¿TODOS CONTRA TODOS?
Todos los peruanos de bien estamos por la reforma de
la justicia y por desterrar la corrupción que en nuestro país se presenta
multiforme y ubicua. Pero instalada la guerra de los audios vamos entrando en
una guerra de todos contra todos. Y cuando todos son culpables al final nadie
lo es. No podemos perdernos en una marea que nos arrastre sin control posible. Si
como parece existen miles de audios que son entregados a diversos medios sin
distinguir entre lo importante y lo baladí, nadie ganará con la crisis de
desconfianza y sospecha generalizada. Repudiamos el tráfico de influencias de magistrados
que han hecho de la coima su forma de vida pero no podemos repudiar igualmente a
quienes participan de conversaciones intrascendentes. Hoy almorzar con un
involucrado, aún sin expresar interés particular, equivale a la vindicta
pública. Los juicios mediáticos están la orden del día sin presunción de
inocencia ni garantía de dignidad ni respeto. Y el precio puede ser el bloqueo
institucional y la destrucción generalizada de reputaciones.
Al parecer existe intencionalidad en la selección de
los audios y su dosificación con criterios políticos o de broncas personales. Estamos
banalizando la corrupción con demasiados actores e instituciones bajo fuego y
sospecha. El derecho a la buena imagen y a la reputación desaparece con esta
estrategia que compite por la atención y penaliza a todo el que es mencionado
aun cuando se vea en una relación baladí. Así se distorsiona el escenario, se
disfrazan las intenciones y los intereses si solo se trata de lanzar la piedra
y levantar el dedo acusador.
Estamos ante la turba que censura y grita. Y ante esta
neblina voluntariamente provocada se diluyen las responsabilidades reales. Es
un mal momento para nuestro país pero alguien tiene que poner orden y
racionalidad. Miles de audios esperan su difusión y en este magma de la vergüenza
se mezclan culpables reales con víctimas de la satanización pública sin
pruebas. Si la cantidad de audios es tal necesitamos un filtro para separar lo
significativo de lo irrelevante. Lo importante de lo intrascendente. Pensar urgentemente
en un mecanismo de selección de audios para enfrentar la actual coyuntura de
envilecimiento del espacio público que aprovecha la justificada indignación
ciudadana.
Mi solidaridad con Aldo Mariátegui, un periodista con
quien hemos discrepado muchas veces pero lo creo honesto. Todos tenemos
defectos pero entrar a una cueva de lobos con afán de conocer e investigar no
hace lobo al investigador.