sábado, 25 de marzo de 2017






EL ESPEJISMO 
DEL DESARROLLO

En Político.pe publicado el 24 03 17

El Perú está en shock. La tragedia se enseñorea en grandes zonas del país. Transmitida en vivo y en directo la fuerza del agua impresiona, los “huaycos” arrasan propiedades, casas e ilusiones. Con sus carreteras bloqueadas o desaparecidas, el Perú está impactado cuando no bloqueado.
Las cifras oficiales hablan, más de 600 mil personas y 134.000 viviendas afectadas, 80 muertos y 20 desaparecidos. Hasta el momento pues van para más. Las grandes ciudades costeras viven una vorágine dramática, incluida Lima con todos sus distritos  donde nunca pasamos tantos días sin agua. La carencia democratiza y propicia la solidaridad con las ciudades del norte tan duramente golpeadas. 
Los que vivimos en la costa siempre nos sentimos los peruanos más desarrollados, más modernos y más cercanos al primer mundo que se nos ofrecía al alcance de la mano. Pero de un momento a otro hemos pasado del sueño del progreso y el desarrollo a la pesadilla de la involución. El Estado simplemente no ha funcionado para lo elemental, dar prevención y seguridad a quienes habitan en zonas de alto riesgo.
Más todavía han sido las mismas autoridades de los gobiernos centrales, regionales y locales las que han generado la indefensión. No solo no han prevenido sino que en el colmo de la irresponsabilidad han impulsado o permitido asentamientos humanos que se han establecido por invasiones y tráfico de tierras. La precariedad se ha hecho norma y la convivencia con el peligro acompaña la pobreza.
Hay culpables de esta estafa social y política graficadas en las quebradas malamente habitadas, en los puentes destruidos y en la gente instalada en la orilla equivocada que al perder sus hogares y medios de subsistencia se debate entre el dolor, la frustración y el lodo. Ante esto parecen insuficientes toda indignación y todo heroísmo.
El sueño del progreso del primer mundo, el que nos llevaría al club de los grandes, ha sido un espejismo. Más de una década de crecimiento económico sostenido no han podido disminuir tanta pobreza y desigualdad. Ni siquiera nos ha permitido prepararnos para lo elemental que es poder enfrentar nuestra propia vulnerabilidad climática que siendo histórica ahora se ve agravada por el calentamiento planetario. No es imposible, Ecuador lo ha hecho y vemos como capea con serenidad el mismo temporal que a nosotros nos destroza.
Más allá de las quejas contra las autoridades corruptas o ineptas, y contra la inoperancia del Estado, nos queda en claro la urgencia de ordenamiento territorial y urbano dentro de una reconstrucción que hoy es imperativa prioridad de la agenda nacional.
El gobierno de PPK será el de la reconstrucción o no será, No para que sea asumida por un Zar sino por toda la gestión, apoyada por todos los partidos y las organizaciones de la sociedad.
Estamos ante una tarea inmensa que va más allá de  la actual atención de la emergencia. Debemos ir hacia la reubicación ordenada de cientos de miles de personas que se habían instalado, con permiso o sin él, en espacios de alto riesgo durante décadas. De hecho se necesitará de nuevas obras de infraestructura y de reforzar algunas antiguas para que puedan soportar otros tantos eventos extremos que ya se anuncian.

Preparación, prevención, remediación, subsanación. Las soluciones reclaman unidad nacional. Algo que se dice rápido pero que exige la mayor responsabilidad y sobre todo la conciencia de patria en todos los sectores políticos y sociales. La tarea es de esta dimensión y no de menos.

EMERGENCIA SANITARIA

En Correo del 25 03 17

Medio país sumergido bajo las aguas y el barro que se lleva casas y propiedades y con ellas el esfuerzo de toda una vida dejando en la indefensión a cientos de miles. La dimensión del desastre ha insuflado energías al gobierno de PPK y a su gabinete cuyos miembros se han multiplicado. La atención a los afectados es lo primero.
Pero pueden venir cosas peores. La emergencia sanitaria es una de ellas y seguramente la más seria pues toca a la defensa de la vida. Las enfermedades menudean y se agravan por falta de agua para beber y para la higiene elemental. La profilaxia se hace imposible cuando miles se deshidratan con diarreas, se infectan con heridas, picaduras de mosquitos, vienen las epidemias y las enfermedades contagiosas que no reciben atención. Los hospitales y entidades de salud o no tienen capacidad o han sido inhabilitados por la catástrofe.
La emergencia significará un número tremendamente incrementado de pacientes y lamentablemente menores posibilidades de atención. Los hospitales del MINSA están desabastecidos en material médico, guantes, gasas, instrumental, medicinas. Afrontan tan grave situación desde el gobierno anterior pero los médicos que en su momento reclamaron han sido silenciados. Y hasta los directores de los hospitales habrían firmado un documento que les impide denunciar ante la prensa tan clamorosa carencia.
El muy importante Hospital Loayza tiene una emergencia saturada y tugurizada que es la sucursal del infierno. No puede recibir un paciente más. Pero podría ser ampliada si le dan en alquiler el local adyacente de la antigua Escuela de enfermeras, desocupado, cuya propiedad es de la Beneficencia de Lima dentro del Municipio Metropolitano. Le toca al Alcalde Castañeda ordenar que se proceda al alquiler, ya autorizado por el MINSA. Sin dudas ni tiempo para perder. Demasiados pacientes tocan a la puerta y toda inacción es punible. La obligación de salvar vidas manda.