domingo, 23 de abril de 2017


NO SOLO CONTAR 
DINERO Y GENTE

En Correo del 22 de abril 2017

Las multitudes sufrientes que han perdido todo y estaban con las aguas literalmente hasta el cuello de un momento a otro han desaparecido, invisibles como si no existieran fuera de las cámaras de televisión. Pero existen y son cerca de millón y medio de peruanos viviendo de la caridad pública gracias a la magnífica ola de solidaridad que movilizó recursos recolectados en calles y plazas para ser enviados a la zona en emergencia. 
Al grito de Perú una sola fuerza hemos dicho que no permitimos ese drama colectivo, que no queremos que tantos niños y familias enteras estén sin techo, ropa y pan. Las aguas han empezado a retirarse, las lluvias e inundaciones han cesado dejando páramos de miseria. Pero ¿qué está pasando con todos esos hermanos? ¿Cuántos más están muriendo por hambre o por emergencia sanitaria? ¿Cómo se levantarán las instituciones que han perdido instalaciones, información, libros, equipos informáticos y todo lo obtenido con tanto esfuerzo?
Es el momento de la política bien entendida, de los consensos para avanzar sobre los terrenos arrasados para atender a toda esa gente mendicante. No son solo números, presupuestos y evaluaciones de costos que despertarán muchos intereses económicos y políticos. Es la reconstrucción que deberá hacerse con la mayor transparencia, con obras que no serán un botín para nadie. Se impone la vigilancia ciudadana pues es la hora del compromiso por la eficiencia, por la austeridad en la política económica y por afinar las prioridades. 
No es solo contar dinero y gente para las obras por hacer. La reconstrucción deberá ser planificada, incluyendo la prevención, atendiendo las urgencias, sin gastar de cualquier manera. Una etapa intermedia entre emergencia y reconstrucción debe ser considerada según los daños y las demandas de los damnificados y de las instituciones afectadas.




RECONSTRUCCION 
Y POLÍTICA

Publicado en Político. pe el 22 de abril 2017
El impacto del drama de las ciudades arrasadas, de los hogares desparecidos y de las multitudes implorantes va pasando. Ahora estamos en otra etapa en la que se enseñorean los cálculos económicos y políticos con riesgo de postergar el compromiso social.
La inquietud de los políticos es comprensible. La reconstrucción determinará una importante influencia en las poblaciones damnificadas que se reflejará en preferencias electorales como sucedió hace muy poco en Ecuador donde la popularidad de Rafael Correa creció por la forma como atendió la reconstrucción por los daños del sismo y por supuesto se reflejó en la victoria de su candidato Lenin Moreno.
El fujimorismo tiene grandes intereses en el norte afectado de donde recibió sustantivos votos en el 2016 y desea preservar ese capital por lo cual tiene que considerar lo necesario para no dejar toda la torta de la reconstrucción en manos del oficialismo.
Cálculos más o menos pueden no funcionar si no se contempla el ideal de la unidad. Una catástrofe de estas dimensiones obliga a hacer política en el mejor sentido, mirando el momento pero sin perder de vista la historia, Y para ello la única vía es unir fuerzas, prohijar consensos vitales para que la práctica de la reconstrucción no esté fuera de la política sino dentro de esa gran política que considera el porvenir como construcción social. El lema de una sola fuerza ha calado positivamente. 

Y si se quiere mantener este espíritu necesitamos un gabinete multipartidario, de verdadera unidad nacional. Una instancia que permitirá concretar políticas públicas y leyes que todos respaldaremos. Porque la hora del desastre no es para elucidar de qué tamaño será la torta económica y política que podrían repartirse sino la dimensión de la tarea que comienza.

A PPK le tocaba cambiar gabinete desde antes del desastre del norte cuando su caída de popularidad era enorme, hoy las cifras cambiaron pero es solo una foto del momento. Si se tienden los puentes para que todas las fuerzas políticas puedan en conjunto evaluar la situación de lo que toca hacer, no solo en arquitectura sino también en recuperación moral de la clase política, el régimen podría mantener su popularidad, los políticos recuperar la confianza y todos juntos cumplir con el rescate del millón y medio de peruanos que espera una acción efectiva y eficiente.


La ciudadanía rechaza la polarización y aprueba la unidad como marco de la política necesaria que no podrá ser beligerante ni obstruccionista, menos aún calculadora o aprovechadora del drama que viven nuestros hermanos en su propio país.