EL PAIS Y LA CRISIS DEL PERIODISMO
Nos
referimos al diario El País, una de las catedrales del periodismo mundial en
español, plural, democrático, con opiniones de primer nivel, fuente obligada de
consulta para diferenciar entre comentarios y noticias. Su crisis laboral ha
dejado sin trabajo a la tercera parte de sus periodistas y las repercusiones
llegan hasta nosotros. Mientras ellos reaccionan con huelgas, por acá seguimos
fieles a la prensa en papel sin escuchar a quienes pregonan la extinción de la
profesión periodística. No nos sentimos tocados y nuestro optimismo podría estar fuera de lugar y tornarse
irracional cuando vemos que grandes diarios y revistas dejan el papel para
optar por el soporte digital.
Los
agoreros están sepultando prematuramente al periodismo puro y duro, esencial
para la democracia y para la vida en sociedad, que debe sobrevivir manteniendo intacto su espíritu y
su independencia de los poderes políticos y económicos y aún de la plataforma
tecnológica sobre la cual se desarrolla.
Esto
último resulta difícil pues la Internet ha desfasado el modelo de negocio
empresarial de medios y también el ejercicio del periodismo desde que la
información es hoy ubicua, gratuita y sobre todo inmediata. La periodicidad ha
fallecido por el ataque de inmediatez asestado por la Red donde la información
se renueva minuto a minuto. Los periódicos ya no tienen razón de ser y la
prensa escrita está literalmente jaqueada.
En el
Perú podríamos morir de optimismo sin que se produzca un debate serio sobre la
doble crisis que aqueja a la prensa. Aunque sepamos que la política del
avestruz no impedirá que la crisis llegue. Más aún cuando en otros países se
aborda preventivamente el rescate del periodismo de calidad y su renacimiento.
El
problema tiene dos caras: un periodismo que va perdiendo credibilidad social y
una publicidad que disminuye mermando los ingresos de los grandes medios. Sin
lectores ni publicidad no hay nada.
El
enemigo no es la tecnología, siempre lo es y lo será el mal periodismo. Recuperar
la credibilidad obligará a ejercer el buen periodismo, conectado al interés
general, antídoto de la corrupción pública, la tibieza, el conformismo o el
aburrimiento social.
El desafío
se plantea respecto de la cultura digital multimedia y del periodismo obligado
a investigar, a denunciar con pruebas y sin maledicencia, a buscar lo
relevante, a hacer interesante lo importante, a difundir comentarios bien
informados, a mantener opiniones analíticas, disponer de exclusivas, intentar
la cohesión de la sociedad, a ayudar a las sociedades a madurar. El mejor
periodismo hace mejores sociedades.
Las
empresas de comunicación necesitan recuperar credibilidad ya que trabajan al
igual que los bancos y entidades financieras con la confianza del público. Y lo
harán de la mano de la ética y de la autocrítica.
La crítica, tan natural en el ámbito
periodístico, debería aplicarse a los propios medios. Los ensayos sobre la
crisis de la prensa pueblan bibliotecas, virtuales y físicas. Internet está plagada
de comentarios sobre la muerte del papel. No es noticia el desencanto de la
ciudadanía con los medios tradicionales. Razones para el pesimismo.
Ante ello los editores tienen dos
caminos: a) periodismo de bajo costo para captar audiencias masivas con
información barata, proveniente de buscadores de noticias o blogueros gratuitos
o b) periodismo de calidad. Los primeros derivan al sensacionalismo, la
confrontación ideológica y a la polémica interminable. Los segundos deben hacer
rentable la calidad apelando a la salud democrática tomando y cancelando algunos modos de trabajar anacrónicos,
inútiles o disfuncionales. En ese punto estamos.
Finalmente,
me sumo al merecido homenaje tributado a Raúl Wiener, periodista de raza,
valiente y consecuente en su defensa de los desfavorecidos, siempre firme en
sus principios éticos y políticos.