lunes, 17 de octubre de 2016


EL SUPERASESOR

Publicado en Correo el 15 octubre 2016

Tenemos problemas con los asesores, los que aconsejan y nunca ejecutan, que no asumen las responsabilidades de tomar las decisiones. Los asesores, para vergüenza ajena de quienes hemos ocupado muchas veces dicho cargo, causan desaguisados. Desde superlativos como sucedió con Vladimiro Montesinos, el alter ego de Alberto Fujimori, el de las corbatas iguales y la sonrisa torcida, hasta mayores como el que acaba de revelarse con el superasesor presidencial en salud Carlos Moreno. El impacto es mayúsculo, al interior y en el extranjero.

Un régimen casi nuevo con oferta de tolerancia cero frente a la corrupción, tenía en su seno, en el lugar más privilegiado posible -Palacio de Gobierno- a un verdadero pillo prontuariado. No le dieron miedo a PPK las advertencias que dejó de escuchar por exceso de confianza como no teme ahora las repercusiones de este escándalo que lo peor que puede hacer es banalizar. Un escándalo auroral que mancha a su gobierno y a él mismo, que lo deja mal parado en su criterio para elegir colaboradores y lo coloca en la obligación de investigar con quiénes actuaba Moreno, en especial los mencionados en el repulsivo audio.

PPK tiene que saber a quiénes puede tener cerca y a quiénes bien lejos en tiempos de sanguijuelas que toman el gobierno como botín. Se impone la mano dura, Nada peor que cuando en apariencia todo funciona correctamente y salta la amenaza. Los ciudadanos vigilan la enfermedad que puede matar al régimen. No se trata de proteger amigos, se juegan intereses mayores. Se trata del judas que lo traicionó, que dijo que no cobraría su sueldo pero pretendía llevarse todo a su alcance. Con amigos así quién necesita enemigos. Patético, doloroso, humillante y aterrador si no se ponen límites y se buscan otras amenazas que de seguro están ahí.


¿SERÁ POSIBLE EVITAR 
LOS CASOS MORENO?


Publicado en Político.pe el 15 de octubre 2016

Todo estaba yendo bien para PPK y su gobierno. Con su popularidad en ascenso, en plena luna de miel con la ciudadanía, no había nubes que presagiaran un colapso ético como el producido por los audios del médico Carlos Moreno, ex asesor presidencial en salud. Los medios de comunicación han reflejado cabalmente la indignación de la ciudadanía porque se trata de negociados con la salud de los más pobres. El caso da para mucho pero donde más golpea es en la credibilidad del régimen que ofreció tolerancia cero en corrupción.

No se trata solo de formular la denuncia penal correspondiente o de la consecuente separación del altísimo cargo que desempeñaba. Se trata de saber si habrá suficientes mecanismos y filtros para evitar que un caso similar se repita. ¿Qué hará el Gobierno, para evaluar a sus altos colaboradores? ¿La detección temprana funcionará sobre los antecedentes? ¿Habrá voluntad suficiente para alejar a conocidos lobbystas de cercanía altamente riesgosa?

Si no fuera así pronto estaríamos lamentando otro escándalo de envergadura. Porque la confianza que se entrega al funcionario debe tener como contraparte el compromiso personal de honestidad y para garantizarla valen todos los recursos y medidas, desde el elemental googleo hasta los antecedentes de inteligencia.

Pero donde mueren los intentos es en las amistades peligrosas que dejan pequeños los intentos preventivos. Ya conocimos la corrupción de los noventa con un Vladimiro Montesinos que si no hubiera grabado sus encuentros hubiera culminado en olor de santidad. Igual hubiera sucedido con un Carlos Moreno que si no hubiera sido grabado continuaría sin problemas con sus planes y estrategias para atender “mejor” la salud de los pobres convertidos, contradictoriamente, en una mina de oro.

Lo peor es que impactos mediáticos como el de los vladivideos, los petroaudios y ahora los morenoaudios lesionan la confianza en la democracia y exhiben la fragilidad de los estados-gobiernos que poco o nada han podido hacer hasta la fecha ante el flagelo de los influyentes colocados en sitios estratégicos. Hay inoperancia en el aparato administrativo y más aún en el judicial lento, burocrático y plagado de intereses.

Mucho se habla de reformar el Estado pero hasta que ello suceda podría pensarse en Tribunales de Honor en cada instancia administrativa para que reciban denuncias de trabajadores debidamente protegidos que podrían aportar pruebas verificables y por ello recibir recompensas. Este procedimiento ha dado resultado en otros países.

Algo hay que hacer, urgen decisiones para detener a los forajidos que escondidos bajo falsas respetabilidades actúan amparados en el silencio o la permisividad de sus subordinados, que no se atreven a comprometer su empleo ni su estabilidad. Cuando hay vigilancia ciudadana es más difícil delinquir o planear aprovechamientos ilegales que hasta ahora muchos ven y pocos denuncian. A grandes males grandes remedios.