LO PRIMERO:
DEFENDER LA VIDA
Es absurdo que Humala
hable de liderazgo si los peruanos viven jaqueados por la inseguridad.
Según Ollanta Humala, su gobierno nos está dejando un Perú
“tremendamente superior" al que recibió. No opinan lo mismo las víctimas
de la violencia y de la inseguridad que sobrevivieron para contarlo.
Bien que elogie los programas sociales y que afirme la gestión
democrática, pero lo primero es lo primero. La obligación que justifica la
acción de todo gobierno es la defensa de la vida. Si fracasa en ello, como está
sucediendo, se descalifica por sí mismo, se deslegitima, y la democracia pierde
sus bases de confianza y credibilidad.
El sustento sólido para seguir creciendo y reduciendo pobreza —para el
desarrollo personal y familiar— es la seguridad, la defensa de la vida para
poder trabajar y subsistir sin temor a la agresión, al atentado, al chantaje, a
las balas. Absurdo hablar de liderazgo nacional y en la región con peruanos
jaqueados por las angustias y la fragilidad del valor supremo que es la vida.
La mayor justicia social, el mejor desarrollo productivo y la más
amplia inclusión posible con crecimiento sostenido es simple demagogia y vana
promesa, sin seguridad, confianza ni esperanza de que cada día retornaremos al
hogar sin problemas y sin muertes.
El voto por Humala en el 2011 fue inducido por el temor a la violencia
que se extendía amenazante. Como militar alimentó la ilusión de la capacidad,
la energía y la voluntad política para fortalecer la sociedad y la democracia
en el flanco más sensible que es la defensa de la vida.
Cuatro años y medio después ningún discurso oficial convence si
convivimos con el peligro y el riesgo en cada esquina, que toca las puertas de
tu casa o planea como fuerza siniestra desde los teléfonos.
Por eso, cuando
Ollanta Humala defiende su gobierno y ataca a sus adversarios la gente lo
descalifica. Continúan en agenda sus promesas inconclusas y quien
incumplió no tiene autoridad para criticar ni exigir. Puede romper la
neutralidad pero la gente no le escucha y menos le cree. Si incumplió lo básico
y fundamental y por incapacidad no pudo dar seguridad, lo que ahora diga
resulta poco relevante.
Este es el verdadero legado de Humala, la continuidad de la angustia
por la vida. Por eso su aprobación cae continuamente hasta el 16%, para muchos
sobrevaluado. Hemos vivido otro año al filo de la navaja. Más desprotegidos que
nunca. Cuando Humala asumió la presidencia, la tasa de homicidios era de 5.4
por cada 100 habitantes, el 2015 aumentó al 6.7. La defensa de la vida es y
será el eje de la campaña, y la primera obligación del gobernante que elijamos.
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