lunes, 4 de diciembre de 2017


LA CRISIS 
QUE ESTAMOS VIVIENDO

Mi columna HOJA DE TIEMPO en el diario Correo del 2 de diciembre 2017

La gran crisis política que estamos viviendo extiende mantos de sospecha sobre todos los que han desempeñado cargos de gobierno o de representatividad en el presente siglo. Nadie se salva ni a la derecha ni a la izquierda. Parece muy lejano el gobierno de transición de Valentín Paniagua cuando todas las ilusiones de saneamiento moral se activaron. Y se justificaron las esperanzas puesto que sin Fujimori ni Montesinos, la dupla que con su corte de obsecuentes sinvergüenzas pretendió llevarse al país en peso, se podía refundar moralmente al Perú después de diez años de latrocinio organizado.  


Hoy vivimos el escándalo de corrupción más grave del presente siglo. Con la colaboración eficaz de Jorge Barata, la cabeza visible de Odebrecht en el Perú, conoceremos todas las maniobras siniestras con que compraron conciencias al más alto nivel para obtener sus millonarias ganancias. El Lava Jato está en su momento cumbre y amenaza con un terremoto político y social que destruirá a políticos, partidos e instituciones. Al abordar el tema emerge la indignación, la rabia y la humillación por la traición a la confianza. Y también la duda respecto de fiscales y jueces que deberán portarse a la altura del desafío para desterrar la impunidad y castigar la corrupción de Odebrecht, OAS y compañías consorciadas. 

La economía se puede descontrolar cuando el barco de la democracia está inestable y hasta el Presidente es tocado por las denuncias. Las actividades están paralizadas, jaqueadas por la incertidumbre. 

Necesitamos una respuesta social que no se vislumbra todavía mientras el Gobierno y el parlamento siguen atacándose. No ven la marea negra que se cierne con posibilidades reales de deslegitimar a quienes representan el sistema político y la democracia. Nada bueno se anuncia porque a la espera de lo que diga Barata estarán los pescadores antisistema que querrán pescar en este río tan revuelto.

JUGAR 
CON LA VACANCIA

En Político.pe el 2 de diciembre del 2017

Un día sí y otro también escuchamos hablar de la culpabilidad del presidente PPK en el Lava Jato peruano. Lo tratamos como si fuera el presidente de un club de barrio y no la más alta autoridad, aquella que según la Constitución, personifica la nación.

Las instituciones importan titulaba un informe del BID de fines del siglo pasado. El orden constitucional, importa y los principios de la democracia deben ser puestos al abrigo en este vendaval que amenaza con liquidar nuestra clase política sin dejar piedra sobre piedra. PPK hace bien en defender su investidura porque con ello la preserva de la manipulación y la banalización interesadas por quienes han asumido posición de moralizadores con poca memoria de su pasado como fujimorismo gobernante. Fungen de catones sin recordar que en la década del noventa hubo tres gobiernos autocráticos y corruptos que violaron el ordenamiento legal del Perú. Muy bien que sus actuales representantes, fans de Keiko Fujimori, luchen contra la corrupción pero deben recordar y aplicar los principios de la constitución que protegen a las autoridades legítimas. Desterrar la impunidad sí pero no arrojar el agua sucia con el bebe adentro.

Es un espectáculo penoso la exhibición de voluntad de acusar y destituir al Fiscal de la Nación y a los cuatro miembros del Tribunal Constitucional a lo que podría seguir el cese del Presidente Kuczynski y sus vicepresidentes, de suerte que el Presidente del Congreso, de color naranja, asuma el ejecutivo y haga posible la victoria presidencial de Fujimori en el 2021.

Todo parece burdamente cantado. En pleno vendaval Lava Jato ellos quieren proteger a sus líderes derribando instituciones sin importar el costo para el Perú. Solo les interesa demostrar su fuerza como mayoría parlamentaria frente a un Ejecutivo débil sin mucha capacidad de reacción. Y si la tiene harán todo lo necesario para descalificar y destruir a quien esgrima argumentos constitucionales para impedir que PPK se ponga voluntariamente en las garras del monstruo.

La mayoría fujimorista no tiene los 87 votos, solo las minorías parlamentarias unidas podrán evitar que se sacrifique la vida democrática y nos pongamos en la ruta del temible Estado fallido.

Porque un pueblo sin memoria repite lo peor de su historia. Si la crisis que vivimos no encuentra fuerzas que representen el saneamiento moral urgente, el Perú quedará en manos de quienes abran las puertas al antisistema. Y el grito de que se vayan todos comenzará a escucharse.