domingo, 22 de enero de 2017


¿NO HAY JUSTICIA 
EN EL PERÚ?
En el portal Político.pe el 22 de enero 2017
A pesar de la valiente y documentada investigación de Pedro Salinas y de los testimonios de las víctimas el Ministerio Público acaba de archivar la investigación contra Luis Fernando Figari, fundador de Sodalicio, acusado de presuntos abusos sexuales lo que ha generado la indignación nacional. Más aún cuando se sabe que la congregación cristiana sigue teniendo acceso a menores de edad en los colegios de su propiedad. En simultáneo el Contralor denuncia ante el Congreso que no se da un trabajo coordinado de las instituciones encargadas de investigar el caso Lava Jato

El drama nacional es la ineficacia de la justicia. La percepción es que ella no existe en nuestro país. Edgar Alarcón recoge este estado de ánimo colectivo ante un Poder Judicial y un Ministerio Público que ceden a presiones, dilatan investigaciones y prolongan la definición de las sanciones durante muchos años. Por ello recomendó al Congreso crear una Fiscalía Ad Hoc que se ocupe en forma exclusiva de las compañías brasileñas, así como una Sala Penal única que consolide toda la investigación. Ha precisado que hay 1200 procesos sin sentencia desde hace ocho años.

También pidió al Congreso normas para que la Contraloría tenga la capacidad de levantar los secretos bancario, tributario y de las comunicaciones sin solicitarlo a un juez. Si no hay trabajo coordinado y cada institución del sistema se dispara por su cuenta el resultado es esta ausencia de respuestas rápidas que en la percepción general es simple incapacidad e indolencia. Algo que lamentablemente alcanza hasta el actual gobierno de Pedro Pablo Kuczynski.

La dimensión del escándalo es proporcional a la desconfianza en los líderes e instituciones que deberían poder conducir el país en uno de sus momentos más difíciles y no están cumpliendo. Estamos en el primer tiempo de un largo partido pero la indignación colectiva crece y el temor de que no estemos a la altura se extiende.

El presidente Kuczynski tenía la confianza pero la va perdiendo por su indefinición ante el escándalo brasileño proyectado en el Perú. Muy grave que un gobierno tan joven sea afectado en su legitimidad. Y que las sospechas y temores ronden a la persona que constitucionalmente personifica a la nación que podría ser incluido en el terrible espectáculo de desfilar por fiscalías y comisiones del Congreso para dar su testimonio personal. El sensacionalismo es otro flagelo que acecha.

La excesiva lentitud en los responsables de la investigación es una señal ambivalente. Podría ser de respeto al debido proceso y de tranquilidad de conciencia, como pretenden algunos, o de lenidad para comprar tiempo y gestionar la impunidad, como temen los más. Ya debería, por ejemplo, haberse declarado la nulidad de los contratos lesivos y haberse tomado medidas para recuperar parte de lo perdido. Los actos jurídicos de las empresas brasileñas no pueden surtir efectos legales, están viciados en su origen por la corrupción que deberá ser probada con la mayor celeridad y honestidad posibles.

El país vigila y espera que caigan todos los responsables del peor momento de la República generado por una gran red criminal internacional que supo aprovechar debilidades personales e institucionales. Que podamos superarlo es ahora el gran desafío nacional.



SIN LUGAR 
PARA LA FE

En Correo el 21 de enero 2017

El Congreso que aborda el aspecto político de las denuncias en el caso Lava Jato no aparece con la autoridad suficiente para hacerlo. Según Ipsos Perú el 77% no se siente representado en él. Dramático pues cuando nadie puede investigar ni sancionar se abren las puertas a la impunidad. En ese vacío se impone la desconfianza sobre políticos y legisladores, que también alcanza a jueces y fiscales y por si fuera poco a la prensa desde que en las empresas mediáticas pueden darse -y de hecho se dan- serios conflictos de intereses.  

Todos los mediadores deben actuar con rapidez y decisión, están obligados a exhibir honestidad, rapidez, buenos reflejos y voluntad para la acción. La expectativa es grande y las exigencias mayores. A la puerta están las multitudes convertidas en actores políticos desde las calles convocadas por internet.

La agenda de las necesidades y las urgencias conocidas ha pasado a un segundo plano ante la prioridad de la lucha contra la corrupción. La inseguridad temible y extendida cede su lugar a la exigencia ética de la lucha contra quienes, en las clases dirigentes, en el Estado y en las empresas, han traicionado la misión de las vanguardias éticas. Que puede ser peor que no tenerlas, conocidas y reconocidas, para que lleven a sus pueblos por el camino de los valores, por una ruta distinta a la de los negociados, las coimas, los desaguisados que cada vez se harán más palpables a la luz de la justicia norteamericana, suiza o brasileña.


Cuando el Fiscal de la Nación pide ante el Congreso la confianza total a pesar de su lentitud puede estar descubriendo que en nuestro pueblo no hay lugar para ese acto de fe. Los antecedentes no lo amparan. Y esta actitud colectiva podría ser tan negativa como el drama de la corrupción a combatir.