TODOS
CONTRA TODOS
Político. pe del 12 03 16
Cualquiera
de los candidatos presidenciales podría llegar pero nadie se libra del palo
encebado en que se ha convertido nuestra política nacional. Los antecedentes de
esta maratón de agravios podemos encontrarlos en la última década del siglo
pasado cuando Vladimiro Montesinos lideraba vía los diarios chicha -y las televisoras
cuya línea editorial compró de manera infame- la destrucción personal de cada
candidato que osara oponerse a la tercera ilegal reelección de Alberto Fujimori.
Pocos
quieren recordar esos tiempos en que todo era posible para liquidar personajes
cuando los opositores eran los enemigos a ser destruidos de manera implacable,
que no quedara nada de ellos ni en lo moral ni en lo profesional, que el
escarnio, la burla, el humor siniestro y la indignidad los dejara en el suelo,
sin ánimos ni posibilidades, sin valores ni oportunidad de defenderse.
No
nos lo contaron, así lo vimos. Así de ignominiosa fue esa campaña y de
perversos esos ambientes políticos destinados a fomentar el autoritarismo, la
imposición y el avasallamiento con fines e intereses nada santos. Lamentablemente
mucho de esa escuela ha quedado entre nosotros, a ella le debemos el tratar al
adversario como enemigo, practicar el canibalismo buscando o inventando los
peores insultos, sin respeto por trayectorias, talentos y capacidades.
Y
algunos medios de comunicación y algunas encuestadoras se prestan al juego y
por supuesto lo hacen algunos candidatos que alevosamente entran al deporte
suicida para que los otros queden en el camino, sin fuerzas para levantarse,
sin calle para enfrentar los agravios, sin moral para el combate.
Mala
cosa desgastar la política, convertirla en circo romano, que el sobreviviente llegue pero exhausto, sin
legitimidad ni confianza.
Dramático escenario en un país tan necesitado de propuesta,
de diálogo, de liderazgo, de valores y sobre todo de respeto por quienes buscan
el honor de ser el presidente o la presidenta del Perú y desde ahí lograr lo
mejor para nuestra sociedad. Queremos seguridad y confianza para el próximo
periodo pero no estamos preocupados por la pendiente ética en que cae la
política nacional lesionando la democracia y sus posibilidades. Nuestros
problemas son graves y podrían ser peores si ésta demostrada irresponsabilidad
colectiva continúa. La exigencia elemental es respeto por el político y por el
país.