VOTAR POR FUJIMORI ¿NUEVAMENTE?
El domingo 10 de abril fue de pesadilla. Mientras los candidatos de centro derecha no tuvieron la sensibilidad para unirse en una sola opción los dos considerados radicales populistas pasaron a la segunda vuelta. Pero no en el mismo plano. Humala representa la esperanza del cambio popular que ganó la primera vuelta el 2006, al que Alan García opuso con éxito electoral el cambio responsable que muchos sienten que no llegó. Por ello se impuso nuevamente el rechazo al sistema y la ilusión encarnada en Ollanta Humala, un líder que resucitó con fuerza inusitada. Keiko Fujimori significa el retorno de lo peor que vivimos los peruanos en el oncenio fujimontesinista
Humala es el ganador de la primera vuelta pero esta vez se enfrentará al monstruo que todos creíamos encerrado bajo siete llaves que estaría por ser liberado con la anuencia inmadura de quienes se dejan impresionar, asustar y hasta aterrorizar por las imágenes que pretender relacionar a Humala con el dictador venezolano mientras borran alegremente de la memoria lo que vivimos con el dictador peruano y sus secuaces hoy de retorno.
Como bien ha dicho el profesor norteamericano, experto en política peruana, Steven Levitsky, de las afamadas universidades de Berkeley y Harvard: “Se puede tener dudas de Humala, pero de Fujimori tenemos pruebas”.
Pruebas históricas de quienes hicieron trizas la democracia, los derechos humanos, la ética pública, los bienes del Estado y la libertad de prensa. Todo ello forma parte del menú de quienes prefieren degustar la continuidad de un proyecto autoritario delincuencial probado insuflándole vida, en lugar de apostar por un candidato estigmatizado a partir de hipótesis y amenazantes fantasmas, una opción que nunca ha gobernado ni tiene pasado descalificador. Prefieren atender fantasmas y olvidar dolorosas realidades vividas.
Acabamos de dejar un primer tiempo del partido electoral jugado sin ideologías, con amplio predominio de la diatriba y del desgaste, sin propuestas y con mucha rabia por la pobreza que no se supera, por el modelo concentrador de privilegios y por la corrupción que se extiende y profundiza como un flagelo estructural. La derecha tradicional permisiva con Alberto Fujimori y su asesor Vladimiro Montesinos, debido al éxito que tuvo con la derrota del terrorismo, parece dispuesta a olvidar y volver a votar por el fujimorismo reencarnado junto a un entorno ya conocido que vuelve sintiéndose redimido. Que un diario local considere que el 23 por ciento plasmado en la jornada dominical fue plebiscitario para perdonar al ex presidente dice mucho de las distorsiones que prosperan para evitar que el izquierdista Humala tome el poder.
Ideologizar la contienda es decir que se dará entre la continuidad del liberalismo económico y político y la opción centro izquierdista de Ollanta Humala, para nada nueva en el continente. El viraje latinoamericano hacia la izquierda ha sido motivo de análisis y estudios durante más de una década con sus dos modelos: el exitoso social demócrata de la concertación chilena y de Lula da Silva y el cuestionado socialismo del siglo XXI de Hugo Chávez. Perú con su actual desarrollo parece lejos de realidades como la venezolana o la boliviana y más cerca de países como Chile y Brasil donde a nadie asusta un gobierno centroizquierdista.
Humala y Fujimori concentran recelos y ambos recurrirán a la estrategia de forjar alianzas y colocarse en el centro dando garantías sobre su ideario democrático. El primero busca mostrarse ligado al modelo social demócrata y le corresponderá reeditar la confluencia política que logró derrotar a Fujmori después de once años de autoritarismo desenfrenado. La segunda no busca desprenderse de ese pasado, lo reivindica sin considerarlo vergonzoso y a esa ficción contribuyeron alegremente sus contendores que nunca le pidieron explicaciones sobre el gobierno de su padre que abiertamente la inspira a pesar de haber sido juzgado por violaciones a los derechos humanos y estar merecidamente tras las rejas aunque no políticamente inactivo.
Humala puede ser el líder moderado que el Perú reclama sin detrimento de su voluntad política de perfeccionar el actual modelo económico poniendo el mayor énfasis en lo social para lograr una redistribución que permita canalizar y atender los conflictos sin llegar a la desestabilización del sistema democrático. Puede también abordar el perfeccionamiento del sistema político sin arriesgar la estabilidad y el crecimiento económico. Puede también impulsar toda reforma constitucional dentro de la metodología establecida con amplia participación de la población. Sus desafíos son ganar la confianza y generar consensos para evitar que las reformas posibles animen crispaciones desestabilizadoras y luchar contra la corrupción como prometido.
Lula da Silva fue un maestro en esta difícil tarea y su gobierno es largamente inspirador. Finalmente quienes luchamos por recuperar la democracia estamos éticamente obligados a reeditarla ante el riesgo del retorno del fujimorismo. De lo contrario no habríamos aprendido nada y como muchos habríamos olvidado todo. No es nuestro caso.