección de los presidentes regionales cuyo poder concentrado y su afán de perpetuarse deja espacio a abusos y crímenes. Las mafias y la corrupción están en primera fila cuando un gobernante se hace poderoso en lo nacional y en lo local. Lo sabemos bien.

Chimbote ha caído en las garras de la delincuencia al igual que otras importantes ciudades como Trujillo y Chiclayo. Una selva donde la ley es lo último que importa para quienes han declarado una guerra a la parte civilizada del país. Sin cuartel, grave, severa, con cotidianas pérdidas de vidas humanas a través del sicariato y de los cupos. Mucha gente lo sabe, lo sufre y lo teme, pero las autoridades no la enfrentan con la energía y la decisión que la población espera. Y ya hay quienes se están armando y organizando para combatir la delincuencia pero sin orientación y ante la irresponsabilidad política poco podrán hacer. Es urgente que los poderes constitucionales y los partidos se pongan de acuerdo para enfrentar organizadamente la delincuencia en el país.

 

LA TRANSICION ESPAÑOLA


ADOLFO SUÁREZ, ÍCONO DE LA DEMOCRACIA

Los peruanos admiramos el proceso de la transición española a la democracia. Su Pacto de la Moncloa y su vigente Constitución de 1978 son el legado de un gran político que supo unir a España. Adolfo Suarez es un ícono del siglo XX, logró lo imposible, dejar atrás los rencores hacia un régimen largo y violento como fue el franquismo para mirar hacia adelante apostando por el progreso vía la concertación y el diálogo. Llevó la política a las más grandes alturas, la convirtió en arte de lo posible y lo imposible.

La transición española fue un modelo para muchos países, también para el nuestro. Con Gustavo Mohme Llona quisimos dar forma a la voluntad concertadora para salir de la dictadura fujimorista y contar con una orientación clara para los partidos democráticos. Y lo hicimos precisando objetivos comunes a través del Acuerdo de Gobernabilidad, suscrito por todas las fuerzas políticas el 26 de noviembre de 1999 en el Hotel Bolívar. Este fue el precedente del posterior Acuerdo Nacional firmado durante el gobierno de Alejandro Toledo.

Así el Comité Cívico por la Democracia aportó un significativo instrumento de unidad al que no se le ha hecho suficiente justicia como tampoco a su gestor. El posterior Acuerdo Nacional llegó sobre terreno abonado ya que los demócratas peruanos nos reunimos por casi una década organizando la resistencia que culminó con la famosa Marcha de los Cuatro Suyos a iniciativa del recordado Javier Diez Canseco.

La transición española fue siempre ejemplo y el referente más citado y estudiado en foros, conferencias y discursos. Mi libro El Pacto, auspiciado por el Foro Democrático, con entrevistas a políticos, académicos y autoridades no gubernamentales, graficó en 1998 la necesidad de unidad y concertación para un retorno a la democracia con signo positivo y eficiente.

Gracias a la fructífera labor de Adolfo Suarez las transiciones latinoamericanas son tributarias de la española. Aunque está por escribirse un buen libro sobre la peruana aún inacabada en la medida que conservamos la Constitución suscrita y forjada por el fujimorismo.

La muerte de Adolfo Suárez ha generado merecidos y masivos homenajes en la península porque fue, junto con el rey Juan Carlos y dirigentes notables de la oposición antifranquista como  Santiago Carrillo, Felipe González y Alfonso Guerra, el protagonista de ese monumento político que es el Pacto de la Moncloa. La vigente Constitución española de 1978 completa el cuadro de su gran obra política que logró el acompañamiento de un gran pueblo soberano que aceptó dejar rencores y odios, generados por el franquismo, para apostar por un futuro que llevó a España a incorporarse exitosamente al bloque europeo.

Adolfo Suárez visto desde el tiempo transcurrido, silenciado por una larga enfermedad, hoy es reivindicado en toda su dimensión estelar. Nuestros países hispanos le deben mucho a su inspiración y su praxis. Puedo prometer y prometo fue su frase más recordada, lección para nuestros políticos que prometen sin poder hacerlo e incumplen sin siquiera pedir disculpas. Su ética política es el pedestal sobre el que se alza su figura. Suarez mostró habilidad, voluntad y eficacia política, apostó por la unidad y la tolerancia, se convirtió en el padre de la democracia hispana y en modelo de políticos que más allá de las ideologías deben pensar en su país y en su pueblo. Honor al honor.