domingo, 3 de septiembre de 2017

SOLO ACATAR


En Correo el 01 de septiembre del 2017

El Tribunal Constitucional habría tomado su decisión sobre la  ley anti tránsfugas que de concretarse cambiaría el escenario político y en especial el parlamentario. 

El TC estaría respaldando la plena representatividad de los congresistas y su no sujeción a mandato imperativo. No cae nada bien a los fujimoristas que el TC obligue a modificar el reglamento interno  del Congreso cuya fuerza de ley han usado para imponerse por número, sin que el Ejecutivo tenga la capacidad de ser un contrapeso real. 

El Congreso no puede desacatar la sentencia del TC aunque contradiga su voluntad de no debilitar su fuerza parlamentaria, de impedir que alguno salga de su bancada y de disminuir hasta la irrelevancia las atribuciones de representación, fiscalización y legislación de los disidentes.

Pretender castigarlos con la marginalidad, reducir al tránsfuga a un paria al que nadie recibe ni tiene en cuenta es una violación extrema de la libertad de expresión y del libre albedrío de un congresista llegado al Parlamento por votos ciudadanos a cumplir una misión, no para ser condenado al ostracismo.

La sentencia del TC provocará un terremoto en el Congreso respecto de las presidencias de Comisiones pero sobre todo por la posibilidad de otra bancada K, en este caso kenyista, que eliminaría la supremacía absoluta del keikismo. 

No pueden desobedecerla a riesgo de  violar el Estado de Derecho que ellos personifican superlativamente. Bien dice el Art 45° “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen”. No hay más. 

Toda autonomía, mandato o acción se subordina a la Constitución, nunca por encima de ella. Si el TC declara la inconstitucionalidad debe ser obedecido, de rey a paje. El Estado de Derecho no se sujeta a gustos, intereses o voluntades, aunque sean de connotados congresistas.


EL RESPETO AL TC 
ES IMPERATIVO


Publicado en Político.pe el 31 de agosto del 2017

Los congresistas no tendrán mandato imperativo pero el respeto al Tribunal Constitucional si es imperativo para todos, sin distinción alguna. Parecería que los rebeldes a una sentencia del TC -que habría declarado fundada en parte la demanda contra la norma que impide a los congresistas disidentes formar grupos o integrarse a otros- no han leído la Carta Magna.

Hasta ahora Fuerza Popular ha defendido la unidad de su poderosa bancada amenazando a sus congresistas con el ostracismo, como sucedió con Jenny Vilcatoma y con Patricia Donayre. El instrumento para ello es el reglamento del Congreso que con fuerza de ley impide que los separados o retirados de sus bancadas tengan la posibilidad de formar nuevos grupos o integrarse a los existentes. Solo les queda deambular como parias sin que nadie los admita. En esta  situación las funciones, para las cuales recibieron el voto ciudadano, se ven melladas. Y por supuesto se ven limitados en su libertad de expresión y en su libre albedrío, violando derechos fundamentales, como lo habría considerado el TC.
  
Para el fondo del asunto no interesa que haya sido Gilbert Violeta quien adelantó en Twitter la decisión que habría tomado la mayoría del pleno del organismo que declara fundada en parte la demanda. Más temprano que tarde el TC oficializará su fallo y lo publicará en "El Peruano".

La Constitución es clara respecto de la jerarquía de las sentencias del TC. Su artículo 38° determina que “todos los peruanos tienen el deber de… respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación. Sería un contrasentido que los congresistas pudieran decidir al margen o en contra de ella. Especialmente claro es el artículo 45°: “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen”.

Son esencialmente limitaciones al poder. Todo mandato, imperativo o no, se subordina a la Constitución y se ejerce dentro de lo que ella establece. Si como dice Mauricio Mulder los congresistas no tienen qué votar en sentido contrario al de su criterio y conciencia, el Estado de Derecho que obliga a todos sin distinción, no existiría. Solo contarían voluntades individuales que podrían desconocer los fines supremos de la nación.

Mulder calificó el fallo de "golpista" por corregir una norma del Congreso. Absurdo razonamiento que niega la labor precisamente vigilante y supervisora de la constitucionalidad asignada al TC, que al declarar la inconstitucionalidad determina la derogación automática de la norma sin esperar a que el Parlamento la modifique o emita una nueva.

Entendible el rechazo del fujimorismo respecto de una sentencia que cambiaría el escenario parlamentario y sobre todo el político en la medida que la bancada de Fuerza Popular avasalladora por números absolutos podría dividirse generando otra bancada de kenyista. El keikismo, que domina sin contrapesos disminuiría su poder, el desequilibrio entre el Ejecutivo y el Legislativo se relativizaría y nuevos vientos podrían correr para superar el bloqueo y la suma cero que hasta ahora han caracterizado las relaciones dentro del Estado.

Podría ser que con una derogatoria de la ley anti tránsfugas se aliente el fraccionamiento y la multiplicación de las bancadas como muchos temen. Pero los congresistas no son párvulos de escuela primaria, su consecuencia no debería depender de una ley que posibilita la división sino de su madurez y conciencia democrática.

A pedido de mis alumnos y amigos incluyo la entrevista que me hicieran para el reciente número la revista Ideele 272, Patricia Wiesse y Gerardo Saravia, Directora y Editor, respectivamente.

María del Pilar Tello: “Los gobiernos se enfrentan a los medios para no ser avasallados”
Patricia Wiesse Directora de la Revista Ideele
Gerardo Saravia Editor de la Revista Ideele
Ideele Revista Nº 272

Fue una pionera del periodismo político hecho por mujeres y del análisis político también hecho por mujeres y en el que, 30 años después, todavía muy pocas se animan a incursionar. Su estilo es el de las entrevistas extensas, densas, puntillosas; esas que se van volviendo documentos de consulta a medida que pasa el tiempo. Ha escrito 17 libros y va a presentar otro en la Feria del Libro. Dice que no puede dejar de escribir.

¿Has tenido un modelo para hacer tus entrevistas? ¿Algún periodista a quien admirabas? ¿Una Oriana Fallaci?
No, nadie. Cuando yo tenía 18 años mi papá me regaló un libro sobre Dolores Ibárruri, la Pasionaria, y ese libro me marcó. Yo ya había ingresado a la juventud comunista, era la criatura más joven de ese partido que en ese momento estaba en la clandestinidad. Me refiero al Partido Comunista de Jorge del Prado.
¿La rama pro-soviética?
Pero eso fue antes de la división chino-soviética. Yo fui testigo de la división. Después salí porque me casé, tuve a mi hija y me fui con mi familia a Francia. Y entre criar a mi hija y estudiar; no me quedaba tiempo para ningún devaneo político ni periodístico.
Tu libro Golpe o Revolución está no habido. No se encuentra en las librerías. Sobre este período del gobierno militar se ha hablado muy poco. Tú lo sacaste caliente.
No tan caliente porque yo me fui a Francia a hacer mi doctorado en Ciencia Política y estuve cuatro años ahí. El gobierno de Velasco cayó mientras yo estaba en ese país. Se sabía muy poco: todo era una burbuja, todo era confidencial, cerrado. Cada vez que nos juntábamos los peruanos era para preguntarnos ‘¿qué estará pasando, le cortaron la pierna a Velasco, qué pasó con Mercado Jarrín?’ Puras especulaciones porque no sabíamos qué pasaba, hasta que mi papá me regaló una suscripción a la revista Oiga que me comenzó a llegar todas las semanas. Entonces todos los peruanos se reunían en mi casa para enterarse de qué había pasado.
Regresaste al Perú en el gobierno de Morales Bermúdez, que había derrocado a Velasco.
Cuando yo vine quise hacer algo para resolver mis propias dudas y preguntas. Se me ocurrió hacer un libro de entrevistas. Hice una estrategia de dominó: conseguí que dos militares me aceptaran las entrevistas y después comencé a llamar a los otros. Les decía ‘mire, el otro me ha dado la entrevista. Usted me la tendría que dar para tener su versión’. Al final tuve a 14 militares de primer nivel que habían gobernado en la primera fase. Cerré con la entrevista a Morales Bermúdez que no me la quería dar porque me exigía revisar las otras entrevistas. Le dije que de ninguna manera. Lo único que yo les di a todos fue un temario con las preguntas. Yo no crucé la información ni la contrasté para que el lector pudiera sacar sus propias conclusiones. Yo era muy chica, qué confianza les daría, no sé.
¿Cómo aprendiste a hacer esas entrevistas tan detallistas, con preguntas de análisis y temas de profundidad?
Instinto puro.
¿Siempre te guías por tu intuición y tu curiosidad?
Yo he hecho muchas entrevistas. Durante muchos años estuve haciendo la entrevista central en La República, cuando estábamos enfrentados al fujimorismo. Sobre eso he escrito un libro de memorias que todavía no publico. Se llama El emperador de las sombras. Es el testimonio de la gente con la que hice la resistencia a Fujimori de 1992 al 2000. Los que estuvieron en el Foro Democrático, en el Comité Cívico por la Democracia, que tanto nos costó hacer. En esa época yo estaba sola acá en Lima porque mi marido y mis hijos estaban en Francia, y esta casa era considerada un antro de conspiración.
Te caracterizas por ponerle buenos títulos a tus libros. Golpe o Revolución, Bajo el volcán.
La idea de este último título fue de un alumno. Yo trabajo en la Universidad Villarreal donde he sido directora de la escuela política y ahora soy su profesora principal. Cuando yo les comenté sobre el libro, uno de mis alumnos me dijo que si Fujimori hubiera estado en Japón se le llamaría el emperador del sol naciente, pero en el Perú es el emperador de las sombras. Me gustó esa idea. Ese libro es muy interesante porque hay dos situaciones en las que he profundizado y que no se conocen: una es la caída de los magistrados del Tribunal Constitucional. Hay un capítulo con todos los alegatos de Paniagua, Ferrero, la defensa que los tres magistrados hicieron, las entrevistas que dieron. La otra es la suerte que corrió Montesinos después de su primera y segunda fuga y cómo lo trajeron al Perú. Se lo di a mi hija que vive en Estados Unidos y me dijo que le parecía tan fascinante como una novela.
Para hacer Golpe o Revolución entrevistaste a los militares que tuvieron los cargos más importantes en el gobierno velasquista. Fue sorprendente que una mujer tan joven hiciera un libro difícil por el tipo de entrevistados, por el período que se analizaba, por las preguntas analíticas que los obligaste a responder.
Una vez me invitaron para hablar con las secretarias de los militares, y una de ellas me preguntó cómo, a pesar de ser mujer, había podido hacer hablar a los militares. Le contesté que no lo hice a pesar de ser mujer sino por ser mujer.
¿Los militares son más condescendientes con las mujeres?
No lo sé, pero cuando una mujer rompe con el estereotipo de la frívola y se interesa en un tema nacional, se le da la confianza. Eso fue lo que sucedió con estos militares.
Pero no es fácil lograr esa empatía.
Es cierto, fue algo misterioso. Yo los cogí en un tiempo en el que ellos se daban cuenta de que la historia estaba pasando y que necesitaban dejar su testimonio. Y nadie se los había pedido de esa manera tan organizada y sin mala fe. El libro es un testimonio de parte de momentos clave, como la reacción de Graham ante el levantamiento de Morales Bermúdez en Tacna. Puse la frase textual: “La cagada, Morales se ha levantado”. Tengo los originales con las correcciones con el puño y letra de cada uno.
¿Quiénes te parecieron que tenían un discurso más elaborado, más coherente?
Yo tenía la impresión de que ninguno era ideológico. Solo Leonidas Rodríguez Figueroa y Arturo Valdés Palacio me parecieron que tenían más formación. El primero me contó una anécdota que se la había contado el propio Velasco: Caminando pata al suelo en los campos de Talara, un día había llegado a un gran portón con un letrero de la International Petroleum Company. Y debajo decía ‘no se admiten ni indios ni perros’. Le confesó que eso lo marcó y que pensó que algún día sacaría a esos miserables de ahí. Y miren que lo cumplió.
¿Golpe o revolución?
No creo que fuera un golpe. Hubo un trabajo de sensibilización con un componente de ambición por el poder, pero sobre todo de transformación. El que le puso la impronta al proceso fue Velasco que no era un hombre formado ideológicamente, sino un hombre de pura sensibilidad popular. Yo no lo he conocido personalmente, pero tengo las referencias de los militares que entrevisté.
¿Cómo se definía ideológicamente, o no se definía?
Él se sentía filoaprista, filocomunista, filosocialcristiano. Él recogía todos los discursos que sintonizaban con su sensibilidad y lo alentaban a hacer algo por el pueblo. Hubo toda una parafernalia que él recogió para crear una mística. Era una esponjita respecto de la motivación social y sabía escuchar. Yo hice unas entrevistas a los civiles que trabajaron con él que nunca publiqué, y eso fue lo que me dijeron.
En ningún momento su objetivo fue hacer una revolución socialista.
No, él quería un país desarrollado, pero no capitalista clásico. Los dos modelos que imitó fueron la autogestión de Tito en Yogoslavia y las comunas de Israel. Cuando tuvo que darle una organización a las haciendas expropiadas eligió las cooperativas. El pensamiento cooperativo era la vanguardia de un pensamiento colectivista.
¿Cuál fue su error?
Su debilidad estuvo en que no logró cohesionar a su grupo más cercano y cada uno disparaba por un lado distinto. En las entrevistas que les hice a Vargas Caballero y Arce Larco de la Marina, se refleja su posición elitista porque la Marina era un club de blancos y hubo una serie de situaciones que revelaban cuál era su posición.
Fueron solo siete años, pero cambiaron al país. Es irónico que Velasco muriera de una enfermedad y no víctima de una conspiración o de un atentado.
La enfermedad lo trastornó. Graham dice que veían enemigos por todos lados, sobre todo en los que fueron sus más cercanos como Leonidas Rodríguez Figueroa, Fernández Maldonado, Valdés, a los que fue alejando de su lado. Pensar que dos amputaciones y una cojera han pesado en el destino del Perú: Mariátegui, Velasco y Javier Diez Canseco.
Has entrevistado varias veces a Morales Bermúdez. Es un personaje medio oscuro, con un discurso confuso que no llega a definirse claramente de derecha. ¿Crees que traicionó a Velasco?
Sí, lo traicionó. Cuando yo hablé con él para convencerlo de que me dé la entrevista, le dije que era necesario que diera su versión porque todos los otros entrevistados lo atacaban y lo dejaban muy mal.
"Una vez me invitaron para hablar con las secretarias de los militares, y una de ellas me preguntó cómo, a pesar de ser mujer, había podido hacer hablar a los militares. Le contesté que no lo hice a pesar de ser mujer sino por ser mujer".
Se habla del enriquecimiento de algunos militares cercanos a Velasco.
Yo entrevisté a Tantaleán y después me hice muy amiga de su hijo Pocho, quien estuvo en la misma época que yo en Europa y había estado muchas veces en Grenoble donde yo estudiaba. Había toda una leyenda respecto del dinero y riquezas de Tantaleán Vanini. Él vivía en una casita de clase media. Me hizo pasar a su baño de visita y me dijo: “Estas son las llaves de mi baño. Míralas, la gente dice que son de oro. Nada que ver. Yo ando tan falto de plata que tengo que hacer caza submarina para mantenerme.” Me enseñó dos congeladoras que estaban en la sala y me mostró los pescados que les vendía a los restaurantes más finos.
¿Entonces no hubo corrupción en el gobierno de Velasco?
Yo no creo. Yo he visité las casas de los militares. Eran totalmente mesocráticas. A mí me sorprendió positivamente la forma digna en la que vivía Mesa Cuadra. El mismo Tantaleán tenía una casa en Punta Hermosa que visité cuando me hice amiga de sus hijos. La “gran” casa estaba compuesta por dos cuartitos y un corralón. Dos cuadras más allá estaba la casa de Mercado Jarrín que era un chalecito mejor hecho, más bonito, pero que en total tendría cinco ambientes.
¿Qué es lo que ha pasado en todos estos años para que hayamos llegado a estos niveles de corrupción y que ésta se haya convertido en el peor de nuestros males?
Creo que Fujimori es el culpable. Montesinos dio una lección de corrupción grabada en los videos.
¿Pero el aporte de Montesinos no fue la grabación de algo que ya existía desde mucho tiempo atrás?
La evidenció, la legitimó en la mente de la gente. A partir de ese momento cualquiera podía hacer cualquier cosa para salir de la pobreza. Cuando tú siendo pobre ves que los ricos son capaces de entregar su alma por un paquete de billetes, te parece que tú también lo puedes hacer y no pierdes nada. La frase ‘roba pero hace obra’ vale en Brasil, Chile, Argentina en porque hay un momento en el que el neoliberalismo se hace depredador, se hace salvaje, exige que no se le regule y tener carta libre para obtener la mayor ganancia posible. Ahí tenemos la crisis bancaria del 2008 que ha destrozado el modelo de bienestar de Europa. Los estados tuvieron que subvencionar las pérdidas de los banqueros para que sus sistemas económicos no cayeran.
Vamos a dar un salto de garrocha hasta tu libro Bajo el volcán. Lo hiciste literalmente bajo el volcán. Recogiste la preocupación de la sociedad que giraba en torno a la violencia política, Sendero y la pacificación en un libro de entrevistas muy a tu estilo.
Sí, recuerdo buenas y fuertes entrevistas al Gaucho Cisneros, a Javier Diez Canseco. Había una situación de ambivalencia en la sociedad porque Sendero representaba una protesta que muchos sentían válida y no lo decían. Yo he conocido muchos profesionales de altísimo nivel que justificaban a Sendero. Sentí que ese libro podría ser una fotografía del país al borde del abismo, y que hacer conciencia sobre esa ambivalencia significaba algo. Tuve una conversación con Cornejo Chávez, que era un hombre absolutamente seductor políticamente. A pesar de que yo venía de la izquierda, igual me seducía con su argumentación tan clara. Él me dijo: “La subversión la podríamos suscribir todos porque no queremos este país tal como está. Lo que no queremos es el terrorismo. Yo acepto la subversión, pero rechazo a morir la subversión terrorista. La clase política tiene que entender que este es un alarido del Perú y que nos está poniendo al borde del abismo porque tiene sus razones”.
La entrevista al “Gaucho” Luis Cisneros Vizquerra es memorable porque le preguntas sobre todo lo que se decía de él -que avalaba la guerra sucia, que era medio “facho”, que era un feroz anticomunista– y en ningún momento te intimidas ante él.
Yo nunca he visto a los militares intimidar a nadie. Yo he sido muy amiga de Jaime Salinas Sedó y me consta que su mujer lo dominaba. Lo que pasa es que en los militares hay un lado duro y otro muy humano. En el libro de Renato sobre su padre se ve claramente esa dicotomía. No sé si es porque una mujer lo interpela que el militar se ablanda. Yo vi su lado humano y por eso me permití decirle las cosas,  y él  justificaba todo porque realmente creía que estaba cumpliendo una misión.
¿Él no dudó en ningún momento de que su estrategia subversiva era la correcta?
Él se ponía por encima del bien y del mal para justificar la defensa del Estado y de su país porque consideraba que Sendero y el terrorismo podían destruir el país. Había esta fantasía de Pol Pot y los khmer rouge que circulaba como antipropaganda, y los militares eran los primeros que la asumían. Y claro, él era el duro, aquel en los que los otros militares se veían. Yo he hablado con otros militares y confiaban en la dureza del “Gaucho”, estaban seguros de que él nunca declinaría.
En las entrevistas que hacías llama la atención cómo personajes muy renombrados se equivocaban en las tesis que lanzaban. Nos llamó particularmente la atención Macera, quien te dice, por ejemplo, que una posible captura de Guzmán no significaría que Sendero deje de hacer acciones.
¡Y él era el oráculo en ese momento! Después de eso cometió su peor equivocación que fue enrolarse en el fujimorismo. Ahí perdió liderazgo político y moral porque él era sobre todo un oráculo ético. Después él me dijo que lo hizo porque no tenía pensión y no quería quedarse en la miseria.
Es difícil imaginarlo en la miseria.
Sucede. Yo he sido muy amiga de Armando Villanueva. Él no había podido conseguir una pensión habiendo sido Primer Ministro. En los últimos años fue vendiendo sus huacos, sus pinturas para vivir.
De todos los personajes políticos que has admirado, alguno te ha decepcionado porque esperaste más de él o porque “se te cayó” por algo?
Por ejemplo, Valentín Paniagua, mi amigo, a quien siempre he admirado y querido mucho, no cambió la Constitución fujimorista fraudulenta como pensábamos que debería hacer. Yo le reclamé tres veces que en las entrevistas él me había asegurado que lo iba a hacer. Y las tres veces me contestó ‘no es posible ahora; veremos más adelante’.
En los últimos años te has metido en un tema crucial: el poder de los medios de comunicación y su influencia en la política.
Sí, he escrito tres libros. En el 2014 el fondo editorial del Congreso publicó Dioses, diablos y fieras. Periodistas en el siglo XXI, que describe cuáles son los peligros por los que atraviesa la prensa en esta época de revolución tecnológica. En las facultades de comunicaciones y de ciencia política lo recomiendan en la bibliografía y por eso está agotado en las librerías.
Hay un enfrentamiento permanente entre los dueños de los medios y los gobiernos.
Así es. Hay un enfrentamiento por la hegemonía entre el poder mediático y el poder político. Ahora la política se hace en el campo de la comunicación. Justamente ese es el tema de mi otro libro: hay medios que hacen política y gobernantes que hacen comunicación. Los medios compiten con el Estado, y los gobiernos se enfrentan a los medios para no ser avasallados.
¿Qué peligro puede traer este poder inmenso de los medios?
Al frente de una democracia con gobernantes que han sido elegidos por el voto popular tienes un poder mediático que, sin ningún tipo de contrapesos ni regulación, compite con estos gobernantes y los avasalla. Debe haber un equilibrio. Mi posición es que debe haber un triángulo que incluya a la sociedad, que es la titular del derecho a la información, porque cuando se produce la polarización, la información que se recibe está contaminada, sea por los intereses privados, sea por los intereses del gobierno.
La sociedad debería intervenir, pero, ¿cuál sería la mejor manera de que realmente tenga peso y poder de decisión?
Mi posición es que debería intervenir en una tercería ciudadana, pero no tenemos esa sociedad empoderada e ilustrada en el nivel mediático.
Como objetivo estamos de acuerdo. Pero, ¿cómo aterrizas esa propuesta?
La he aterrizado en el tercer libro que he escrito sobre el tema. Se llama La industria de la conciencia. La sociedad mediáticamente empoderada. Esto se logra a través de los nuevos medios que la Internet hace posibles: los medios digitales, las radios por Internet, la televisión por Internet, los medios comunitarios y alternativos. Manuel Castells considera que la Internet hace posible lo que él llama “las redes de liberación de los espíritus” que nos van a permitir contrapesar la elaboración de contenidos que es el arma de dominación del poder mediático.
¿Tienes una visión optimista de nuestro futuro mediático?
Sí, pero también creo que hay un lado oscuro y peligroso en el manejo de las redes. Justamente estoy escribiendo otro libro donde hablo de eso.
¿No debe haber un organismo de regulación que ponga freno a la televisión basura, por ejemplo?
En el libro hay un capítulo que se llama autorregulación, regulación y corregulación. Esta última es una alternativa que ha venido del Reino Unido frente a los abusos de Murdoch y sus tabloides y se basa en un informe del juez Brian Leveson. Podría haber un organismo supervisor tripartito en el que estén representados la sociedad, los propietarios de los medios y el Estado. Porque en mi primer libro yo hablaba mucho de la autorregulación, del defensor del lector, de los códigos de honor, pero ya pasaron cinco años y es obvio que no funcionan. Si no, que me digan dónde estaba la autorregulación cuando le destrozaron la vida a Rosario Ponce.
Tú has sido presidenta de Canal 7 y de Editora Perú, de El Peruano y Andina en el segundo gobierno aprista. ¿Cuál es tu relación con el APRA?
De amistad. Yo conocí a Alan García acá y en Europa. Tuve una larga amistad personal con él, con Jorge del Castillo y Pocho Tantaleán. En Grenoble tenía dos grandes amigos: Gonzalo García Núñez que era aprista, y Gustavo Saberbein que era izquierdista. Cuando regresamos a Lima se cambiaron de bando olímpicamente. Yo siempre pensé que había un sustrato rescatable en ambos sectores. Cuando nos juntamos todos a luchar por el retorno de la democracia, formamos el Foro Democrático y yo creo que esa ilusión nos iluminó a todos para hacer el acuerdo de gobernabilidad que firmamos con Gustavo Mohme y que fue el antecedente del Acuerdo Nacional.
¿Tú sí crees en la responsabilidad de Alan García?
A mí con las prácticas corruptas de lejos y a la esquina. Yo denuncie la corrupción en Editora Perú, y cuando Alan García me pidió mi renuncia  yo se la di. Desde ahí nos hemos alejado. A pesar de que sigo enseñando en el Instituto de Gobierno de la Universidad san Martín, ya no tenemos ni la confianza ni el trato que teníamos antes. Quien cae en las prácticas corruptas debe pagar, sea el Rey o el Papa. No puedo saber si él robó o no robó, pero sí tuvo un entorno más que sospechoso. Cuando denuncié – junto con otros cinco gerentes -  la corrupción del gerente general que manejaba la compra de papel para El Peruano, él no me apoyó en la denuncia que hicimos.
Lo que no llegamos a entender es tu participación en el segundo gobierno aprista, cuando ya se conocían las denuncias de corrupción en contra de Alan García, que no se pudieron judicializar porque prescribieron.
Ahí me coges en un terreno un poco flojo porque el antiaprismo me ha parecido siempre una fuerza negativa que exageraba mucho con el fin de erradicar al único partido socialdemócrata del Perú. Me parecía que debía haber un centro entre una derecha anacrónica y una izquierda que no llegaba a tener el liderazgo social que se requería.
"Creo que Fujimori es el culpable. Montesinos dio una lección de corrupción grabada en los videos".
Golpes, revoluciones y volcanes
¿Qué estudiaste?
Derecho y sociología. Además tengo un doctorado en ciencia política. Soy periodista de oficio; recién la Asociación Nacional de Periodistas me ha dado mi título.
¿Cómo llegas al periodismo?
A mí siempre me gustó el periodismo porque mi padre era abogado y periodista. Él se llamaba Napoleón Tello Rodríguez. Mi padre fue aprista y estuvo en la cárcel por serlo. Él decía que era el abogado de las causas perdidas porque defendía a los comuneros, a los trabajadores, a los de Huayanay. También fue periodista de La Prensa, de La Crónica. Cuando yo tenía seis años mi papá me llevaba a La Crónica donde redactaba su columna diaria que se llamaba “Buenas Tardes”. Yo la recortaba y aprendí a leer leyéndola.
Tu padre vivía del periodismo. Lo del derecho era como su servicio social.
Sí, era más periodista. También tenía un programa  de 12 a 1 de la tarde, en Radio Victoria, que se llamaba “Cruz del Sur”. Yo estudiaba en el colegio fiscal General Prado porque mi madre era profesora ahí. Yo vivía en El Callao y en esa época las casas tenían las puertas y ventanas abiertas y podrías escuchar lo que pasaba adentro. Recuerdo que mientras yo caminaba para ir a mi colegio en la tarde, escuchaba la voz de mi papá que hablaba en la radio.
¿Y cuándo empieza tu experiencia periodística?
A los 15 años, cuando estaba en quinto de media, El Comercio ayudó a formar una asociación de periodistas escolares. Me llamaron porque yo era la lumbrera de mi colegio. Yo estaba feliz. Nos reuníamos en el colegio Guadalupe con un periodista de El Comercio, Alberto Matos, a quien nunca más volvía a ver, y él fue el que nos metió en el periodismo y en la política. Mi primer artículo lo escribí a los 18 años, cuando ya estaba en San Marcos, para una revista que se llamaba “Callao”. El director me encargó hacer un artículo sobre la enmienda Hickenlooper.
Después viajas a Francia para seguir estudiando.
Imagínense que primero yo nunca había salido de El Callao. Yo venía de una gran unidad escolar casi monacal. Era muy joven todavía. Ir todos los días hasta el centro de Lima era un viaje interprovincial para mí. Ahí en la casona de San Marcos había una turbulencia permanente. Al año nos fuimos a la ciudad universitaria que era otro mundo para mí. Me quedó la impronta de esa década de fines de los 60 y comienzos de los 70. Después me fui a Francia para terminar mi maestría y hacer un doctorado.
Bajo el volcán se podría volver a reeditar.
Yo solo tengo dos ejemplares. Le di todos los libros a Chachi Sanseviero y seguramente se vendieron en El Virrey. Varios años después le pregunté si tenía alguna liquidación que darme y ella me dijo que si yo tenía alguna constancia de que se los había entregado. Yo no tenía nada. Le pedí que me diera algunos ejemplares y me dijo que no me los podía dar.
¿Nunca has recibido los derechos de autor de tus libros?
Nada, nada. Justo hablaba con un chico que ha sacado unos cuentos para niños y me dijo que la editorial le ha dado un cheque por 1200 soles. Le dije que se diera por bien servido porque yo nunca he recibido ni un sol.
Eres fan de Harry Potter.
La saga me parece una maravilla. Me he leído todos los libros; me parecen súper seductores. De ahí he sacado el término Potter-política, que ha generado en los chicos un maniqueísmo entre buenos y malos. Lo ha señalado bien Ross Douthat en el New York Times: son los jóvenes formados con las aventuras del héroe que accede a la escuela de magia Hogwarts para participar en aventuras que contienen alegorías políticas y morales que aplican a nuestros tiempos y a nuestras realidades. Las reglas del mundo de Harry Potter significan poca piedad y mucha exigencia a quienes dan su confianza. Según el universo creado por Rowling o naces con magia o accedes por un privilegio de sangre que debes honrar a riesgo de perder tu oportunidad.
Hace años que no se te ve en los medios. Antes eras comentarista política en la televisión.
Debe ser porque he escogido investigar un tema tan incómodo como el de la relación entre los medios y el poder. Estoy disfrutando de un ostracismo mediático, nadie me invita a la televisión. Pero no me importa: hice televisión hasta que me sacaron en la época de la resistencia. En el canal 7 me convertí en un peligro para los medios privados y salí de ahí por presión.
¿Cuál ha sido el momento de tu mayor involucramiento político?
Durante la resistencia contra Fujimori en los años 90. Las reuniones se realizaban en mi casa. Por eso me interesa cómo entre los jóvenes con los que tengo contacto permanente funcione la división entre fujimorismo y antifujimorismo, con un fuerte  rechazo a la dictadura de los noventa. Son jóvenes que no se dejan seducir por el buen humor o la simpatía de Kenyi Fujimori que está tratando de lavar la cara a su padre, aunque nadie le pregunta todavía por su tío Vlady. Simplemente no creen en las buenas voluntades de los hijos del dictador ni en sus  supuestas divergencias, y adelantan sentencias radicales y condenatorias que manifiestan cuando toman las calles.
¿Estás desilusionada?
Después de esos años de lucha pensamos que este país podía ser distinto. Yo fui una de las organizadoras de la Marcha de los Cuatro Suyos.
Fuiste cuestionada en algún momento durante el segundo gobierno aprista.
Sí, me hicieron una campaña de corrupta en diarios como Perú 21, porque enseñaba en la universidad y trabajaba en Editora Perú, cuando la Constitución permite hacer las dos cosas.
¿Hay algo que se te esté quedando en el tintero a estas alturas de tu vida?
Siempre me ha quedado el sueño de escribir una novela que permita ver cómo de los ideales y turbulencias de la izquierda de los 60, pasamos por Sendero y cómo hemos llegado a esta hibridación que es cero balas cero puntos en la izquierda.
En este momento no tienes una identificación política.
No tengo, gracias a Dios.