EL DESCONCIERTO
DE
VIZCARRA
La corrupción está en su momento más crítico, la
población la considera el problema nacional más grave y el desembalse de revelaciones
desde Brasil amenaza lo más importante de la clase política. Lo contradictorio
es que Martín Vizcarra -auto designado líder anticorrupción- afronta una
tendencia a la baja en las encuestas y en las calles que responde a un estado
de ánimo de desconfianza y de indignación ante cierta parálisis gubernamental
que el presidente debería poder revertir.
Martín Vizcarra logró avasallar al Legislativo y al
fujimorismo, impuso un referéndum que ganó y eliminó la tradicional reelección
parlamentaria. Pronto cumplirá su primer año de gobierno bastante lejos de la
luna de miel pero también debería estarlo de los discursos casi monotemáticos con
los que quiere convencer que la corrupción lo quiere sacar de la presidencia.
Pero el tema no va por ahí. Dados los cuestionamientos
que lo complican se le exigen respuestas políticas racionales pero su reacción
ha sido un viaje protocolar a Europa en un momento muy complicado por la emergencia
con una comitiva poco relevante, sin tender puentes con el Legislativo cuando más
los necesita.
En el tiempo de los huaicos políticos -vinculados a los
físicos- destaca la inacción en la reconstrucción del norte a lo que se agrega urgencias
como la salud pública con la gravedad de la anemia, la inseguridad ciudadana,
la violencia contra la mujer y sobre todo el estancamiento de la economía con
un bajo crecimiento. Vizcarra escucha a quienes quiere escuchar pero no a las
calles que lo encumbraron y han sido su único puntal. Y ahora exigen acciones concretas
que no llegan. El resultado es la sensación de desprotección y de gobierno
débil o peor aún ineficiente o poco ético. Tiempo de replantear estrategias y de
gobernar con una agenda precisa. Y de convocar a quiénes saben qué hacer en
momentos críticos.
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