LA PRESIDENTA
En Político.pe
el 23 07 16
La Gran
Usurpación, el libro de Omar Chehade, se agota en la Feria del Libro y en las
calles, pirateado como toda obra que se supone de éxito. Y su crédito no viene de
los chismes que se supone pudiera contener sino porque coincide con un tiempo
de balances que esta obra amplía y precisa. Porque complementa la percepción
general de que el pretendido legado de Ollanta Humala es inexistente.
A las
evaluaciones que se han venido haciendo se agrega este testimonio personal, que
prologado con oportunidad y autoridad por el constitucionalista Enrique
Bernales y por el periodista César Campos, gana en credibilidad.
Encontramos
en sus páginas un desastre institucional y político que lesiona la democracia
en todos sus extremos. Cuando nos creíamos curados de espantos ante poderes
fácticos como el ejercido por Vladimiro Montesinos en el siglo pasado vemos
cómo se enseñoreó fácilmente el poder de Nadine Heredia, llamada la Jefa. Estamos
avisados de la forma en que pueden reeditarse estos poderes a vista y paciencia
de las más altas autoridades del país que en este caso aceptaron con temor
reverencial el inmenso poder que exhibía ostensiblemente la presidenta en
funciones. Fue por casi todos admitida esa incursión ilegítima e ilegal, no por
un mes o dos, por un largo quinquenio que felizmente acaba y no con buen
augurio para la llamada pareja presidencial que deberá enfrentarse a los
tribunales ojalá con equidad y justicia.
Queda
claro que en esa dupla tuvimos un presidente maniatado, conducido, controlado y
gobernado, por una dictadura doméstica que se proyectaba al escenario nacional,
según el autor secuestrado sicológicamente. Nadine Heredia, con un ego
desmesurado y ambiciones desatadas, quiso y pudo aprovecharse del poder
recibido por su cónyuge para investirse como la gran personalidad omnímoda detrás
del trono, El resultado es el atropello de las instituciones, la liquidación
del gobierno de su marido y la desaparición política de su partido así como las
funestas consecuencias que el país deberá afrontar por este periodo que
democrática y felizmente llega a su final.
Lo que
revela Chehade es creíble porque complementa lo que los peruanos que seguimos
la coyuntura pudimos ver, pero agrega a lo visible la dimensión secreta del
abuso, la deslealtad y la ausencia de límites y escrúpulos, por detrás del
escenario. En todo caso no hubiera podido ser el Presidente la persona que
pusiera esos límites. En las declaraciones de Nadine Heredia a la revista
Cosas, ratificadas por los textos de Omar Chehade, encontramos a un personaje pusilánime,
temeroso, incapaz de decidir y realizar los actos de gobierno que la ciudadanía
le confió.
Lamentables
e indignantes los relatos de este libro que deberíamos asumir con carácter
preventivo. Chehade nos trasmite un gran desastre político, institucional y
constitucional. Y tiene las herramientas conceptuales y de formación para presentarlo
y evaluarlo como lo hace. Pasó de exitoso procurador anticorrupción a abogado
personal de Ollanta Humala en juicios por el llamado Andahuaylazo y por Madre
Mía bajo la jefatura militar del Capitán Carlos, personaje atribuido al presidente.
Logró sentencias absolutorias para él y también para ella, en procesos
posteriores. Entró a la gran política de la mano del llamado nacionalismo. Su
paso por el Congreso aparece signado por la decepción, la persecución y el
desgarro debido a traiciones y deslealtades frente a personas y principios.
Muchos
critican que esta reveladora crónica haya venido tarde, a destiempo, cuando
todo está consumado. Más vale tarde que nunca. Especialmente porque ante el
silencio de muchos no hay autoridad moral para reclamarle a Omar Chehade que
debió publicarlo antes. Felicitarlo porque lo hace ahora con valentía y
decisión, con contrición entendible, pero sobre todo con intención de
advertencia, para que sepamos lo que es posible hacer cuando cunde la ambición
y el poder está cercano y accesible y puede convertirse en desenfrenado como ha
sido el caso.
Y para
que podamos evitarlo en el futuro. Las
lecciones están ahí para quien tenga ojos de ver, como decía mi padre.
Tristeza.