NO TOQUEN
A OLLANTA NI A
NADINE
Publicado en Correo el 11 07 15
¿Qué
pasaría si escuchando a Ollanta Humala los medios de comunicación hacen mutis
por el foro y dejan de informar sobre la pareja y su gobierno? ¿Se tornaría automáticamente
en muy estable? ¿El silencio mediático le prestaría sabiduría, ponderación,
honestidad y experiencia política para este último trecho? ¿Nadine Heredia
dejaría de perturbarlo y de meterse en las decisiones para las que nadie la
eligió? ¿El país superaría inmediatamente la desaceleración económica y la
crisis de confianza y credibilidad? ¿Desaparecería la imagen de aventurerismo
político irrigado con los dineros foráneos de su amigo bolivariano? Etc.etc.
Desde
los predios de la ficción con cero noticias sobre la pareja palaciega, dejarían
de alimentar titulares y se enclaustrarían para mejor gobernar sin
interferencias ni mediadores. Solo los medios gubernamentales les darían
tribuna, seguirían sus indicaciones, sin denuncias, sin fiscalización, sin
control ciudadano. Como en las quimeras dictatoriales ganaría la quietud de los
sigilos, reservas y prudencias, de los arreglos informativos y de la opacidad.
Y las audiencias asistirían tranquilas a esa sensatez convertida en automordaza
mediática.
Fantasía
imposible que demuestra que la exigencia de Ollanta Humala desde Madrid está
fuera de la realidad. Que ataque a los medios por desestabilizar su gobierno cuando
sus problemas no son ni invención ni mala voluntad. Que ha incurrido en tantos
errores y se ha abierto tantos frentes que uno más, aún tan importante como el
mediático, solo indica cuánto ha perdido de perspectiva. Si la prensa hubiera
querido hace tiempo que su aprobación se hubiera pulverizado por sus errores
que van desde el mal uso de la DINI hasta la manipulación de su bancada parlamentaria
pasando por el afán de pelearse, su desconocimiento de pactos y alianzas y la
sistemática usurpación del poder por la esposa cogobernante de facto.
Ollanta
Humala es y seguirá siendo el protagonista de la política nacional, el eje natural
de la información. Su esposa gana titulares por su impericia y manejos oscuros y él por sus malas decisiones y sus gestos temperamentales.
Lo deseable es que el presidente culmine su mandato constitucional, para que entregue el poder al sucesor elegido, con la mayor
estabilidad posible. Pero debe saber que lo hará con la prensa vigilante y fiscalizadora, honrando el derecho a la
información, ante lo cual solo le queda el respeto a las libertades y la tolerancia
democrática.