ENTRE
LA FRAGMENTACIÓN
Y LA CONCERTACIÓN
Publicado el 19 de enero en el Portal Político.pe
El Congreso enfrenta una nueva
distribución del poder, se reformulará en bancadas y comisiones aunque nadie
descarta los rezagos de la confrontación
que se instaló por más de dos años. Por inmadurez o por nostalgia de la antigua
dominación de la mayoría parlamentaria que en lugar de protagonizar reformas se
dedicó a obstruir y hacer caer a ministros y finalmente al presidente de la
República.
Fuerza Popular dejará de conducir el Congreso y la población indignada contra este
poder del Estado ve en ello la oportunidad para elaborar una agenda unitaria
que enfrente los problemas del país que son muchos. El desastre no natural de
San Juan de Lurigancho nos ha traído a la memoria las dramáticas imágenes de
inundaciones y destrucción provocadas por el niño costero en el verano del 2017.
Y que ya pasaron dos años sin la reconstrucción tantas veces prometida.
Después de las sucesivas derrotas
políticas que Martín Vizcarra ha propinado al Congreso ahora éste tiene la
posibilidad de superar el amedrentamiento y los temores y convertirse en el
reducto de la defensa de la institucionalidad y del equilibrio de poderes. Ello
si queremos que el Estado de Derecho se sostenga como se pregona.
Para lograrlo se impone una dedicación legislativa estricta para la reforma
judicial, para garantizar la mejor calidad a la nueva Junta Nacional de Justicia y proporcionar al Ministerio Público instrumentos
legales de defensa de su autonomía esencial para la democracia y para afrontar
y solucionar crisis internas. Y por supuesto para apoyar eficientemente
la lucha contra la corrupción sin reyertas baladíes ni enfrentamientos vacuos
que de eso ya tuvimos bastante.
Los parlamentarios deberían en esta línea demostrar madurez, que terminó la
confrontación con el Ejecutivo y que pueden superar la fragmentación que no
debería ser obstáculo para ponerse de acuerdo en el interés nacional.
Vienen tiempos aún más convulsos con las nuevas declaraciones que revelarán
más involucrados en el ya muy tóxico proceso Lava Jato. A Martín Vizcarra le
toca gobernar dejando de lado la búsqueda compulsiva de la popularidad y al Parlamento
le corresponde legislar la reforma judicial y política que permita fortalecer
las instituciones. A ambos poderes se les exigirá resultados desde una agenda
que ojalá pudiera ser consensuada según la capacidad de colaboración y
coordinación.
Necesitamos más acciones y menos discursos. A las puertas del Bicentenario
nos espera el largo plazo. Lo deseable es que nos encuentre con cambios
constitucionales y con una gobernabilidad que permita la modernización de la
economía y de la sociedad. Dar confianza a esta perspectiva puede ser
excesivo y hasta ingenuo pero no debemos ni podemos perder la esperanza de la racionalidad
y los valores patrios.
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