sábado, 17 de noviembre de 2012

LA CRISIS DEL MODELO


 EUROPA PROTESTA

Mientras en el Perú seguimos mirándonos el ombligo con el tema del indulto a Fujimori y convertimos en asunto de estado su necesidad de expresarse por RPP como si fuera el único tema, en el viejo continente millones de desempleados y agraviados por la crisis salen a las calles a mostrar su rabia, su indignación y sus temores, con manifestaciones que son la única forma de expresar su creciente malestar y desasosiego.

Las ciudades europeas fueron inundadas por gente protestando este 14 de noviembre, ya conocido como el 14-N. Amplios sectores sociales que, independientemente de su orientación política, no ven hasta ahora una alternativa clara para que sus gobiernos recuperen el equilibrio entre disciplina fiscal y crecimiento. De un lado están sufriendo  las políticas de austeridad que ponen freno al gasto público e imponen limitaciones al modelo social de bienestar y de otro lado la recesión demuestra la imposibilidad de recuperar el crecimiento.

Sociedades enteras han sido colocadas entre la espada y la pared por una crisis que no han originado pero cuyos lamentables efectos están sufriendo. La austeridad impuesta por Bruselas e inspirada por Alemania presiona para recortar los déficits públicos como viene sucediendo en Grecia, España y Portugal pero no retorna el  crecimiento y tampoco se gradúan los efectos del ajuste. El gran objetivo de la consolidación fiscal se ha convertido en una repudiable camisa de fuerza a partir del dogmatismo neoliberal siempre presente en los altos mandos a pesar que la recesión y el pesimismo se extienden.

No lo ven o no quieren verlo. La crisis va dejando atrás los dos grandes axiomas liberales: la racionalidad de los mercados y la capacidad de la democracia para dar paso a una nueva forma de gestionar que no se ha dado y que deberá darse. La protesta paneuropea es un movimiento de solidaridad sin precedentes contra los recortes presupuestarios y los sacrificios de las poblaciones debido a la austeridad impuesta. Es una protesta legítima y sostenida aunque no represente aporte alguno a la salida a la crisis.

Por sus extraordinarias dimensiones la prensa mundial ha recogido la protesta europea dándole la connotación de que se trata de algo más de un estado de ánimo de rabia o indignación. Desde el New York Times pasando por Le Monde y The Guardian han reflejado el descontento generalizado por el alto desempleo, la desaceleración del crecimiento y el empeoramiento de las perspectivas económicas en toda Europa.

La situación es absolutamente seria y hasta grave. Estamos ante un fracaso de la economía de mercado y ante un fracaso de los políticos que han permitido que la economía se imponga sobre la política ahora obligada a recuperar su autonomía frente a los mercados financieros y a poner límites a la especulación, la volatilidad financiera y la desigualdad.

Estamos ante una crisis de confianza y ante una quiebra moral del modelo capitalista liberal. Algo que entre nosotros todavía no se percibe porque no nos sentimos tocados por la crisis financiera iniciada el 2008 y que persiste. Y no estamos analizando los destrozos que va dejando en la deslegitimación social de la economía de mercado y en la deslegitimación de los Gobiernos, en el desprestigio de la política democrática con serios problemas de gobernabilidad.

Afrontar la crisis mundial implica recuperar el fundamento ético que compense esas leyes impersonales del libre mercado que impiden juzgar los actores desde una perspectiva moral. La protesta masiva en las ciudades europeas es una luz roja de alerta para nuestros países y para nuestros políticos. Indica que debe existir una necesaria autonomía frente a los mercados financieros y que la sociedad debe ser capaz de manifestar su indignación ante las conductas lesivas pues de otra manera no habrá límites a la economía especulativa y a la desigualdad.