sábado, 20 de agosto de 2016



EL “LEGADO” HUMALISTA


En Politico.pe el 20 de agosto 2016

Lo que no se abordó respecto de lo que nos dejó el gobierno de Ollanta Humala ocupó gran parte del debate político de investidura. Un reproche consistente y justificado de los congresistas fue que el balance sobre las cuentas fiscales no hubiera figurado como punto de partida de las propuestas del gobierno pues como todo el país consideran que hay una situación económica y política de parálisis que debe ser superada. Y que ello comienza con el conocimiento y reconocimiento de cifras y modalidades del presunto “legado” del gobierno anterior. Más aún existe la presunción, a descartar firmemente, de un supuesto acuerdo de permisividad, entre el gobierno que empieza y el que acaba de terminar, a cambio del apoyo electoral que habría permitido a PPK ganar las elecciones.

Y por aquí debimos comenzar. Si bien la campaña ya concluyó con sus agravios y ofensas y se trata de empezar un gobierno nuevo sin recriminaciones ni espejos retrovisores, el borrón y cuenta nueva tampoco ayudaría a construir algo consistente. La democracia es rendición de cuentas y debe ser permanente transparencia y no cortina premeditada y menos acordada. La política durante el gobierno pasado se contaminó con dicterios, investigaciones sistemáticas, persecución y ataques desde la mal llamada pareja presidencial. Perdieron el tiempo en peleas sin sentido, la megacomisión costó mucho pero no rindió en lecciones ni claridad.

El Perú que mantiene una de las economías con mayor pobreza y desigualdad de América Latina no necesita perder tiempo en batallas bizantinas pero tampoco requiere de silencios cómplices. Hay que evitar situaciones y bloqueos indeseables tanto como la impunidad que subleva.

En términos de política social toca rectificar el nivel de gasto público en salud, educación, y políticas anti-pobreza. Y precisar cómo gobernará PPK y sobre todo cómo logrará redistribuir para concretar esa revolución social que prometió ante la representación congresal. 

Si hubo o no acuerdo entre Humala y PPK no se puede reflejar en silencios, tiene que existir voluntad de sanción legal y legítima. Y también demostrarse mayor capacidad para implementar reformas que vayan más allá del neoliberalismo ortodoxo, reformas que aumenten el rol del Estado y el gasto público en educación, salud, infraestructura, seguridad, y políticas sociales, como bien señala Levitsky.

PPK es un economista distinguido, un presidente con méritos personales que muchos desconocían y que son la base de su prestigio. Tiene la confianza de la comunidad internacional financiera y seguramente la de los inversionistas más importantes pero su escenario interno está por ser conquistado, debe ganar la legitimidad que lo acompañará, ojalá, durante su quinquenio. Su credibilidad no puede ser expuesta por complicidades, silencios o protecciones al gobierno anterior que hizo de la confrontación, el agravio y la persecución una constante negativa en la política.

PPK está ante la expectativa, que él mismo ha alimentado, de un cambio social pero debe comenzar difundiendo los errores que no deberá repetir ni ocultar. Tiene la autonomía para adoptar políticas que Humala no implementó por temor a las críticas. No debe replicar retrocesos programáticos y menos callar la corrupción pasible de ser castigada porque toda impunidad arreglada merecería el repudio general.

Si como ha dicho Zavala la base de este gobierno será la cooperación para conectar con lo que une más que con lo que separa ahí está el Acuerdo Nacional para extender y precisar la acción del Estado, aumentar el gasto público sin temor a las críticas derechistas.

El nuevo gobierno está decidiendo su camino que no puede ser el del continuismo ni el de la complicidad con lo recibido. PPK quiere representar el centro político y debe hacerlo sin compromisos que puedan convertirse en lastres. Muchos ojos están sobre él. Suerte para Fernando Zavala y su notable equipo ministerial. El país lo necesita.






LA REVOLUCION SOCIAL
Y EL CENTRO POLITICO

En Correo el 20 de agosto 2016

Elegimos un gobierno de derecha que pretende ubicarse en el centro político. El modelo económico no está en cuestión, sí lo está la pobreza extrema, la desigualdad, la informalidad, las escasas oportunidades para los jóvenes, la educación y la salud en crisis. Más todavía la inseguridad y la delincuencia que atentan contra el derecho a la vida. 

Hemos escuchado la visión y los sueños sociales del presidente Kuczynski pero la forma de lograrlos o cómo empezar la revolución social anunciada debe venir del gabinete. Hablar es más fácil que hacer. Las necesidades son tan fuertes y profundas que toda propuesta aparecerá genérica o superficial y todo afán de aterrizar podrá ser tachado de temerario o audaz sin posibilidades reales. Es lo que sucedió al gabinete Zavala que en las primeras 18 horas no consiguió la seguridad de la investidura. Sus ministros debieron escuchar algunas atrabiliarias intervenciones del fujimorismo aunque las otras bancadas tampoco se mostraron complacientes pero sí más racionales y constructivas.

La presentación del gabinete ha sido buena. Estaríamos recorriendo el camino inverso de Toledo, García y Humala que ganaron la presidencia con programas de centro o centro-izquierda y desde el poder giraron a la derecha. PPK tiene una oposición sin mucha voluntad de colaborar. Debe conectar con la gente pulseando el ánimo social y popular. Su equipo económico dirigido por un antiguo izquierdista lo acompaña en sus afanes sociales. 

PPK no busca una posición ideológica, busca ubicarse en el centro entre la oposición fujimorista de derecha populista y la del Frente Amplio crítica y vigilante hasta la amenaza. La tecnocracia que maneja la economía y el excelente equipo reclutado por PPK debería superar la ineficiencia y la parálisis humalista. Es la tarea del gabinete Zavala.