domingo, 17 de septiembre de 2017

¿UN NUEVO COMIENZO?

Mi columna HOJA DE TIEMPO en Correo del 16 09 17

¿Quién gobierna el Perú? Esta pregunta circula en medios extranjeros. ¿Es el presidente PPK, elegido para evitar que los fujimoristas se auparan también en el Ejecutivo, después de haber ganado holgadamente la mayoría absoluta en el Congreso? ¿O es Keiko Fujimori quien después de pedir públicamente a PPK el cambio ministerial lo ha determinado con sus huestes congresales quitándole la confianza al gabinete Zavala?


Parece que ninguno de ellos gobierna, al final son los termocéfalos que rodean a las cúpulas los que quieren llevar al país al anarquizante dilema de la vacancia presidencial o el cierre del congreso. El resultado de la colisión extrema de poderes es la suma cero. Nadie gana, menos el país. 

El conflicto político ha escalado y muchos predicen una nueva elección parlamentaria en la que el fujimorismo sin Kenyi se fortalecería tornando una elección congresal en pre presidencial. No es tan cierto ni tan fácil. Sin hablar del escándalo Lava Jato que podría alcanzar a KF, el fujimorismo ha visto en riesgo su poder por la sentencia del TC que permite la división de las bancadas incluyendo la de Fuerza Popular hasta ahora avasalladoramente sólida. La mordaza gráficamente denunciada por Kenyi Fujimori no les anuncia buenas nuevas. Uno de los últimos gestos de la superbancada naranja podría haber sido el rechazo de la confianza para tumbar al gabinete Zavala a fin de mostrarse implacables con el Gobierno. 

El desafío está planteado y la bola está en el campo de PPK que debería dejar de lado su terquedad en mantener a tecnócratas que no dan fuego político. PPK necesita coherencia, calidad y disciplina en sus filas. Tiene la sartén por el mango y podría optar por un gabinete de ancha base para enfrentar un fujimorismo que pronto podría estar dividido. Así haría de la crisis de hoy un nuevo comienzo. Del limón una limonada.


OPCIONES 
NO PREDICCIONES

En Político.pe del 16 09 17

La discrepancia enriquece el debate. Mi muy admirado y querido amigo César Campos afirma en este mismo portal que Mario Vargas Llosa debe purgar por siempre y para siempre por sus torpes padrinazgos. Y habla de condena moral. Palabras demasiado duras sin fundamento. Nuestro Nobel expresó sus opiniones en situaciones preelectorales, opciones que no fueron aisladas, por el contrario fueron compartidas por millones de ciudadanos que votamos por el anti en este caso para evitar que el fujimorismo se entronizara nuevamente como gobierno.

Si esas opiniones -que César llama padrinazgos- influyeron en las votaciones no creo que definieran un cambio radical en el voto. Y menos aún creo que alentar una opción electoral determine responsabilidad respecto del gobierno que de ella saldrá, o de las cualidades o flaquezas demostradas por cada gobernante.

Los casos de Alejandro Toledo y de Ollanta Humala llegados al gobierno en oposición al fujimorismo no eran de ruta previsible. Si tuviéramos la facultad de adelantarnos al futuro nos quedaríamos sin elecciones, sin candidatos y sin votos.

Millones de peruanos votamos por Toledo y por Humala y nada hacía prever sus corruptelas. Un drama nacional que sentimos y repudiamos, imputable a las acciones personales de cada uno, para nada responsabilidad de los votantes y menos de quienes favorecieron sus candidaturas como padrinos o como partidarios.

Los elogios prodigados por Mario Vargas Llosa a Alejandro Toledo cuando le tocó, por azar, conducir la lucha contra Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos no son punibles. Tampoco los que dirigió a Ollanta Humala y Nadine Heredia de quienes, como muchos, esperó mucho más. No es difícil entender qué Vargas Llosa se sienta sorprendido o decepcionado cuando todos los peruanos lo estamos. Es cierto que en la campaña electoral del 2001 se mostraron evidencias de la personalidad del candidato de Perú Posible pero estábamos en una campaña en la que las imputaciones falsas venían desde atrás y por cierto de una maquinaria fujimontesinista muy bien puesta y aceitada como bien vimos  en la década anterior. No creímos en esos momentos en que nos unimos en los ataques contra Toledo losque posteriormente ganaron credibilidad con los casos lamentables de su hija Zaraí y del aprovechamiento de la plata donada por George Soros para la recuperación democrática del país.

Justamente con César estuvimos durante largos años luchando por esa recuperación desde el Foro Democrático y conocimos del accionar punible del fujimontesinismo. Ahora muchos apuestan por el olvido de lo sucedido en esa década funesta pero no todos seguimos la senda del olvido, la permisividad y la tolerancia.

Mario Vargas Llosa no formó parte del gobierno de Toledo, es arbitrario acusarlo de oportunista. Si lo aconsejó con nombres como Roberto Dañino y Beatriz Merino tendríamos que agradecerle porque fueron excelentes, íntegros y leales primeros ministros republicanos que no podían siquiera imaginar lo que hoy estamos presenciando. Es más, muchos respetados y respetables políticos que hoy nos gobiernan, estuvieron en el gobierno de Toledo y no por ello les imputaríamos una corrupción que hasta ahora se revela personal.

Vargas Llosa es un gran escritor pero no es adivino ni futurólogo. Recomendó las opciones que creyó mejores. Su anti, en este caso contra el fujimorismo, sigue siendo razonable y necesario si cree, como millones de peruanos, que debemos evitar que nuestro país vuelva a pasar por el drama nacional que vivimos entre 1990 y el 2000.