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sábado, 1 de octubre de 2016
LOS VIEJOS
A LA TUMBA
Mi columna HOJA DE TIEMPO en Correo el 1 de octubre del 2016
Con todos sus
capacidades, méritos, conocimientos y experiencia. Los viejos ya no deben
enseñar es una de las normas de la Ley Universitaria que sigue en el debate y el
cuestionamiento. En las universidades públicas del país los conflictos continúan, el caos y la violencia se enseñorean con rectores
rebeldes y estudiantes en riesgo de perder el año como sucedió
hasta hace poco con la Villarreal. La SUNEDU, subordinada al Ministerio de
Educación y por tanto al poder político, continúa interviniendo y decidiendo, interpretando
leyes y legislando. La implementación de la Ley tiene resultados negativos, no
hemos ganado “más calidad" pero estamos pagando gran costo social por una ley que exige cambios.
Esta semana la Comisión de Educación del Congreso discutirá
varios proyectos modificatorios de la Ley mientras su mentor, el general Daniel Mora, pasea mediáticamente su
inquietud para impedir cambios y va recibiendo de las Universidades, que tienen
rectores aceptados por la SUNEDU, sus doctorados honoris causa. Y así acusa a
quienes critican la Ley de responder a intereses particulares.
Sunedu ha colisionado con la autonomía universitaria
para la gestión, tiene saldo negativo en violencia y abuso
de autoridad, ha elegido nuevas autoridades pero graves conflictos
entre estudiantes y autoridades continúan y deberán resolverse por
la fuerza o por los jueces. Se ha convertido en una entidad política y policiaca
que impone sanciones y genera severas resistencias.
Por eso,
entre otros aspectos esenciales, hay que cambiar su naturaleza y sus funciones,
eliminar la injerencia del poder político para que se conforme con miembros
representativos de la sociedad y del mismo sistema universitario. Igualmente hay
que descartar el límite de los 70 años
para la docencia y los cargos académicos, absurdo que ha descapitalizado a las
universidades públicas y ha alimentado pugnas desastrosas. Suerte!
SALUD
EN
EMERGENCIA
En Político.pe el 1 de octubre del 2016
El Ministerio de Salud declaró en
emergencia sanitaria los establecimientos de salud de Lima Metropolitana, por 90
días, en respuesta a la mala gestión y al desabastecimiento de medicamentos y
dispositivos médicos. El Decreto Supremo Nº 038-2016-SA, habla de garantizar el
servicio público de salud en casos de riesgo elevado o daño a la salud y la
vida. Y de contrataciones exclusivas para garantizar la continuidad de las
prestaciones de salud bajo responsabilidad. Ojalá se cumpliera.
Porque justamente responsabilidad es lo que
falta. Casi nos hemos acostumbrados al estado crítico de los servicios de salud
y a estas periódicas declaraciones de emergencia sin pensar en lo que
significan para los millones de usuarios que deambulan en los congestionados
hospitales y postas de salud del MINSA o de ESSALUD ya que igual o peor sucede
con los servicios pagados del seguro social.
La primera justificación de la existencia y necesidad
de un gobierno es la defensa del derecho a la vida. Para esto elegimos gobernantes
y para esto pagamos impuestos, cumplimos derechos, tenemos representantes dentro
de una democracia en la que creemos y deseamos eficiente.
Garantizar el derecho a la vida implica
atención médica oportuna y de calidad para salvarla en los momentos críticos o
para preservar enfermedades que traerán dolor y pena. La otra cara de la
defensa de la vida es la seguridad. Por eso es tan alta la demanda de combatir
la violencia y la delincuencia en las calles.
En ambos aspectos seguridad y salud este
gobierno tiene los desafíos mayores. No necesitamos cifras sobre criminalidad urbana,
bien informados como estamos cada día de robos, asaltos, secuestros y homicidios
desde los truculentos informativos y la crónica roja. Pero en salud sí necesitamos
saber la dimensión de lo que hicieron y dejaron de hacer en el régimen pasado.
Porque las acciones y omisiones de los directivos del sector y del Ejecutivo
dirigido por Ollanta Humala (o por su mujer) tienen un correlato de miles de
muertos, de vidas que se quedaron en el camino por desabastecimiento de
medicinas o de equipos médicos para operar o atender en emergencias, incluso en
déficit de recursos humanos. ¿Cuántos pacientes mueren por desatención o por
atención diminuta? ¿Cuántos médicos ven limitado su conocimiento profesional y
su voluntad de salvar vidas cuándo se encuentran sin las condiciones mínimas
para actuar?
Un episodio clamoroso de desatención por
varios gobiernos es la ausencia de una Unidad de Quemados en el Hospital
Arzobispo Loayza, un nosocomio que siendo de referencia recibe los quemados que
llegan desde todos los rincones del país. Nadie duda que el quemado es un
paciente difícil y complejo y si es pobre aún más. Con una gravedad que implica
tratamiento multidisciplinario y sobre todo especializado en una unidad de
cuidados intensivos que le permita salvar su vida tan tremendamente
convulsionada por graves accidentes.
Y en el Hospital Loayza donde existe un
Servicio de Cirugía Plástica y Quemados de eficiencia profesional reconocida sus
directivos vienen exigiendo desde el desastre de Mesa Redonda, esa Unidad
especializada. Pero no se oye padre.
Ojalá la ministra Patricia García Funegra no
se amilane ante la dimensión del desafío y permanezca atenta a pedidos como
este de gran urgencia. Y además deje en claro las responsabilidades
administrativas de quienes con el mal manejo -que llega hasta la corrupción-
medran arriesgando la vida de los peruanos.
Hay mucho por mejorar en el sistema de salud
pública, deficiente infraestructura -con una brecha estimada en S/60 mil
millones- desabastecimiento de medicinas, demoras en la atención, falta de
personal y bajas remuneraciones. La lucha sigue siendo contra la ineficiencia,
el despilfarro y la corrupción. Complicada pero no imposible.
Suerte Ministra!!
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