EL AMENAZANTE HUECO NEGRO
Publicado en Correo el 13 de diciembre del 2014
Sabíamos que las corruptelas en que estaba envuelto Martín
Belaunde Lossio encerraban misterios acerca de su dimensión y conexiones. Surgieron
las sospechas cuando se lo vinculó a La Centralita que era el cuartel de
operaciones del encarcelado César Alvarez, pero poco a poco el asunto se ha ido
autonomizando y ahora el prófugo aparece como posible cabecilla de una red
propia que habría negociado contratos por muchos millones.
Lo peor es que no se
sabe cuánto de su actividad económica ha sido amparada por la vinculación, la
complicidad, el conocimiento, la cercanía, la permisividad o la amistad
provechosa con Palacio de Gobierno. La relación viene de lejos, desde los
orígenes, cuando Humala era un candidato que no sabía que llegaría al poder y
no se cuidaba de aspectos que podrían comprometerlo respecto de su cajero quien
recibía, conducía y manejaba los dineros de su campaña electoral. Mucho menos
se cuidaba su pugnaz cónyuge que podría salir aún peor librada del aquelarre
dado su carácter de factótum protectora de su marido.
Lo poco o lo mucho que se sabe abre grandes incógnitas. ¿Por qué arriesgarse con una patética intervención del Ministro de Justicia Daniel Figallo? ¿Por qué despedir tan ruidosamente a la procuradora Yeni Vilcatoma? Excesivo precio político pagado si lo que se está jugando es poco. El hueco negro en que se ha convertido el escándalo Belaunde Lossio amenaza la estabilidad política del país y hasta la permanencia de Ollanta Humala en Palacio. Ese es el punto y la preocupación.
Lo poco o lo mucho que se sabe abre grandes incógnitas. ¿Por qué arriesgarse con una patética intervención del Ministro de Justicia Daniel Figallo? ¿Por qué despedir tan ruidosamente a la procuradora Yeni Vilcatoma? Excesivo precio político pagado si lo que se está jugando es poco. El hueco negro en que se ha convertido el escándalo Belaunde Lossio amenaza la estabilidad política del país y hasta la permanencia de Ollanta Humala en Palacio. Ese es el punto y la preocupación.
Nada justifica
ninguna presión sobre jueces, fiscales o procuradores. Siempre es la peor
opción pues cuando se conoce fragiliza todo el edificio. Más aún si toca de
cerca a la familia presidencial. Si bien no están claras todavía las pruebas de
la corrupción lo actuado hasta ahora anuncia tiempos duros para el gobierno
nacionalista. Se ignoran muchas otras aristas, además de las morales e
institucionales, pero el temor se va convirtiendo en pánico. No hay forma de
evitar el efecto sísmico cuando el apetito por el dinero mal habido se devela y
la ciudadanía pasa de la frustración a la indignación. Cuando la ausencia de
ética para manejar las entidades llamadas a fiscalizar, juzgar y controlar queda
malamente al descubierto como estaría sucediendo en el caso presente.