LOS PARTIDOS EN CRISIS
Publicado en Correo el 11 de octubre del 2010
Se dice que no hay democracia sin partidos políticos pero hay quienes piensan que los partidos dividen, parten a la nación en lugar de unir. Los politólogos los ven indispensables para el progreso, pero en nuestro país los grandes partidos -el APRA, Perú Posible, el PPC y el mismo Gana Perú- están bajo fuego, lesionados por la desconfianza y la deslegitimación. Es cierto que se pueden celebrar elecciones con candidatos independientes –si los partidos no son los organismos principales de representación y participación- pero también lo es que así se dejan los espacios para que organizaciones sociales, gremios, sindicatos y federaciones, juntas de vecinos, organizaciones territoriales, gobiernen mediante el corporativismo, sindicalismo, anarquismo con sus distintas variantes.
No es lo deseable, pues esos candidatos compiten entre sí por capacidades y méritos individuales y no como miembros de una agrupación. La responsabilidad se diluye cuando los gobiernos centrales, locales o regionales carecen de respaldo para el proyecto político. La institucionalidad y la gobernabilidad se fragilizan. Surgirán conflictos y problemas difíciles o imposibles de resolver con la negociación y ningún consenso será posible. Ya hemos tenido regímenes autoritarios que han aprovechado esas debilidades institucionales para imponerse como la indispensable mano dura y no los queremos de regreso.
Sin partidos sólidos, la informalidad llegará inevitablemente a la política dejándola inerme ante la delincuencia organizada y el narcotráfico. Lamentable que Perú Posible, que llegó al poder recuperada la democracia, esté en serios escándalos y que el APRA, que le siguió en el gobierno, tampoco tenga imagen de limpieza y moralidad. Y que el actual gobierno se haya aliado con el primero mientras persigue al segundo. En esta línea las megacomisiones no tendrán fin y el conflicto prevalecerá.
Sin partidos la esperanza queda en los outsiders a pesar de que sabemos que fallan por inexperiencia, soberbia o intereses subalternos, por no contar con una estructura y organización que asegure cuadros en distritos, provincias y regiones con el apoyo social necesario. Que el largo plazo desaparecerá, que no habrá continuidad ni planeamiento de los objetivos nacionales. Tenemos una Ley de Partidos Políticos del 2003 que a pesar de haber sido reformada es insuficiente. La campaña municipal deja mucha preocupación por la debacle electoral, la financiación y el manejo interno de los partidos. Que el Congreso no forme parte de esta crisis partidaria, que se ponga las pilas para la reforma política antes que sea tarde.