DESTERRAR LOS MIEDOS
E IMPONER LA ÉTICA
Ya tenemos Presidente de la República aunque a muchos no les guste. Ollanta Humala está ante un gran reto, no ideológico, porque en ningún momento se ha hablado de imponer el socialismo, principalmente ético desde que sus banderas ganadoras son la lucha contra la pobreza y contra la corrupción.
Hemos tenido la campaña más dramática jamás vista en nuestro país, polarizada al infinito con mucha pasión, rabia, miedos y maledicencia. Con intereses en juego demasiado fuertes, tanto que prefirieron asustar a los votantes antes que hacerlos razonar. Con temores que circularon, absurdos e irracionales pero que pegaron por el inmenso poder mediático detrás del fujimorismo. Pero ya instalados en el terreno emocional primó el temor al retorno de los noventa con su terrible mezcla de dictadura, corrupción, violaciones de derechos humanos y populismo asistencialista.
Lo que no sucedió en la primera vuelta apareció en la segunda. El factor ético tan menospreciado por los políticos les jugó una mala pasada. Y fue sin duda Mario Vargas Llosa un gran líder de opinión que pudo él solo contra casi todo el universo mediático del lado del fujimorismo. Y consiguió convencer a más de medio país de las razones morales para votar por Humala. Como consecuencia quienes hasta hacía poco se peleaban la lisonja por nuestro Nobel, lo llenaron de ataques y recriminaciones. No le perdonaron su impecable agudeza ética que prontamente convirtieron en “traición”.
Tan importante es esta batalla ética ganada como esencial es la sensación de la población de haber logrado una victoria sobre los ricos y corruptos, sobre el racismo y la utilización asistencialista de los pobres. El mensaje que nos queda es que sí es posible unir la ética con la política. Un mensaje que ha calado hondo al punto que no dudamos que impregnará las evaluaciones del régimen que comienza. Por ello el compromiso es aún más significativo en este terreno.
¿Cómo logrará Humala reunificar al país dividido en dos mitades? Sus primeras declaraciones estuvieron orientadas a tranquilizar a quienes provocaron, vía especuladores, la caída de la Bolsa de Lima en 12%. Pero el terrorismo económico tiene demasiadas aristas y no puede mantenerse indefinidamente. La Bolsa se recuperó casi inmediatamente en los días siguientes y el cuco se acabó. Los empresarios que apoyaron y financiaron a Fujimori se adecuaron pronto a la nueva situación. No hay empresarios en la oposición.
Estamos ante un tiempo nuevo y Humala está en vías de demostrar que está a la altura de la esperanza. En este camino que recién empieza la amplitud concertadora del Presidente electo para convocar a los mejores debe concretarse como ofreció, previo filtro eficaz para que no se cuelen corruptos que nunca faltan en busca de acomodo.
Humala se ha puesto por encima de la demolición mediática que sufrió y ha dicho que respetará a los medios y su libertad de expresión que les permite decir lo que sus dueños quieren decir. Incluso su ánimo de concertación lo llevará hasta la vereda de enfrente, sólo se autoexiliarán la derecha racista, fóbica, oscurantista e ignorante.
Va quedando claro que Ollanta Humala no pondrá freno al crecimiento económico ni dispondrá estatizaciones inútiles ni le quitará los niños a las familias ni los puestos a los comerciantes. Que se empeñará en la necesaria reforma tributaria, poniendo más impuestos a quienes deben pagar más y tal vez en frenar o regular los capitales golondrinos y las burbujas especulativas.
Estas elecciones presidenciales en segunda vuelta nos han dado un triunfo de la política sobre la economía. El liderazgo de Humala se ha ido afirmando pero deberá ser resistente a las emboscadas en las que muchos desean que caiga. Y ser suficientemente firme y propositivo sobre aquellos aspectos fundamentales que definirán esa gran transformación ofrecida. Una ambición nada fácil de transmitir y menos de concretar. Todos estaríamos de acuerdo que ella comienza por la confianza, avanza hacia la equidad y la progresividad especialmente sobre trabajo, educación, salud, servicios sociales y llega a la protección frente al desempleo y jubilación. Aspectos sentidos que permitirían movilizar la fuerza principal de toda democracia, aquella que reside en la voluntad de los ciudadanos para actuar de manera responsable en la vida pública.
Se necesita forjar una conciencia colectiva positiva para el cambio. Y ello se puede hacer a partir de ese gran logro de la campaña de Humala que ha sido colocar en el centro del debate, urgente y necesario, la desigual distribución de la riqueza. La inequidad y la escasa solidaridad son fuente de una alta conflictividad social que amenaza toda estabilidad política y económica. No hay mercados con pobreza extrema ni democracia con desesperación exacerbada. Esperemos que así lo entiendan.