¿RESPETAN LOS MEDIOS EL DERECHO A LA INFORMACIÓN?
Tenemos un Derecho a la Información que nunca es mencionado ni respetado por la mayoría de los medios escritos y audiovisuales. Sus propietarios y principales voceros reaccionan airadamente ante cualquier amenaza a la libertad de prensa, lo que está muy bien, pero callan en siete idiomas cuando atropellan sin escrúpulos nuestro derecho a estar al tanto de lo que sucede sin que ellos contaminen, distorsionen u oculten la información que nos deben.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos enumera la progresión histórica de los derechos: opinión, expresión, información. Este último, el derecho a la información, es el de emitir, recibir y difundir la información. La Declaración califica el acto informativo como algo que se debe al público.
El derecho a la información es nuestra garantía fundamental de obtener información (noticias, datos, hechos, opiniones, ideas) y de informar y ser informado. Engloba libertades individuales (de pensamiento, expresión e imprenta) y de carácter social (el derecho de los lectores, oyentes o espectadores a recibir información completa, objetiva, oportuna). Opera en dos sentidos y presupone la libertad del emisor, que es el periodista, y la del receptor, que es el público o sea todos nosotros.
El derecho a la información, conceptualmente hablando, es lo más avanzado que tenemos. Más que la libertad de prensa o de expresión pues protege a ambos polos, al emisor y al receptor, e incluye los derechos de grupo, género o clase. Como garantía nos alcanza a todos, incluyendo al Estado obligado a difundir con la verdad, a abstenerse de dar información manipulada, incompleta o falsa. Sólo puede estar limitado por los intereses nacionales y sociales y por el respeto a los derechos de terceros.
Y es que tan importante como suceden los acontecimientos es la forma como se transmiten. La sociedad puede y debe exigir la información completa, oportuna y objetiva, no parcial, no retrasada o fuera de tiempo, no plagada de medias verdades, como lamentablemente viene sucediendo. Una segunda batalla no electoral se dando en los medios que usan todo sus recursos para imponerse. Hasta pagar a sicarios mediáticos que conjugan el verbo difamar en lugar del de informar. Saben, como bien lo dice el reputado experto mundial en comunicaciones, don Manuel Castells, que “El Poder se construye en la mente de las personas”. Y quieren construir la aceptación del poder mafioso que quieren de retorno en la mente de todos nosotros.
El derecho a la información, la libertad de prensa y la libertad de expresión son tres conceptos jurídicos con rasgos comunes pero no equivalentes. El primero tiene en la verdad su fundamento esencial y junto a la libertad de expresión es la base del Estado de Derecho y de la Democracia por la que todos luchamos y que nos costó tanto recuperar.
En esta campaña electoral hay medios que atienden sus propios intereses o sus propios temores, o los que tienen quienes les pagan para evitar la victoria de Ollanta Humala. Nos dan una sola visión y nos transmiten cuentos y temores absurdos. Dejan ostensiblemente de lado la imparcialidad y violentan nuestro derecho a estar informados para tomar las mejores decisiones el 5 de junio en una contienda que se revela histórica. No queremos que la mafia vuelva y para ello las redes sociales y la comunicación alternativa están librando sus propios esfuerzos al igual que la intelectualidad y los jóvenes. Somos testigos de ello desde la docencia universitaria.
Es innegable que la mayoría de los medios ha emprendido con entusiasmo y dedicación la demolición de Humala para prohijar el retorno del fujimorismo que los compró en su momento. Ello está haciendo estragos en su credibilidad pero no parece importarles. ¡Qué pena!!